domingo, 26 de noviembre de 2017

CATALINA DE ALEJANDRÍA


Catalina era una joven hermosa y culta que había nacido en Alejandría y que había estudiado junto a los mejores filósofos de su época con lo que consiguió llegar a ser ella misma una reputada filósofa y poeta. Un día, Cristo se le apareció y ella decidió entregarse a ese Amor con todo su bagaje filosófico y literario. Sin embargo, el emperador Majencio giró una visita a Alejandría y dio una fiesta a la que acudió Catalina que era amiga de Hipatia, la célebre matemática alejandrina. Llegada la hora de los sacrificios a los dioses, Catalina hizo en su lugar la señal de la Cruz, pero Majencio, en lugar de martirizarla en el acto, la llevó a palacio en donde Catalina le dijo que quería debatir con los filósofos alejandrinos. Accedió el emperador de Roma y la joven refutó con tanto éxito a los sabios que éstos se acabaron convirtiendo al cristianismo. Majencio se enfadó tanto que mandó matar a los sabios no sin antes intentar que uno de ellos se casara con Catalina, pero la joven se negó en redondo. El emperador la mandó azotar y la envió a prisión en donde recibió la visita de la mismísima emperatriz, Valeria Maximina,  y de Porfirio, un militar romano que acabó convertido junto con los soldados que lo acompañaban. Majencio, viendo que iba a terminar por convertir no sólo a toda Alejandría sino a toda Roma, la envío a una máquina de tormentos  - la famosa rueda de Santa Catalina – y, finalmente, ordenó decapitarla tal y como cuenta su Passio Caterinae. Su tumba no está en Alejandría,  sino en el Monte Sinaí porque hasta allí la llevaron los ángeles. Esta entrada viene a cuento porque ayer la hemos celebrado y porque mi abuela Patro, tan nombrada en este blog, decía “me estás haciendo pasar la rueda de santa Catalina”. Por lo que respecta a Majencio, fundó en Roma la basílica de Majencio, pero esa ya es otra historia tal y como digo en otras ocasiones.

 



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