Jerónimo de Alderete y Mercado
nació en la villa de Olmedo, en el año de gracia de 1516, es decir, se han
cumplen este año quinientos años de su nacimiento y nos sé si alguien se ha
acordado de su persona. Hay un busto de tan ilustre caballero, que llegó a ser
Adelantado en las Indias, pero que murió sin poder volver a su Olmedo. Sin
embargo, no os seguiré contando más porque Alonso de Ercilla y Zúñiga, en un
par de octavas reales, hace más y mejor que yo podría hacer en toda la entrada
de blog. Ahí queden las octavas del canto XIII de La Araucana.
Gerónymo Alderete, Adelantado,
a quien era el gobierno cometido,
hombre en estas provincias señalado
y en gran figura y crédito tenido,
donde como animoso y buen soldado
había grandes trabajos padecido,
-no pongo su proceso en esta
historia,
que dél la general hará memoria-,
presente no se halla a tanta guerra
y a tales desventuras y contrastes;
mas con vos, gran Felipe, en
Inglaterra,
cuando la fe de nuevo allí
plantastes.
Allí le distes cargo desta tierra,
de allí con gran favor le
despachastes,
pero cortóle el áspero destino
el hilo de la vida en el camino.
Fue su llorada muerte asaz sentida,
y más el sentimiento acrecentaba
ver el gobierno y tierra tan
perdida,
que cada uno por sí se gobernaba.
Andaba la discordia ya encendida,
la ambición del mandar se
desmandaba;
al fin, es imposible que acaezca
que un cuerpo sin cabeza
permanezca.
Aquellos que de Chile habían venido
a pedir el socorro necesario,
viendo a su Adelantado fallecido
y todo a su propósito contrario,
con un semblante triste y afligido,
de parecer de todos voluntario,
piden a don Hurtado que se vea
y de remedio presto los provea,
diciendo: «Varón claro y excelente,
nuestra necesidad te es manifiesta,
y la fuerza del bárbaro potente
que tiene a Chile en tanto estrecho
puesta;
el más fuerte remedio es llevar
gente,
ésta ya puedes ver cuán cara
cuesta.
De parte de tu Rey te requerimos
nos concedas aquí lo que pedimos.
A tu hijo, ¡oh Marqués!, te
demandamos,
en quien tanta virtud y gracia
cabe,
porque con su persona confiamos
que nuestra desventura y mal se
acabe;
de sus partes, señor, nos
contentamos,
pues que por natural cosa se sabe,
y aun acá en el común es habla
vieja,
que nunca del león nació la oveja.
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