El gaiteru de Veriña se llamaba José Antonio García
Suárez y no era de Veriña como se podría pensar, sino de Poago. Era hijo del
famoso Ramón d’Antón, un grande DE la gaita, y debutó con catorce años tocando
en Santiago de Priuvia la Misa de gaita.
José Antonio se llevaba la gaita hasta para cuidar les vaques y a él se debe
que la gaita siga hoy viva en Asturias pues, allá por los sesenta junto con dos
o tres gaiteros más, empezó a hacer que la gaita resucitara. Ya en los setenta,
tocó la gaita con renombrados cantantes
de tonaes asturianes como Vicente
Díaz, Agustín Argüelles o Marcelino Meré, el Manquín. Se nos fue hace ya once
años, pero, según me cuentan, su nieta ha seguido su estela. Por cierto, no os
he contado por qué razón le llamaban así: el gaiteru de Veriña. Nos lo cuenta
Fernando Ruiz, organizador del Festival de la Canción Asturiana de Gijón: «Cuando empezaba a tocar, los cantantes le pasaban a
buscar para llevarle a las romerías. Para evitar que tuvieran que subir hasta
Poago, él siempre quedaba en Veriña y con el nombre de esta parroquia se
quedó». Recuerdo que viajando en el FEVE
de Candás a Gijón, sentí un golpe de alegría cuando vi la estación de Veriña,
aquella parroquia en la que quedaba con sus amigos uno de los más grandes
gaiteros de Asturias. Y recuerdo también aquel viaje en que iba escuchando con
mi familia su música mientras el viejo R-12 escalaba el puerto de Piedras
Luengas dejando atrás Potes y, al otro lado de la cordillera, Arenas de
Cabrales. Cosas de la madurez.
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