Pasaron
los años y un buen día, paseando con mi amigo del alma Pablo Perera Velamazán,
el filósofo de Saucelle, por la Gran Vía madrileña, me habló de un autor que le había deslumbrado
y, al decir su nombre, le dije que yo le había conocido de fraile corazonista.
Se quedó muy extrañado y, como pasábamos por la Casa del Libro, subimos a la
primera planta, donde estaban los libros de filosofía, y me enseñó un libro en el que aparecía la foto del “fraile”. Pude comprobar ( y así se lo dije a Pablo)
que hablábamos de la misma persona: de Ángel Gabilondo Pujol, con ese apellido
tan catalán que siempre me ha sorprendido siendo como es donostiarra y de una
familia muy conocida en Donostia por ser sus padres carniceros en el mercado de
La Brecha. Más tarde supe que Ángel
había dejado la orden, había
estudiado Filosofía en la Autónoma y que ahora era un afamado catedrático de
esa misma Universidad de la que además era rector. Pablo me recomendó algunos
libros suyos que leí con dificultad porque sabido es que a los filósofos les
gusta ser oscuros.
Después
vino su Ministerio con Zapatero, su presencia en la Comunidad de Madrid y ahora
su candidatura política para presidirla. Cuando le veo en la televisión, me
acuerdo de aquel fraile que tenía “un algo especial”, que no era soso, como
dice sus rivales políticos, y que, con sus maneras, nos enseñó lo que era la libertad, la
tolerancia y el respeto que había él recibido de sus padres. Recordaba Iñaki
hace poco en tv que su madre, vasco parlante pese a tan catalán apellido, cuando
salía un tema “delicado” políticamente hablando, les decía, isilik. P que, en vasco, significa “silencio”.
Por cierto, ahora que hablo de él, también
su hermano las practica y es por eso que
tanto enciende a los periodistas que van con el hachón encendido para quemar al
rival. Yo creo que Ángel no ha cambiado nada y sigue creyendo en esas tres
palabras de las que parece que últimamente los políticos se han olvidado. Tengo a veces la sensación de que se está
perdiendo la obra de un gran intelectual por una labor que no merece la pena
teniendo en cuenta la jauría de desalmados que puebla la política española últimamente;
de que Ángel está muy por encima de sus rivales que practican una política de
patio de vecindad; de que estar en política es perder el tiempo. Pero Ángel no
piensa así porque la misma idea de ayuda al prójimo que le hizo ingresar en la
orden de los Corazonistas es la que le impulsa para enfrentarse a la bazofia
política que lo rodea.
Por
si algún listillo de esos que pululan por el mido piensa que le estoy haciendo
campaña gratis, digo públicamente que jamás le votaría. Pero como soy persona
civilizada y no un hotentote (con el perdón de los hotentotes) quiero dejar
claro mi respeto y mi admiración por Ángel Gabilondo Pujol, el harategien
semea, el fraile corazonista y el filósofo de fuste. Eskerrik asko, Ángel.
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