Cuentan
las viejas crónicas, más en concreto Dion Casio que, por cierto, nada tiene que
ver con los relojes de ese mismo nombre que lo reciben del fundador de la
marca, el japonés Kashio Seisakujo, que Trajano, “nuestro emperador” nacido en
Itálica, era un hombre amante de la justicia, pero que en una ocasión, una
viuda, se llegó a él, justo cuando iba a salir en campaña, para pedirle que
hiciera justicia por su hijo asesinado. Trajano, con prisa por la guerra, le
dijo a la pobre madre que se esperara a que regresara del combate, pero la
madre, apenada por la muerte del hijo, no pudo por más que rogarle que no se
marchara a combatir sin antes haber hecho justicia en el caso de su hijo pues
podía darse el caso de que no regresara del frente y que, por tanto, su hijo no
recibiera la justicia que merecía. Trajano, no sabemos si, como aquel juez del
Evangelio que acabó atendiendo a la viuda para que lo dejara tranquilo, pese a
la urgencia de su partida, sacó un momento para resolver el doloroso caso de la
afligida madre. El Dante lo recoge en su
Divina Comedia, Purgatorio, X, 73 –
94 y mi muy querido Delacroix recrea la escena en el cuadro que os pongo como
ilustración a esta humilde entrada. Hombre justo era el de Santiponce y ni siquiera
con la prisa de la guerra dejó de serlo.
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