Quiero hablaros en esta entrada – y, si así lo considerara necesario, en otra-, de la lengua de madera que es una traducción del término francés langue du bois. Me refiero a ese lenguaje vago e impreciso propio de los políticos para desviar la atención de los asuntos verdaderamente importantes. De esta manera intentan disimular su pensamiento para influir mejor y controlar el de los demás. Dada su definición, pasemos, pues, a su historia.
Este sintagma aparece por primera vez
en un escrito de un político polaco exiliado en París, Czeslaw Milosz que en
1953 escribió sobre un personaje sometido al régimen comunista polaco lo que
sigue: “Gritará de desesperación porque sabe que lo que escribe es madera”;
Edgar Morin, en 1961, refiriéndose a China, habla de la lengua de madera que usa el Partido Comunista chino y, para no
cansar, el sintagma entra en la enciclopedia Larrouse en 1981. Como podéis ver,
se aplica al mundo comunista, pero pronto pasaría al mundo occidental. Es más,
Orwell, en plena posguerra, ya habla de la newspeak
, como una lengua doble que más busca la confusión que la verdad. Es más, si me
lo permitís, os diré que esa langue du
bois ya aparece en el Comentariolum
petitionis, ese “manual del candidato” que Quinto Cicerón le escribe a su
hermano Marco Tulio. Os copio:
Quare hoc quidem
facile praeceptum est, ut quod facturus sis id significes te studiose ac
libenter esse facturum; illud difficilius et magis ad tempus quam ad naturam
accommodatum tuam, quod facere non possis, ut id aut iucunde neges aut etiam
omnino non neges, quorum alterum est tamen boni viri, alterum boni petiroris.
Que en mi humilde traducción dice así:
Por lo que es ésta
una regla sencilla: lo que vayas a hacer, muestra que lo harás con dedicación y
a tu gusto. Hay otra más difícil y más adecuada a esta coyuntura que a tu
naturaleza: que lo que no puedas hacer, lo rehúses con amabilidad o no lo
rehúses de manera ninguna; lo primero es propio de un hombre de bien, pero lo
segundo, de un buen candidato.
Ya veis cómo se las gastaban hace dos
mil años en Roma y como nihil novum sub
sole est. Quinto separa muy bien al “hombre de bien” del “candidato”. Vamos,
dicho claramente, que si te dedicas a la política como un vir bonus, no te comes ni un rosco electoral.
Hemos hablado antes del comunismo y
cómo los filólogos comenzaron a hablar de este tipo de lengua que dice pero no
dice refiriéndose a los regímenes del otro lado del telón de acero, pero Victor
Kemplerer en su obra sobre la LTI (Lingua
Tertii Imperi) ya nos habla en 1947 de esa lengua que usaban los nazis que
iba dirigida a los sentimientos y no a la razón: no hay que transmitir ideas,
sino emociones.
Pero ¿también, si hasta ahora la hemos
visto referida a regímenes faltos de libertad, se da en los países democráticos? Pues sí, también la
encontramos. Fue el mismo Orwell el que en un artículo aparecido en 1946 nos
concreta esa perversión del lenguaje. (Por cierto, Amando de Miguel publicó
hace ya unos años un libro muy interesante que se llamaba así, La perversión del lenguaje). En este
artículo de Orwell se recogen sus principales características que vamos a
verlas:
a)
Metáforas muertas (dying metaphors): Son frases hechas que
evitan la expresión personal. Verbi gratia, los afamados “brotes verdes” que
brotaban y brotaban, pero nunca se los veía.
b)
Hinchazón expresiva (operator, or verbal false limbs). Todos
tenemos en la cabeza esa frases ampulosas de los políticos que dicen cosas, pero que analizadas no dicen nada o muy poco.
Se me viene a las mientes esa frase del gran Adolfo Suárez cuando decía aquello
de “vamos a elevar a categoría de normal lo que ya es normal a nivel de calle”
o su característico “puedo prometer y prometo”.
c)
Dicción pretenciosa. El político evita
el lenguaje natural y se decanta por una expresión de aspecto imparcial o
científico que suele estar plagado de palabras que el pueblo entiende con
dificultad. En tiempos, los políticos recurrían al latín o al griego, pero
ahora prefieren usar palabras en inglés.
d)
Palabras sin sentido (meanningless words) que van además
insertadas en párrafos largos y complejos que no dicen nada. Un ejemplo, de
entre miles, podría ser esta frase de José María Aznar que, aun no siendo larga,
dice y no dice:
“El
ministro francés tiene sus ideas políticas y yo tengo mis ideas políticas,
pero, claro, él es francés y yo soy español”.
Os recomiendo la muy
extensa y documentada tesis doctoral de Emilio Alejandro Núñez Cabezas Aproximación al léxico del lenguaje político
español publicada en la Universidad
de Málaga, que la podéis encontrar en Internet:
https://riuma.uma.es/xmlui/bitstream/handle/10630/2734/1627684x.pdf
Si os parece, lo dejamos aquí y
continuaos en una próxima entrega.
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