Rafael Sánchez Ferlosio escribe
muy bien y es, quizás, uno de los mejores escritores del siglo XX en España.
Incluso su “Jarama” me parece una buena novela, acertada al reflejar esa
situación de presión en la que se encuentran las parejas y cómo una de ellas
consigue escapar. En algunos aspectos, me recuerda a La caza de Saura, con ese espacio cerrado del que alguien pretende
escapar. De Las industrias y andanzas de
Alfanhuí, que tengo que releer, nada más deciros que es un libro de prosa
prodigiosa, cuasi divina. Repito, Ferlosio escribe bien, muy bien, pero por
razones misteriosas, a veces, le vienen unos silencios de muchos años y durante
esos años di galera nos priva de su
prosa por lo que, a primera vista, parece un capricho que, con todo mi respeto,
me parece hasta infantil. En El escudo de
Jotán se reúnen unos cuentos absolutamente magistrales, tan magistrales
como los que escribían sus compañeros generacionales (Aldecoa, Medardo Fraile o
Fernández Santos). No he entendido nunca lo que me parece una gran
contradicción y una gran injusticia: que un hombre que escribe tan bien no haya
dado de sí todo lo que hubiera debido dar. Sí, ya sé que están sus pecios, pero
Ferlosio me ha dejado siempre con el deseo de más. Y es que, lo repito por
tercera vez, es un gran escritor que, a lo mejor, no se lo acaba de creer.
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