Hay ocasiones en que un libro de poesía te trastorna, te hace que lo lleves en la memoria a lo largo de las actividades y quehaceres del día. Estos libros son raros en los tiempos que corren en donde se practica una poesía muy descafeinada, que busca el premio y el relumbrón, pero que no tiene “chicha”. No es el caso de este poemario – antología de Hilario Barrero al que no conocía y cuyo descubrimiento ha sido lo mejor que me ha ocurrido en poesía en los últimos años y , perdón por la inmodestia lectora, pero me leo muchos poemarios al año. La de Barrero es una poesía honda, en donde el dolor surge como elemento sanador del poema y que cura al lector de sus propios dolores que no son tan diferentes de los del poeta toledano. Educación nocturna es el reino del tiempo que pasa y que huye y del deseo que no nos abandona. Es un canto a la vida y a la libertad el que entona ese niño cuyos ojos estaban doloridos de murallas y que un día se marchó a Nueva York, cansado de mañanas de niebla, de inquisidores de medio pelo y del olor a aguardiente barato de aquella sociedad que lo condenaba por ser diferente. Me ha gustado tanto que le he compuesto a su autor un poema que saldrá en mi quinto libro de npoemas, Las parras fecundas.
No vale ni la décima parte que los de
Barrero, pero, como los toreros, entre poetas, nos entendemos.
Amarrado al árbol de la noche oscura
tu cuerpo no soporta una saeta más.
Hilario Barrero
Admiro
aquel niño que está prisionero
con los
ojos doloridos de murallas,
con la
boca deseosa de los cuerpos
que se
ocultan en prohibidas alamedas.
Admiro a
aquel hombre que mira y se oculta,
que se
guarda un nombre escondido en el pecho
y las
calles recorre junto a Tristana,
triste
Sebastián de crueles arqueros.
La azotea
tenía temblor de geranios,
de calor
que prendía el torso desnudo,
de manos
benditas del líquido espeso
que
surgía de la fuente de tu centro.
Sintiendo
en tu boca una brasa encendida,
buscabas
las bocas de labios mordidos,
aquéllas
que habitaban noches oscuras,
aquéllas
que sangraban de miedo rabioso.
Y un día marchaste
a la gran Babilonia;
y viviste
el amor sin mañanas de niebla,
los ojos
sin dolor de viejas murallas,
viviendo
lejano de sotos prohibidos
Aguardan
en tu infancia los geranios serenos,
libre tu
pecho de afiladas navajas
e inermes
se doblan los crueles arqueros
a la
lengua que vence arrasando en lo oscuro.
Amigo Luis: Qué alegría más grande me he llevado al leer tus palabras y el poema. Muchas gracias! Siento encontrarmelo ahora, pero alegra que haya estado navegando, en el mar del internet, y haya a su destino. Me puedes dar tu email? Un abrazo cordial.
ResponderEliminarQué decir, son estas cosas que alegran la vida, que la sacuden de su marasmo o de su angustia, que recompone las ansias, que reconfigura universos extraviados. Como a Luis, uno vino a conocer ese mágico personaje llamad Hilario, bien tardíamente. Pero encontrarlo borra toda ausencia anterior. Y tu escrito Luis y tu poema para Hilario, representan el verdadero haber de un poeta. Su voz se ha extendido y nos ha atrapado. Y lo celebro y los celebro a ambos.
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