Alfonso
VIII es el rey que da nombre al hotel en el que
hemos pasado unos días en Soria. Y es que es normal que el hotel lleve
este nombre pues este rey castellano nació en esta ciudad en el año 1155. La
verdad es que Alfonso VIII es recordado por múltiples hechos entre los que
destacamos uno: es el rey que gana la batalla
de Las Navas de Tolosa, Pero también es el fundador, junto con Tello Téllez de
Meneses, del Studium Generale palentinum
que fue la primera universidad de España y que se acabaron llevando a
Valladolid. Don Alfonso, no contento con esto, fue el que reconquistó Plasencia
y esto es curioso porque él, nacido en la Extremadura castellana – Soria es “la
cabeza pura de Extremadura-, conquistó lo que, con el tiempo se conoció también como la “Extremadura castellana” que,
en un principio tan sólo se extendía por la comarca de La Vera y que, poco a
poco, fue extendiéndose, a medida que la Reconquista avanzaba, hasta lo que hoy
conocemos como Extremadura. Alfonso VIII también es muy recordado en la bellísima
ciudad cacereña de Plasencia en donde había un empalme de ferrocarriles razón
por la cual mi abuelo Luis, que bajó desde Salamanca con las tropas de Franco
(con perdón), llamaba a Plasencia “Plasencia-Empalme”. Y es que los aficionados a los ferrocarriles sabemos
que una estación es la de Plasencia – Ciudad y otra la de Plasencia – Empalme conocida
en la actualidad también como estación de Monfragüe por el Parque Nacional
extremeño. Pero volvamos a lo que estábamos tratando y digamos que este rey
castellano se casó con Leonor de Plantagenet, hermana de Ricardo Corazón de
León e hija de Enrique III y Leonor de Aquitania. Sin embargo, el regio
personaje se murió de unas fiebres en la población, perteneciente a la Tierra
de Arévalo, de Gutierre – Muñoz en donde los vecinos han tenido el detalle de
erigirle un monolito. Pero no descansa en este pueblito abulense, sino en el monasterio
de las Huelgas en Burgos, que fue fundación suya, junto con su querida Leonor con la que tuvo,
que se sepa, diez hijos pues la cifra exacta no se conoce. Es que los reyes de
antes tenían tiempo para todo.
martes, 30 de abril de 2019
domingo, 28 de abril de 2019
EL SANTERO DE GAYA NUÑO
Hace unos años tuve la inmensa fortuna de leer un libro maravilloso que
se titula El santero de San Saturio y
que, si no es uno de los grandes libros de la literatura universal, sí que es
uno de esos libros que llevo en mi corazón. Gaya Nuño, el soriano de Tarcuende,
escribió este libro, seguramente desde su piso en la calle Ibiza de Madrid,
destilando tanto amor por su tierra natal que yo recomendaría a cualquiera que,
a demás de comerse unos torreznos en El Portillo, se lea este libro cuando visite
la ciudad castellana, cabeza pura de Extremadura, o que se lo lea antes en su
casa sin los torreznos del Portillo. Gaya Nuño tiene una vida triste: su padre
fue asesinado durante el "alzamiento nacional" y él también sufrió
las consecuencias de haber sido republicano. Eso no le impidió escribir de arte
como pocos han escrito en España y, quizás en un momento de añoranza de su
tierra natal, escribir ese libro que se debería vender en las tiendas de
recuerdos junto a torreznos, mantequilla y caballitos celtibéricos. Sin embargo, no haría justicia a José María,
el sabio de Ávila, si me callara que fue él el que me habló por vez primera de
Gaya Nuño y me recomendó la lectura del “santero”. Por cierto, que la receta de
los escabeches sorianos que me hago en casa algunas veces con la materia prima
magnífica que me proporcionan los hermanos Enjuto de Laguna de Duero me la “contó”
el señor Gaya. Hay que revelar las fuentes pase lo que pase.
VÉRTIGO DE SEBALD
Ayer
terminé con una gran pena esa novela maravillosa que es Vértigo de Sebald. Digo con pena porque su lectura me ha
proporcionado uno de los ratos más placenteros que me ha podido proporcionar
lectura alguna. Como Sebald es un autor del que se ha escrito mucho y bien,
omito cualquier intento de análisis culto - que tampoco estaría a mi alcance-, y me centro en las sensaciones que como lector
he experimentado.
