Es
posible que empezara a escuchar Radio Clásica (entonces Radio 2) allá por 1985
o incluso antes. Andaba yo entonces con el Barroco vivaldiano y mi muy querido
Bach al que tenía como “obligado” en los estudios de Solfeo y piano, pero, como
ya he contado, para mí Bach nunca fue una obligación, sino un deleite. Bien,
pues por aquellas fechas, empecé con Radio Clásica: al principio con programas
como Plaza Mayor (siempre me ha gustado la música de bandas) y la zarzuela.
Poco a poco, fui entrando en aquellos grandes programas de José Luis Téllez, de
Rafael Taibo (la voz de Dios en los Diez Mandamientos), de Carlos José Costas, de José Luis García
del Busto, de Fernando Palacios, que se despedía dos veces con su “adiós,
adiós”; del grandísimo José Luis Pérez
de Arteaga y su Mundo de la fonografía
lleno de su palabra culta y precisa. O, ya para no extenderme en demasía, el Ars Canendi del grandísimo Arturo Reverter. Radio Clásica era una
gozada y un día, en un Corte Inglés, descubrí el boletín de programación al que
me suscribí y que recibía cada mes con devoción casi religiosa. Conservo algunas
programaciones de aquellas y recuerdo
las entrevistas que se hacían y los comentarios siempre jugosos y
cultos. Porque no tengo más remedio que decir, si quiero ser justo, que Radio
Clásica ha sido, es y será mi gran escuela para aprender a escuchar la música.
No tengo en casa muchos libros de música y tan sólo ocupa los anaqueles de mi biblioteca
una Historia de la música que puede ser cualquier cosa menos erudita, pero,
para mi conocimiento de modesto oyente, nunca necesité más. Mi Radio Clásica y
los libretos de los CD’s en donde siempre viene una información que ha ido
completando una educación musical absolutamente autodidacta.
Sin
embargo, quiero haceros una confesión: hubo un programa que oía con especial
devoción y ese programa fue Juego de
espejos en el que alguien que vivía con la música, pero no de la música (así
se decía en el programa) tenía una conversación amena con el presentador; yos confieso
algo más: siempre soñé con que me invitaran, a mí, modesto poeta provinciano, a
uno de estos programas y, hasta en mi ensoñación, hasta me preparé algunos CD`s
que me llevaría a ese programa en el muy hipotético caso de que me invitaran.
Ahora,
todas las mañanas, Martín Llade me acompaña al trabajo:; los martes, Aqualusa me deja en casa con acento
portugués; los viernes, vuelvo desgarrado con el flamenco puro de Las
cosas del cante, y los miércoles con la zarzuela de mi niñez, esa que iba a
ver con mi abuela Patro.
Para
mí, Radio Clásica no es una emisora de radio, es un miembro de mi familia, un
lugar de reunión en donde sé que tengo buenos amigos, un país aliado en el que
me refugio del mundo zafio, soez y chabacano que avanza sin remedio.
Han
pasado muchos años desde que recibía ese boletín de programación, pero, cuando
escucho Radio Clásica, sigo notando que estoy entre amigos, unos buenos amigos
que hablan de una de las cosas que presiden mi vida: la música.
Y cómo no recordar a Pepe Rey,
ResponderEliminarAna Vega Toscano, Iges, Jacobo Durán, María Santacecilia, Olga Barrio, ...