EL
JINETE DE BRONCE
Un pobre funcionario llamado
Eugenio, en medio de la gran inundación que asoló San Petersburgo en 1824,
pierde a su novia y, loco de dolor, se encara con la estatua del zar, el
monumental grupo escultórico de Maurice Falconet. En su locura, cree que la
estatua lo sigue y acaba en la isla de Goloday en donde encuentra el cadáver de
su desgraciada novia. Un poema de Pushkin que destila alma rusa por los cuatro
costados y que acabé de leer hace un par de días. Tan sólo por el fantástico
exordio que es un canto a la ciudad baltica merece la pena acercarse hasta su
texto. Os copio el comienzo del poema que podéis encontrar en Hiperión con
traducción, notas y texto bilingüe de Eduardo Alonso Luengo. Ya sabéis de mi
gran afición por la literatura rusa pues he publicado en este blog algunas entradas
sobre escritores rusos y espero seguir publicando cosas de estos grandes
literatos que escribieron y escriben en la santa Rusia que fue y ahora
patrimonio de los grandes mafiosos y de multimillonarios horteras que
posiblemente son la misma asquerosa cosa.
A
la orilla de las desiertas olas
en
grandiosos designios ocupado
se
hallaba ÉL, mirando hacia lo lejos.
Ante sus
ojos se ensanchaba el río
por el
que un pobre esquife navegaba.
Aquí y
allá cabañas miserables,
abrigo de
los pobres finlandeses,
cubrían
las riberas pantanosas,
y bosques
ignorados por los rayos
de un sol
siempre escondido entre la niebla
por
doquier resonaban.
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