Dividida en cuatro partes (Beyle o el
extraño hecho del amor; All'estero; Viaje del doctor K. a un sanatorio de Riva
y Il ritorno in patria) puedo deciros que la última parte, sin que desmerezcan las
otras tres, es de lo mejor que he leído en literatura alemana en lo mucho que
llevo leído a mi ya provecta edad. Y no sólo en literatura alemana, sino en
literatura de cualquier país del mundo. La emoción con la que Sebald “ritorna
in patria” en esos pequeños relatos que van conformando su niñez son tan
sublimes que, al terminar, he sentido pena por que Sebald no alargara la novela
unas páginas más.
Sebald además va haciendo un recorrido
por el arte, por la música (todos habréis visto las connotaciones monteverdianas
que tiene esta cuarta y última parte de su novela) y por mil cuerdas que va
tejiendo como una red en la que atrapa al lector. Sé que esto es un tópico,
pero, para una prosa tan grande como la
de Sebald, me quedo sin palabras.
MARCELO USERA
Recuerdo
de mi niñez que mi padre venía muchos días a casa después del trabajo hablando
de las calles del barrio de Usera que todas o una gran parte de ella las habían
bautizado con el apellido de este señor, en aquellos días, un absoluto desconocido
para mí. ¿Quién sería ese Marcelo Usera que había dado nombre a otras calles
como Gabriel Usera o Isabelita Usera? Han pasado muchos años desde esa pregunta
que hoy, con la mayor humildad, os pretendo contestar. Todo comienza cuando un teniente coronel del
ejército, allá por 1910, se pone a
urbanizar unos terrenos de la que era su esposa, Carmen del Río Fernández y que
ésta, a su vez, había heredado de su padre, un agricultor madrileño al que
apodaban El Tío Sordillo. No eran pocas las tierras que tenía "el
Sordillo" y don Marcelo las empleó en parte para su edificación y, en
parte, para explotaciones agrícolas y ganaderas. El militar tuvo la curiosa
idea de nombrar las calles con nombres de hermanos, familiares e incluso de
trabajadores suyos y así podemos ahora reconocer a los primeros por las
numerosas calles que en este barrio madrileño se "apellidan" Usera
aunque, en el caso de los segundos, su
reconocimiento sea mucho más complicado. Vivió don Marcelo hasta 1955, pero no
así doña Carmen que falleció dejando
viudo al militar y empresario que decidió casarse con Anita Vindel y
Ochoa. Curiosamente, el colegio público
Marcelo Usera que fue inaugurado durante la Segunda República, más en concreto un
14 de abril de 1933, en el segunda aniversario de la ya mencionada república,
fue construido por una donación del propio don Marcelo que no tuvo hijos en ninguna
de sus nupcias. Digo esto no vaya a ser que algún político analfabeto le venga
en gana quitarle, por franquista, a don Marcelo las calles y el colegio. Que de
todo se ha visto en estos últimos años. El barrio de Usera es, en la
actualidad, el barrio madrileño en el que más chinos viven. Pero eso ya es otra
historia.
