He
terminado ayer de oír esa maravilla que es la obra completa de Schumann interpretada
por Wilhem Kempff, ese pianista y compositor alemán que tocaba a Beethoven,
pero que no se olvidó nunca de Schubert, Schumann o Chopin. Es más, grabó las
obras completas de estos compositores además de obras de Liszt, Brahms o Bach.
Su manera de tocar era “religiosa” y, cuando se escucha su Schumann, se escuchan oraciones al piano. En las
Waldszenen, Kempff te mete en los claros del bosque y en los Kinderszenen juegas
con los niños y sueñas con ellos. Os podría hablar de la Sonata nº 2, de la
Kreisleriana o de las Piezas nocturnas en las que el arte del pianista de
Jüteborg hacía que las partituras se elevaran hasta los cielos de la música. Lo
curioso es que este alemán sabio y culto no tocó en Londres hasta 1951, cuando
ya contaba con cincuenta y seis años; a Nueva York no “llegó” hasta 1964, con
sesenta y nueve años. Estuvo tocando toda su vida y pasó su vejez en Positano a
donde peregrinaban los discípulos para escuchar al maestro. Ya no quedan pianistas
como éstos, pero gracias a los discos podemos seguir disfrutando de estos
pianistas de “otro mundo”.
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