Ya
conocéis mi gran admiración por don Juan Valera, ese señorito cordobés que
escribía como los ángeles. Y don Juan, en una carta fingida de Currita, la
protagonista de Pequeñeces, al padre Coloma, expresa su opinión por la novela
que se resume en estas famosas palabras:
Y aquí viene bien, en mi sentir, el hacer notar el capital error
de usted. Ha querido usted crear algo del género epiceno, y ha salido del
género neutro. Ha pensado usted, novelista y misionero a la vez, divertir y
aterrar; escribir un libro de pasatiempo que fuera sermón también; una
novela-sátira; y las extraordinarias facultades de usted se han neutralizado; y
ha resultado que la novela hubiera sido mejor sin ser sátira; y la sátira,
mejor sin ser novela; y el sermón, retemejor si no hubiera sido ni novela ni
sátira.
Unas líneas más
abajo, don Juan, siempre por boca de Currita, le dice a Coloma:
Aquí huele mal, dice usted; pero en vez de echar sahumerios y
derramar desinfectantes, agita usted y revuelve la inmundicia con el palito de
la pluma para que el hedor llegue a todas las narices, y ya brote en ellas el
clavel que supone usted que va a salir del estiércol, ya aparezca algo de más
sólido y puntiagudo.
Don Juan lucha
también contra la idea de que Madrid sea una Babilonia:
Traigo aquí el sucedido, no para mover lástima -Dios nos libre,
como dice el primer gran novelista del mundo, de que nadie nos tenga lástima-,
sino para que se perciba lo ocasionadas que son ciertas pinturas y ciertas
declamaciones a fomentar el odio a los ricos en los pobres y menesterosos, y en
el vulgo de las provincias el falso concepto de que Madrid es una Síbaris o una
Babilonia, levantada a costa del resto de España; un foco de corrupción y una
Jauja, donde se come, se bebe y no se trabaja, en teniendo un poco de
travesura.
Y, desde luego, no
tiene desperdicio esta “andaluza” puya que le manda al padre Coloma:
No se le aparece usted como buen pastor, que procura
llevar al redil las ovejas descarriadas, sino como cura-torero que, remangada
la sotana, va clavando en los pescuezos, a guisa de banderillas, sendos
ejemplares de su libro.
Leeos la novela del padre Coloma, pero,
después, bebeos como antídoto esta carta de Currita a don Luis. Es más que
necesaria.
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