Le recuerdo a usted, don Antonio Amaya, de aquel
disco de pizarra en el que cantaba Locura
de amor y El pescadero. Le
recuerdo a usted en aquellas mañanas de geranio y hierbabuena que regaba mi
abuelo en aquel Madrid de los setenta. A
nadie le importa que no se apellidara Amaya sino Peláez Tortosa porque los
dioses pueden ponerse y quitarse sus nombres cuándo y cómo gusten. Su carrera
comenzó en Barcelona con Celia Gámez, la
argentina más chulapona, con la que también
estaban Tony Leblanc y Juan Manuel Lara. Con veintitrés años, ya estaba usted
en un teatro de Barcelona representando Bronce y Oro. Su mánager fue Rafael Lasso
de la Vega, curiosamente manager de Joan Manuel Serrat, y su mayor éxito, Doce cascabeles. Fue amigo de Rafael
Conde el Titi y con él cantaba, de manera insuperable, Mi vida privada, una canción que a los dos les iba como un guante.
En Sitges abrió Chez Antonio, cita de artistas y de gente de la farándula. Se
nos fue en 2012 y está enterrado en Jaén junto a su madre.
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