Estamos en la España de Isabel II, más en concreto en la
conocida como Década Moderada (1854- 1844) en la que ejerció el poder el
Partido Moderado con el general Narváez como hombre fuerte de esta década que
llevó a cabo una centralización importante de la administración del Estado amén
de un recorte de las libertades y de los derechos. Así las cosas, el 2 de abril
de 1846, el segundo batallón del Zamora, establecido en Lugo y a las órdenes
del coronel don Miguel Solís y Cuetos se sublevó proclamando la disolución del
Consejo Provincial y de la Diputación. Solís pronunció una emotiva arenga a sus
soldados que terminaba así:
Gallegos, españoles todos.
¡Viva la Constitución!¡Viva la Reina libre! ¡Fuera extranjeros!¡Abajo el
dictador Narváez!¡ Abajo el sistema tributario!
El coronel Solís era gaditano,
del Puerto de Santa María, y estaba destinado en Galicia. Luchaba por la
Constitución y por “liberar” a la reina Isabel, una pobre mujer que había sido
educada para ser un títere de los políticos y generales de la época y cuya
máxima afición era comer y cenar con sus amantes en Lardhy al no ser su marido,
Francisco de Asís de Borbón, un enfermo de hipospadias y homosexual, el hombre
adecuado para dar la “talla” en el lecho marital. Al poco se unieron a la
sublevación las plazas de Santiago, Pontevedra y Vigo., estas dos últimas
ciudades al mando de Leoncio Rubín de Celis. El 15 de abril se constituye en
Santiago de Compostela la Junta Superior del Reino de Galicia que reclamó las
libertades que había abolido Narváez y un trato más justo para Galicia. También
en Santiago se constituye el llamado Batallón Literario que ya había actuado en
la Guerra de la Independencia.
Pero al Espadón de Loja no se le
escapaba ninguna sublevación y envió al general La Concha, capitán general de
Castilla la Vieja para acabar con los sublevados. Se produjo la batalla de
Cacheiras, en las afueras de Santiago, y las tropas sublevadas fueron
derrotadas. Tras esta derrota las tropas “leales” de La Concha procedieron al
saqueo y pillaje de Santiago.
Solís se refugió en el monasterio de
San Martín Pinario, pero se entregó por la tarde. Fue juzgado y condenado a muerte
en un juicio sumarísimo y ejecutado en la villa de Carral, La Coruña. También
el comandante Víctor Velasco y diez oficiales más fueron fusilados. El pueblo
gallego, en una situación de pobreza y de abandono, ya tenía unos mártires que
habían dejado su vida por Galicia y que de cuya sangre nacería la primera
generación de galleguistas, los que pensaban que, si Solís hubiera triunfado,
la situación gallega, siempre por supuesto dentro de España y por tanto nada
que ver con independentismos ridículos de cuyo recuerdo se apropian en las
jornadas “nacionales” del 25 de julio los chavales del BNG, hubiera sido otra y
Galicia hubiera tenido la oportunidad de hacer política sin ser “una colonia de
la Corte”. como dijo Antolín Faraldo Asorey, uno de los primeros provincialistas
gallegos, es decir, personas a los que le dolía Galicia y su estado de abandono
por parte del gobierno central. Y es que España, algunas veces, ha sido más
madrastra que madre. Pero de eso ya hablaremos en su momento.
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