No os voy a contar Manon Lescaut
del Abate Prévost porque ya seguro que circulan numerosos resúmenes por
internet de la obra, pero sí que os quiero hablar de ese pobre pelele que es el
caballero Des Grieux que desde que conoce a Manon y sufre un coup de foudre empieza a perder su dignidad. Manon quiere vivir bien y le gusta el dinero, pero para conseguirlo
no repara en la más mínima conciencia moral. Lo de contigo pan y cebolla no iba
con esta señorita que iba para monja (?) cuando la conoce Des Grieux y su gusto
por el lujo le hace buscarse amantes que decoran profusamente la frente del
caballero que, no obstante, ciego de amor, no sólo la perdona, sino que la
justifica. En la mitología clásica tenemos el caso de Hércules que se presta a
hacer cualquier cosa, hasta se pone a hilar el héroe forzudo, una especie de Hulk de la mitología, con tal de
seguir con su Ónfale. Pero es que, como los griegos en su mitología lo que
hicieron fue una galería de tipos universales, no son raros los hombres que lo pierden
todo, hasta su dignidad por estar con una mujer y no es rara la mujer que,
conocedora de sus armas, puede llevar a un hombre a su ruina económica ( que sería,
al fin y al cabo, lo de menos) y moral ( que es lo de más). A medida que se lee
el libro, se va teniendo conmiseración por Des Grieux y un cierto rechazo por Manon
a la que en ocasiones le hubiera cambiado el nombre por Putón Lescaut. Su
triste muerte la redime y, a la obra en su totalidad, la redime esa figura
fantástica, contrapunto de Des Grieux, que es Tiberge. Gran novela que ha dado
dos óperas, la Manon de Puccini y la Manon Lescaut de Jules Massenet en las que
ambos protagonistas siguen haciendo de las suyas. Para acabar, tanto
sufrimiento de los amantes me recuerda a las novelas griegas en donde los
amantes sufren mucho, pero al final, hay una anagnórisis o reconocimiento final
y la novela tiene un happy end. Aquí
no hay happy end (¿o sí?), pero los
pobres amantes lo pasan fatal. Para este verano de calor, un alivio el que nos
proporciona el abate que, pese al calor, no se abate ni le da a la zorra uvas.
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