Con
esta nueva ley educativa que se avecina, la Cultura Clásica va a desaparecer
del programa oficial de 2º de la ESO. Cuando la puso la ley anterior, todo
fueron beneplácitos por parte de mis colegas y por parte de la Sociedad
Española de Estudios Clásicos a la que llevo perteneciendo más de treinta años.
Eran más horas a los departamentos de Griego y Latín, le daba la importancia
necesaria a los estudios sobre la Cultura que informa y alimenta a la
civilización occidental, aumentaba la formación humanística de los alumnos y
mil alabanzas más de parecido jaez. Llegó la hora de la verdad y los segundo son
los segundos: chavales en la adolescencia difíciles de dominar, clases muy
numerosas frente a los grupos “escogidos” que en Bachillerato cursan griego y
latín y otros problemas que no voy a contar. Entonces, los mismos colegas que
ensalzaban la Cultura Clásica de segundo de la ESO se empezaron a percatar de
que “les traía problemas”; de que no estaban ellos por la labor de dar clases
esos perversos polimorfos y fueron delegando tan ardua tarea en el interino de
turno que cayera por el departamento o por el compañero que, ya nuevo en esa
plaza, ya llegado por el “concursillo” tenía menos antigüedad. Todos los
profesores de Clásicas, como los gitanos
se creen primos del camarón, nos creemos que somos primos de Wilamowitz y, por
tanto, incapaces, con tanto indoeuropeo en nuestras cabecitas, de enseñar “materias
de segunda categoría” para la clase de
tropa porque lo nuestro es ese latín “zombie” en el que no se enseña el
subjuntivo hasta que se llega a las frases de ut o ese griego de guardarropía
que elude el imperativo porque no aparece en Esopo. Somos así, comites. Ahora,
cuando se haga pública la nueva ley, llenaremos de lloros las redes, la SEEC recogerá
firmas, haremos alguna “mani” que pase por la calle de Alcalá por la que iremos
con la “falda almidoná y los nardos apoyaos en la cadera”, pero allá en el
fondo de nuestras clásicas conciencias habrá un diablillo que se sonría, un
zagal travieso que nos dirá que se nos ha acabado la pesadilla de dar clase en
segundo de la ESO, de mandar callar a adolecentes, de soportar su insultante
juventud; ese diablillo nos verá sonreír porque, en el fondo, nos importa una
higa o un zurullo lo que le pase al pobre latín, al pobre griego y las pobres
humanidades. Porque en el fondo, sobre todo ahora que ya se va viendo la hoja
roja en el horizonte, lo que nos importa es seguir “disfrutando” de clases con
tres o cuatro alumnos y que los interinos den las asignaturas que no se
pensaron para los primos de Adrados por parte de padre. Tan pronto como vea la
primera queja de la SEEC en los periódicos, me voy a romper las posaderas de la
risa y tan pronto como escuche la primera queja de un primo de don Luis Gil,
las risas las va a escuchar Fidias en la Acrópolis de Atenas. Que Zeus, padre
de dioses y de hombres, perdone nuestra chocha estupidez.
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