Recuerdo
de mi niñez que mi padre venía muchos días a casa después del trabajo hablando
de las calles del barrio de Usera que todas o una gran parte de ella las habían
bautizado con el apellido de este señor, en aquellos días, un absoluto desconocido
para mí. ¿Quién sería ese Marcelo Usera que había dado nombre a otras calles
como Gabriel Usera o Isabelita Usera? Han pasado muchos años desde esa pregunta
que hoy, con la mayor humildad, os pretendo contestar. Todo comienza cuando un teniente coronel del
ejército, allá por 1910, se pone a
urbanizar unos terrenos de la que era su esposa, Carmen del Río Fernández y que
ésta, a su vez, había heredado de su padre, un agricultor madrileño al que
apodaban El Tío Sordillo. No eran pocas las tierras que tenía "el
Sordillo" y don Marcelo las empleó en parte para su edificación y, en
parte, para explotaciones agrícolas y ganaderas. El militar tuvo la curiosa
idea de nombrar las calles con nombres de hermanos, familiares e incluso de
trabajadores suyos y así podemos ahora reconocer a los primeros por las
numerosas calles que en este barrio madrileño se "apellidan" Usera
aunque, en el caso de los segundos, su
reconocimiento sea mucho más complicado. Vivió don Marcelo hasta 1955, pero no
así doña Carmen que falleció dejando
viudo al militar y empresario que decidió casarse con Anita Vindel y
Ochoa. Curiosamente, el colegio público
Marcelo Usera que fue inaugurado durante la Segunda República, más en concreto un
14 de abril de 1933, en el segunda aniversario de la ya mencionada república,
fue construido por una donación del propio don Marcelo que no tuvo hijos en ninguna
de sus nupcias. Digo esto no vaya a ser que algún político analfabeto le venga
en gana quitarle, por franquista, a don Marcelo las calles y el colegio. Que de
todo se ha visto en estos últimos años. El barrio de Usera es, en la
actualidad, el barrio madrileño en el que más chinos viven. Pero eso ya es otra
historia.
lunes, 22 de abril de 2019
WILHELM KEMPFF Y LA DULZURA DE SCHUBERT
En el
libreto de las sonatas completas para piano de Schubert, Wilhelm Kempff dice, en
alemán naturalmente, unas palabras que deberían ir en todas las partituras de
las sonatas de Schubert:
“La
mayoría de las sonatas de Schubert no deberían exponerse a la luz cruda de las
inmensas salas de conciertos puesto que se trata de confesiones de un alma muy
vulnerable y especialmente lo son los monólogos, tan dulcemente susurrados que
el sonido se pierde en la sala (Schubert nos revela en un triple pianísimo los
secretos más profundos).
Mejor
no se puede decir.
sábado, 20 de abril de 2019
YO, CLAUDIO
Debía de
correr el año 1978 cuando en la TVE se pasó la serie Yo, Claudio cuyo éxito fue enorme. La imagen de ese pobre hombre
cojo, tartamudo y que parecía tonto, ganó a los telespectadores del mundo
entero. Como base a esta serie se contaba con el relato de Robert Graves del
mismo nombre y con su continuación: Claudio
el dios y su esposa Mesalina. Desde aquella fecha, quizás llevado por esa
soberbia de los intelectuales que rechazamos lo popular, no había hecho ni
intenciones de leer la obra que, a todo buen latinista, debería interesar
porque sigue muy de cerca a Suetonio.
Sin embargo, hace como cosa de un mes, me vino la necesidad de leer a Graves y
me puse a la tarea con el Yo, Claudio.
Graves, que rechazaba las dos novelas
citadas porque eran obra de la necesidad, hace una historia con buena narrativa
que mantiene entretenido aunque se recogen, como es normal, los grandes tópicos
sobre Livia y el manejo de los venenos y sobre el manejo de esta sabia mujer
sobre el gran Augusto. Recomiendo su lectura y me he reservado para mayo la
segunda parte. Ya os contaré.
PONCIO PILATOS, PREFECTO DE JUDEA
Como estamos
en la época propicia, me apetece contaros algo de Poncio Pilatos, un curioso
personaje del que todos hemos oído hablar. Hitler dijo de Franco que “estaba en
la historia como Pilatos en el Evangelio”, o sea, por pura casualidad, pero no
se paró a hacerse un examen personal porque a esas cosas no era muy aficionado
el dictador alemán. Pero vamos al tema.
