En aquel viejo quiosco de Las
Delicias, justo enfrente de Las Jarillas, la finca en donde el rey Juan Carlos
pasó su infancia, había un disco de Fosforito y en aquella niñez tan feliz con
Javi y Pablito Gascó, cuyo padre era guarda del canal de Santillana y llevaba
un uniforme azul que era parecido al del
séptimo de caballería, su nombre me
llevaba a las cerillas. Cosas de niños. Más tarde, viajando con mi padre a El
Pardo, a los merenderos de Flora
Barragán o de Mingorrubio no faltaba el cante de este cordobés acompañado a la
guitarra de Paco de Lucía. Lo he seguido oyendo muchos años porque Fosforito es
un clásico del flamenco irrenunciable para cualquier aficionado. Nacido en 1932
en Puente Genil, tierra de los membrillos, Antonio Fernández Díaz ha ganado
todo lo ganable y más en premio flamencos y sigue, Deo gratias, inter nos. Su
voz aborda los cantes más variados con igual finura y precisión, precisión que
tomó de cuando cantaba para el baile. Ya no existe aquel quiosco de Maruja y
Pablo, pero el cante de Fosforito aún se oye en mi casa en estas tardes de
septiembre en que parece que todos volvemos al colegio.
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