domingo, 31 de octubre de 2021

LA CALDERONA

 


Encontrábase el rubio rey el en el patio de comedias conocido como Corral de la Cruz admirando a aquella actriz pelirroja que, expósita de una inclusa, había sido recogida por don Juan Calderón, hombre de teatro que la había adoptado como hija en el año de gracia de 1611. Corría el año 1627 y aquel pasmado rey, como andando el tiempo le llamaría un ferrolano escritor, notó que un fuego irresistible le subía hasta sus labios ansiosos por gustar la boca sonrosada, granada de rojas perlas, de aquella muchacha a la que las gentes apodaban, por el apellido del padre, La Calderona. La actriz, aun siendo tan joven, ya conocía el amor con un cómico del rey y con un noble, don Ramiro Núñez de Guzmán, duque de Medina de las Torres que viudo estaba de la hija del Conde Duque de Olivares, todopoderoso amo y señor de todos los reinos de las Españas. Le bastó al rubio rey pasmado un gesto a su acompañante para que éste, al acabar la obra, le presentara a la Calderona y la mujer, al ver al rey Felipe, cayó rendida a sus pies pues se vio al punto colmada de aljófares y oro.  Desde aquella tarde, el rey y la cómica se veían a escondidas  y ya muy pronto, en los mentideros de la Villa y Corte, se hablaba de “lo del rey” con aquella comedianta. Pero el rey la quería sólo para él y le prohibió a la Calderona que siguiese actuando; hasta tal punto llegó su locura por ella que le regaló el mejor palco de la Plaza Mayor matritense para que, desde él, asistiera a los espectáculos que en tan magna plaza se daban. El pueblo de Madrid, siempre tan agudo, bautizó aquel balcón como el “balcón de Marizápalos” pues había sido con ese baile con el que había cautivado al rey de las Españas. Pero Isabel de Borbón, reina de España y santa esposa del “pasmado”,  puso el grito en el cielo y el monarca tuvo que pedir a su amante un poquito de discreción.

         No por ello dejaron de verse y fruto de esos encuentros fue el embarazo de María Inés Calderón y el alumbramiento de un niño del que ya hemos hablado en una de estas entradas: don Juan José de Austria.

         Pero la reina, que a la postre se enteró del nacimiento del bastardo, no podía vivir con los celos y obligó al rey a separarse de ella. El rey, que temía sus propios impulsos sexuales, la mandó al monasterio benedictino de San Juan Bautista, en el pueblo alcarreño de Valfermoso de las Monjas. La Calderona vivió en este convento más de quince años y llegó a ser su abadesa. Es más que probable que muriera en él en  el año 1645 aunque algunos cuentan que fue en 1646. Año más o año menos, viene a ser lo mismo. La actriz no tenía más de treinta y cinco años cuando la muerte la vino a buscar. Sin embargo, fama es que la cómica huyó del convento y que acabó sus días en una sierra al norte de Valencia que  lleva el nombre de Sierra Calderona en su honor. Todo era posible en aquella España del siglo XVI llena de pícaros que tenían que sobrevivir en un país pobre pero con los bolsillos llenos de pan. Como dijo Juan del Encina, ¡triste España sin ventura!

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