EL POETA DEL FRÍO
He terminado hace un par de días la lectura de Arden las pédrdidas, el penúltimo libro
de Antonio Gamoneda. Antes leí su Libro
del frío, en aquellas tierras frías de Ávila en donde lo conocí en aquellos
lunes literarios que organizaba el poeta José María Muños Quirós. No hace mucho
también leí su último libro, Canción
errónea, y, también en las tierras abulenses, la antología que publicó en
tiempo Cátedra. Su lectura es encontrarse, como dice Saúl Yurkievich, con un
verbo prieto y denso “como
salido apenas del silencio para quedar con él, para volver a él ni bien se
profiere, verbo como desprendido del erial, de la contemplación de un paisaje
desolado, como nacido de la fría extensión para dejar su melancólica constancia
del despojamiento (…) La poesía de Antonio Gamoneda tiene la desnudez de la
existencia.” Toda una aventura que os recomiendo para estas tardes de marzo en
que la primavera ya comienza a apuntar en los almendros del camino de Herrera.
Y para empezar, os propongo el poema con el que se abre Arden las pérdidas:
La
luz hierve debajo de mis párpados.
De un
ruiseñor absorto en la ceniza, de sus negras entrañas
musicales, surge una tempestad. Desciende le
llanto a las
antiguas
celdas, advierto látigos vivientes
zón.
Todo
es presagio. La luz es médula de sombra: van a morir
los
insectos en las bujías del amanecer. Así
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