En estos días de agosto, he leído el Espejo de sombras de Felicidad Blanc, la que fue esposa de Leopoldo Panero y que, con sus hijos, protagonizó esa película de Jaime Chávarri que se llama El desencanto. Este espejo de sombras de la viuda de Panero es como un paño de Verónica en el que la mujer va dejando su vida: en la Guerra Civil, en Barbastro y, principalmente, con Leopoldo Panero.
Se
queja doña Felicidad de que don Leopoldo era poco afectivo y que no sabía bien
si los poemas que le dedicó - y que tanto le sirvieron para poder seguir
queriéndolo-, revelaban al auténtico
Leopoldo que, siempre según ella, era un
hombre distante, como si lo que le ocurriera a su mujer no le interesara. Si
leemos los poemas amorosos de Panero, vemos un amor apasionado por Felicidad,
pero, según dice ella, no sabía traducir ese amor en el día a día. Estas
historias amorosas en las que los poetas son protagonistas siempre son de
extrema dificultad porque se espera del poeta que su vida sea como su poesía y
eso es imposible. No hablo de una conducta moral (Neruda se desentendió de una
hija discapacitada) sino que el poeta es una persona normal, que no puede vivir
en ese universo poético las veinticuatro horas del día. Os recomiendo que leáis
Los encuentros de Vicente Aleixandre
pues en ellos, como ya conté en este blog, un soldado que lo va a visitar se
siente decepcionado pues esperaba ver a un poeta a tiempo completo.
En
fin, el libro refleja en ese espejo algo sorprendente: el amor de Felicidad por
Luis Cernuda y cómo ambos se correspondieron. Posiblemente para la viuda de
Panero, Cernuda fue el amor de su vida, pero es mejor que leáis su libro.
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