Me
vais a permitir contaros la muy curiosa historia de Aecio, conocido como el
último romano y vencedor de Atila en los Campos Cataláunicos allá por el año
451.
Aecio, según cuentan, fue rehén de los
hunos y conoció al mismísimo Atila. Había nacido en Durostorum, población de la
Escitia Menor, en la actual región de Dobruja que hace frontera entre Rumanía y
Bulgaria. Era hijo de Flavio Guadencio, de una familia militar romana de origen
esciro o godo, que había llegado a ser magister
militum, y de Aurelia, que pertenecía a una noble familia senatorial
romana. Fue durante el tiempo que pasó con los hunos cuando trató y hasta tuvo
amistad con el joven Atila y con el que siempre tuvo el deseo de enfrentarse en
combate. Ese encuentro se produciría en esa celebérrima batalla cuyo origen os
explicaré en otra entrada, y terminaría con la victoria de Aecio que tampoco
fue total pues, al año siguiente, se dirigiría a Roma. Lo que pasó ahí me
permitiréis que os lo cuente en otra entrada porque el tema da para mucho.
El emperador era Valentiniano III y
había un poeta de la Bética llamado Merobaudes que le escribió un par de
panegíricos a Aecio por su victoria. Lo que nadie podía pensar era que el
mismísimo emperador iba a sentir celos del general por la fama de los
panegíricos y que un mal día, abrigando sospechas de que lo que de verdad
quería Aecio era apoderarse del trono de Roma, lo citara en palacio, mantuviera
con él una discusión elevada de tono y lo acabara matando por sorpresa
atravesándolo con una espada. Sin embargo, siguiendo el dicho de que “quien a
hierro mata, a hierro termina”, dos antiguos oficiales de Aecio, quizás a
instancias de Petronio Máximo, rico senador romano que aspiraba al trono, lo
asesinaran durante un desfile militar.
En fin, ya veis cómo eran las cosas en
las postrimerías del Imperio.
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