martes, 18 de octubre de 2016

JERONIMO DE ALDERETE


Jerónimo de Alderete y Mercado nació en la villa de Olmedo, en el año de gracia de 1516, es decir, se han cumplen este año quinientos años de su nacimiento y nos sé si alguien se ha acordado de su persona. Hay un busto de tan ilustre caballero, que llegó a ser Adelantado en las Indias, pero que murió sin poder volver a su Olmedo. Sin embargo, no os seguiré contando más porque Alonso de Ercilla y Zúñiga, en un par de octavas reales, hace más y mejor que yo podría hacer en toda la entrada de blog. Ahí queden las octavas del canto XIII de La Araucana.

Gerónymo Alderete, Adelantado,

a quien era el gobierno cometido,

hombre en estas provincias señalado

y en gran figura y crédito tenido,

donde como animoso y buen soldado

había grandes trabajos padecido,

-no pongo su proceso en esta historia,

que dél la general hará memoria-,

presente no se halla a tanta guerra

y a tales desventuras y contrastes;

mas con vos, gran Felipe, en Inglaterra,

cuando la fe de nuevo allí plantastes.

Allí le distes cargo desta tierra,

de allí con gran favor le despachastes,

pero cortóle el áspero destino

el hilo de la vida en el camino.

Fue su llorada muerte asaz sentida,

y más el sentimiento acrecentaba

ver el gobierno y tierra tan perdida,

que cada uno por sí se gobernaba.

Andaba la discordia ya encendida,

la ambición del mandar se desmandaba;

al fin, es imposible que acaezca

que un cuerpo sin cabeza permanezca.

Aquellos que de Chile habían venido

a pedir el socorro necesario,

viendo a su Adelantado fallecido

y todo a su propósito contrario,

con un semblante triste y afligido,

de parecer de todos voluntario,

piden a don Hurtado que se vea

y de remedio presto los provea,

diciendo: «Varón claro y excelente,

nuestra necesidad te es manifiesta,

y la fuerza del bárbaro potente

que tiene a Chile en tanto estrecho puesta;

el más fuerte remedio es llevar gente,

ésta ya puedes ver cuán cara cuesta.

De parte de tu Rey te requerimos

nos concedas aquí lo que pedimos.

A tu hijo, ¡oh Marqués!, te demandamos,

en quien tanta virtud y gracia cabe,

porque con su persona confiamos

que nuestra desventura y mal se acabe;

de sus partes, señor, nos contentamos,

pues que por natural cosa se sabe,

y aun acá en el común es habla vieja,

que nunca del león nació la oveja.

 

 

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