De Pilatos sabemos por Flavio Josefo y por Tácito que lo mencionan como procurator (procurador) o como praeses, gobernador. Sin embargo, con el
hallazgo en 1961 de una inscripción oficial, se puede afirmar, tal y como ya
sospechaba Hirschfeld, que su cargo era el de praefectus, prefecto, tal y como se puede leer en la inscripción:
[ ]
S TIBERIEUM
PONTIUS PILATUS
[PRAEF]ECTUS IUDAE[A]E
[REF]E[CIT]
PONTCIO PILATOS
PREFECTO DE JUDEA
REHIZO ESTE TIBERIEO (Templo en el que se daba culto a Tiberio)
Nada
sabemos, sin embargo, ni de la fecha de si nacimiento ni de la fecha de su muerte,
pero sí que conocemos que fue el quinto prefecto de la provincia romana de Judea
y que estuvo en el cargo desde el año 26 hasta el 36. Fue nombrado prefecto por
Tiberio a instancias de Sejano, prefecto para el pretorio y mano derecha del
emperador. Este personaje era un antijudío y, según los historiadores, un
personaje de cuidado. Por tanto, Pilatos era de “la cuerda” de Sejano, algo que
no dice mucho a su favor. El puesto de mando de la prefectura estaba en Cesarea
de Filipo, pero, ante las revueltas de bandas armadas, decidió trasladar la
capital a Jerusalén. Las razones de las revueltas eran, principalmente dos: el
intento de introducir imágenes del emperador en Judea y la construcción de un
acueducto en Jerusalén para cuya obra solicitó dinero del Sanedrín. Al
principio, los sacerdotes judíos se negaron, pero acabaron pactando con el
romano lo que provocó el más que justificado enfado del pueblo judío. Filón de
Alejandría nos dice que “el gobierno de Pilatos se caracterizó por su
corruptibilidad, robos, violencia, ofensas, brutalidades, condenas continuas
sin proceso previo y una crueldad sin límites”. Vamos, que Pilatos no era un
angelito.
Los
católicos lo recordamos cada vez que rezamos el Credo, pero debido a la
presencia histórica de la religión católica en el mundo, Pilatos no ha sido
ajeno ni al cine , en el que hay
numerosas películas de ésas que suelen poner por la Semana Santa en las que
hablan de él, ni tampoco en la literatura. Anatole France tiene un cuento sobre
Poncio en su libro de cuentos “El estuche de nácar”; en este breve relato, France
nos presenta a un Pilatos que ya no recuerda a Jesús de Nazaret. Sin embargo,
es en el Maestro y Margarita, novela de Bulgakov, en donde tiene un encuentro
con Jesús de Nazaret y, tal y como narran los evangelios, se acaba entregando a
los judíos como tantos soviéticos se lavaron las manos y permitieron los
crímenes de Stalin.
viernes, 12 de abril de 2019
AS QUEIXAS DE FRANCISCO LUMBRERAS GARCÍA, POETA GALEGO
¡Qué poco sabemos de este
hombre, de este poeta gallego! Para algunos coruñés; para otros, nacido en Madrid, pero de padres
gallegos. Francisco Lumbreras García es conocido, sobre todo, como actor y,
como tal, estrenó el Don Juan de Zorrilla. Fue en esta faceta en donde
Lumbreras destacó y fue para el teatro para el que escribió algunas obras. Sin
embargo, en 1885, publicó un libro llamado Hojas
sueltas: rebuscos poéticos y algo en prosa. Establecimiento Tipográfico de
La Voz de Galicia. En él, figura esta joya que os presento y que cantaron Os
Tamara. Le puso música uno de sus integrantes, el gran músico gallego Prudencio
Romo. Pucho Boedo, el mítico vocalista de Os Tamara, cantó esta letra con una emoción y un
sentimiento que marcaron mi infancia. Espero que os guste tanto como a mí.
QUEIXAS
Volve,
noite misteriosa,
¡ay! volve
noite serea,
menciña dos
meus pesares,
consolo das
miñas penas;
volve coa
pálida lúa
que os
regueiriños refrexan,
co as tuas fadas
e sonos,
co a tua
brisa que abanea,
runxendo,
runxendo a modo
nos soutos
e ramalleiras.
Volve
estrela cobizada
que de
noite escentileas;
luceiro dos
namorados
que no
firmamento velas;
se, n’estas caladas horas
d’amor e d’
encanto cheas,
a i-alma da
miña i-alma
a ti os
seus ollos eleva,
dille que
morro d’ amor,
que vivo
pensando n’ela;
dille que,
cando ti brilas,
es a sola
confidenta
das bágoas
que do meu peito
rompen a
cárcere estreita.
