De nuevo la voz del papa Francisco causa escándalo
por decir la verdad. ¡Qué mal están los tiempos cuando hay que demostrar lo
evidente! Resulta que, ante el
desconcierto que hay en la sociedad con el tema de las cenizas, el papa quiere
poner un poco de orden teniendo siempre como mira la dignidad del hombre, tanto
en su cuerpo, como en su alma. Nunca la Iglesia católica ha condenado al
cuerpo, es más, le da tanta dignidad como al alma y por eso, la Resurrección,
con Cristo y en Cristo, será con esa realidad misteriosa e incomprensible que
es el cuerpo glorioso. Ante de seguir, quiero quedar bien claro que el papa
habla para los católicos, es decir, que los no católicos pueden hacer con sus
cenizas lo que les pete o guste. Sale al paso al papa de las mil extrañas
maneras que últimamente hay para conservar a nuestros seres queridos: en fotografías
en las que usan las cenizas para “dibujar” al difunto; joyas de dudoso gusto
que ni el conde Drácula se pondría; esparcirlas por los sitios más
insospechados como campos de futbol o
plazas públicas. El papa nos recuerda que esas cenizas son polvo, sí, pero como
Quevedo dixit, “polvo enamorado”; que son los restos de un ser humano que
sintió, gozó y lloró; que esas cenizas son los restos de esas médulas que “ a todo un dios prisión han
sido”; que esas cenizas “tienen sentido” y que por tanto no se pueden repartir
entre los familiares como si tan sólo fueran un elemento mineral más. El papa
nos recuerda que hay sitios preparados para que nuestros seres queridos, y
nosotros mismos el día de mañana, attendamus
resurrectionem mortuorum ad resurgendum cum Christo. Eso es lo que recuerda
el papa, que defiende la dignidad del hombre desde antes de nacer hasta que ya
es ceniza, pulvis et umbra que dijo
Horacio. Eso, ya veis. Ni más, ni menos.
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