Ayer fue la Asunción, conocida también como la Virgen de Agosto, y que, al estar pegadita a San Roque, el santo contra la peste que es patrón de numerosos pueblos españoles, hace que entre los días 15 y 16 de agosto, el número de fiestas en los pueblos de España llegue a ser casi, casi, homérico. En Galicia misma, sin ir más lejos, se llaman a estos días “los días de las mil orquestas” porque pasarán de mil las parroquias, aldeas y concellos que celebren, bien a la Asunción, bien a San Roque, como es el caso del mismo Vigo cuyas fiestas patronales están presididas por el santo de la vara y el perro. Sin embargo, no es de esto de lo que os quiero hablar, sino del Magnificat que se lee en el Evangelio del día de la Asunción y que es un canto de una fuerza prodigiosa. Musicado hasta la saciedad, el Magnificat es el canto de María cuando va a visitar a su prima Santa Isabel y, lo curioso, es que, a lo largo de la historia, se le ha considerado, en ocasiones, peligroso. Ahí tenemos su texto latino:
“Magníficat
ánima méa Dóminum,
Et exultávit
spíritus méus in Déo salutári méo.
Quia respéxit
humilitátem ancíllæ súæ,
ecce enim ex
hoc beátam me dícent ómnes generatiónes.
Quia fécit
míhi mágna qui pótens est :
et sánctum
nómen éjus
Et
misericórdia éjus a progénie in progénies timéntibus éum.
Fécit poténtiam in bráchio súo :
dispérsit supérbos ménte córdis súi.
Depósuit poténtes de séde,
et exaltávit húmiles.
Esuriéntes implévit bónis :
et dívites dimísit inánes.
Suscépit
Israël púerum súum,
recordátus
misericórdiæ súæ.
Sicut locútus
est ad pátres nóstros,
Abraham et
sémini éjus in saécula.
Glória Pátri
et Fílio et Spirítui Sáncto,
Sicut érat in
princípio, et nunc, et sémper,
et in saécula
sæculórum. Amen.”
El texto está lleno de Antiguo
Testamento porque María conocía, como buena judía, muy bien las Escrituras. Sin
embargo, quiero hacer hincapié en el peligro del Magnificat que, a mi modo de ver, puede venir por los versos que os
he subrayado en negrita en el texto y que os extraigo aparte:
Fécit
poténtiam in bráchio súo :
dispérsit
supérbos ménte córdis súi.
Depósuit
poténtes de séde,
et exaltávit
húmiles.
Esuriéntes
implévit bónis :
et dívites
dimísit inánes.
Y es que resulta que ha habido momentos
históricos en los que eso de “deponer a los poderosos de su trono y exaltar a
los humildes, llenar de bienes a los hambrientos y despedir a los ricos sin
nada” no ha sido bien visto.
Así, por ejemplo, en 1805, la Compañía Británica de las Indias
Orientales prohibió tajantemente su recitación en Calcuta.
En los años 70 del pasado siglo, la
Junta Militar argentina también lo prohibió porque las madre de la plaza de
Mayo, las del tango de las “madres locas” del gran Carlos Cano, lo usaban para
llamar a una resistencia pacífica.
Por último, en los años 80, el gobierno
de Guatemala prohibió su recitación pública por considerarlo “revolucionario”.
Ya veis cómo aquel canto de una pobre
chica de Nazaret hace temblar los cimientos de las sociedades de los ricos y
los poderosos. Y es que ya lo decía su hijo: más difícil le va a ser a un rico
o a un poderoso entrar en el reino de los cielos que a un camello pasar por el ojo de una aguja.
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