Dille que
cando a alborada
as suas
galas desplega
entre
brétemas de rosa
chorando
venme Á sua reixa,
mentres
ela, n’outros brazos,
lonxe da
querida terra,
recordo de
tantas ditas,
quizáis se
esquence da aldea
onde os pes
da santa Virxen,
axiunllada
na igrexa,
dándome unha
cruz bendita
e un
escapulario en prenda,
díxome: “
Por sempre tua”
i-eu xurei
sempre querela.
Volve, noite misteriosa,
¡ay!, volve
noite serea,
menciña dos
meus pesares,
consolo das
miñas penas!
Así contan
que un amante
daba suas
queixas ao vento,
mentras que
unha linda nena
que lavaba
n’un regueiro,
este cantar
entoaba
repetido
polo eco:
“Amor,
constancia, ventura,
todo morre
tarde o cedo:
onte non
sei se te vin;
se te vin,
hoxe…non lembro.
Francisco
Lumbreras ( 1899)
A Coruña
domingo, 7 de abril de 2019
CLAUDIO PRIETO, EL GRAN MÚSICO DE GUARDO
Era un 24 de noviembre de 1931, en el pueblo de Muñeca de la
Peña, un municipio dependiente de Guardo en esa carretera que lleva desde la
capital del Alto Carrión a Cervera de Pisuerga, donde nació el maestro Claudio
Prieto. Con tan sólo dieciséis años fue para El Escorial en donde estudió con
el gran musicólogo agustino Samuel Rubio. En 1960, obtiene una beca de
intercambio Cultural del Ministerio de
Asuntos Exteriores que le permite acudir a los Cursos Superiores de
Perfeccionamiento que se impartían en la Academia Nacional
Santa Cecilia de Roma. Durante los tres años siguientes, tuvo como maestros a Goffredo Petrassi, Bruno Maderna y Boris Porena. Al acabar la
formación recibió el Diploma de Estudios Superiores de Perfeccionamiento de la Academia y regresó a
España. En 1967, participó en los Cursos Internacionales de Darmstadt (Alemania) con los
profesores György Ligeti, el gran
compositor húngaro, Karlheinz
Stockhausen, y Earle Brown,. No era, tal y como podemos ver, un mal bagaje para
un joven de treinta y tres años. Su consagración vendría con su conocidísima Solo a solo para flauta y guitarra.
Sería el principio de numerosos éxitos: El
Fandango del Padre Soler en versión libre, Tres sinfonías, un Concierto
de amor para violonchelo y orquesta y dos obras muy especiales: Peñas arriba, basada en la novela de “mi
Pereda” y en la que el compositor une su montaña palentina con la montaña de
Cantabria, y el Himno a Guardo, su
pueblo, en cuyo estreno participaron la
Coral vaccea (de la capital del Carrión) y la Coral de Guardo. Esa fecha tan
emocionante fue un 30 de diciembre de 2001 (hay un vídeo en Internet:
en Guardo, el maravilloso lugar en donde Claudio
vio la luz y en donde tocó en su banda. Guardo merece una entrada aparte en la
que tendría que demorarme en sus paisajes de la montaña y en ese Carrión joven
que acaba de nacer en Fuentes Carrionas. Como es lógico, se le puso su nombre
al Instituto de Guardo. ¡Qué menos se merecía tan grande músico palentino! Pero
he te aquí que un buen día, los políticos que manejan la educación consideraron
que había que modificar “ la estructura organizativa de los centros de
Secundaria en la Montaña Palentina” y el nombre de Claudio Prieto, que aún
estaba con vida y que coleaba, se “cayó” del Instituto de su pueblo. Ahora se
llama IES “Guardo”. Todo un alarde de imaginación. Como me gusta contar las
historias completas, os diré que en Guardo había dos Institutos: El Señorío de
Guardo y el Claudio Prieto; que se hizo una fusión y que se nombró al instituto
resultante como IES de Guardo. Toda una proeza. ¿Qué sentiría el maestro cuando
se enterara de que el Instituto de su pueblo había “perdido su nombre”? Don
Claudio murió en 2015, dos años después de que se perpetrara este atropello.
Pero es que no se puede pedir peras a un olmo (con y sin grafiosis).
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