domingo, 12 de mayo de 2019

LOS OBREROS DEL CONDE DE ROMANONES



Cuentan que don Álvaro de Figueroa, conde de Romanones, iba paseando por Madrid con su corte de adláteres, paniaguados y correveidiles cuando llegaron a una obra. Los obreros, al calor de la lumbre y tras haberse comido el cocidito madrileño de rigor, sesteaban indolentes al solecillo de marzo que, por los Madriles, ya pega como un mazo. Uno de los correveidiles cuyas manos estaban horras de callos pues nunca habían conocido el recio trabajo de aquellos albañiles, por hacerse el gracioso y, de paso, adular a don Álvaro quizás ya pensando en algún nuevo favor o prebenda, se acercó hasta el estevado conde para decirle: “Don Álvaro, mire cómo duermen los obreros en España”. Y cuentan que don Álvaro, parándose un momento, mirándole al graciosillo y hablándole con un cierto gracejo, le espetó: “Déjelos que duerman, Martínez, déjelos; porque el día que despierten…”

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