Había
leído de Félix de Azúa su Historia de un
idiota contada por él mismo, pero han pasado más de quince años desde esa
lectura y ya no recordaba bien cómo escribe Azúa. Por desgracia, Azúa “saltó a
la fama” por decir que Ada Colau debería estar en un puesto de pescado. Es
posible que así debiera de ser, pero digo lo de por desgracia porque es una
pena que un escritor con una buena carrera literaria a sus espaldas pase a las
noticias por una boutade. España es así, qué le vamos a hacer. El otro día, en
la entrada de La tienda de Lope, esa maravillosa librería de Javier Pérez
Lázaro, el librero de Olmedo, vi una novela histórica de Azúa, Mansura, y me
dije que quizás era el momento oportuno para retomar al escritor de Barcelona.
Me la compré y leí la obra que me parece
que es una confesión propia de la madurez como pérdida de la ilusión. Me
recuerda a El castillo de los tártaros
porque el joven que se va la cruzada del
rey Luis de Francia no es el anciano que dice “que ya no está para cruzadas”.
Mansura es una novela sobre cómo el ser humano se va desencantando de las
grandes obras y cómo ese desencanto es la vejez. Es también la novela que nos dice que las
grandes obras, vistas en perspectiva, no son tan grandes, que las grandes empresas
de la humanidad se empequeñecen con el punto de vista. Sin ser una obra
memorable, Mansura te hace pasar un buen rato. ¡Qué más podemos pedir!
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