Han pasado muchos años
(demasiados) desde que estoy dando clases de latín y, ahora que ya voy siendo “perro
viejo” quiero compartir con vosotros lo que he ido viendo en mis muchos
alumnos. Espero que os sirvan estos consejos. Los argentinos dicen: “No me des
consejos que sé equivocarme solo”. Puede que tengan razón.
En primer lugar, lo que suelo
ver es que en muchos casos, la traducción se lleva a cabo de manera desordenada
o se pierde demasiado tiempo en ella por no seguir un orden adecuado y acaba
saliendo realmente mal o muy mal. La traducción, en la nota de la EBAU o en los
exámenes que hacemos clase, tiene un peso grande y tenemos que aprovechar hasta
las últimas migajas de ellas.
Os aviso que esta entrada
de blog está pensada para textos en latín y en griego pues profesor de griego
también he sido (y seré, Deo volente) durante muchos años.
La traducción y el latín o
el griego como lenguas
Cuando leemos en francés, en
inglés o en alemán, leemos, es decir, entendemos lo que estamos leyendo sin
necesidad de hacer un análisis sintáctico. ¿Por qué tenemos que hacerlo en
latín y en griego?
La pregunta me la habéis hecho muchas
veces y no es fácil de contestar pero voy a hacer un esfuerzo e intentar
responderla:
1.
Al ser lenguas en las que es fundamental saber el
caso, género y número, amén de “otras cosillas”, necesitamos hacer ese examen sintáctico.
2.
Son lenguas cuyo orden sintáctico es diferente al de
las lenguas modernas que habitualmente manejamos aunque algunas de ellas sean
romances y, por tanto, descendientes del latín.
3.
Es una buena manera de “ensayar” para acabar
traduciendo entendiendo lo que nos dicen César, Esopo o Cicerón.
Por tanto, la traducción con análisis es un método de
enseñanza de las lenguas clásicas. ¿Hay otros? Sí, los hay. Desde hace unos
años (bueno, no nos pongamos estupendos porque Juan Luis Vives, en el siglo
XVI, ya lo usaba con un discípulo de tanta enjundia como Felipe II) “están de
moda” los métodos que se basan en la manera en como aprendemos las lenguas
modernas. El método de Oxford es muy conocido y algún otro de los países
nórdicos. Dan buenos resultados, pero corremos algún riesgo que no nos podemos
permitir de cara a la EBAU. Por el momento no os digo más.
Un servidor, que lleva ya muchos años “pedaleando” en las
letras clásicas, lee latín y griego sin necesidad de hacer ese análisis, pero
claro Vladímir Ashkenazi, Murray Perahia o Arcadi Volodos tocan el Arte de la fuga de Bach de manera
admirable y un servidor, pianista aficionado, ni lo intenta. Suum cuique.
Es decir, y ya que hemos entrado en el mundo de la música,
lo que hacemos nosotros en clase (sobre todo en los primeros cursos) es tocar
los estudios de Czerny, de Burgmüller o de Bertini: hacer “dedos”.
Dejo ya este rollo de “abuelo Cebolleta” y paso a los
consejos:
1.
El diccionario y el
apéndice de gramática
Para conseguir entender los textos, aunque sigamos el
sistema de gramática y traducción, hay que dejar de creer en
la utilidad del diccionario y hay que aprender
vocabulario, cuanto más, mejor. El diccionario no es un salvavidas. Suele ser vuestra perdición, en realidad
porque, al ponernos a buscar palabra por palabra, perdemos la visión general
del texto. Si en una oración de diez palabras entendemos cinco, comprenderemos
mejor la frase y estaremos pendientes de menos elementos, por lo que
trabajaremos mucho mejor y perderemos mucho menos tiempo. Nuestra mirada tiene
que ser de águila, no de gorrión.
También hay que dejar
de creer en la utilidad del apéndice de gramática del
diccionario. Vuelve a ser una herramienta traicionera porque, si no se tienen
nociones de gramática, si no se controlan con cierta habilidad las
declinaciones y conjugaciones, difícilmente se sabrá buscar lo que se quiere
encontrar. De nada me valdría hacer un examen de física cuántica aunque me
dejaran todos los libros del mundo porque yo (es una pena) no tengo ni idea de
física cuántica. Así pues, de nada me sirve un apéndice gramatical si no me sé
ni la primera declinación.
Hago una reflexión. En
estos tiempos , los pedagogos ( alguien los ha llamado pedabobos, pero no me gusta
faltarle el respeto a nadie) dicen que la memoria no tiene importancia en la
educación y me gustaría decirles que eso es MENTIRA. Somos MEMORIA
Y la memoria es fundamental para el aprendizaje. Baste decir que, si no usáramos
la memoria, cada día nos tendríamos que volver a presentar los unos a los
otros.
Dicho todo esto, si no nos queda
más remedio que traducir textos, como en la, lo ideal sería resolver las
traducciones siguiendo estos pasos:
1. Lectura atenta del texto, de la introducción y de
las notas
El primer paso de toda traducción es leer atentamente
el texto que vamos a traducir, ya que es probable que podamos entender de
primeras mucho más de lo que imaginamos o, al menos, reconocer varias palabras
o construcciones que luego nos ayudarán a simplificar el fragmento. En la
práctica, la lectura del texto y del resto de elementos es de muchísima ayuda a
la hora de elegir opción en el examen, ya que el texto supone la
mitad de la nota.
Muchas veces, como en Selectividad, el texto lleva
una pequeña introducción o título que pone en contexto el
fragmento o explica un poco su contenido. LEE
ESA INTRODUCCIÓN , POR FAVOR. Ese contexto nos puede ayudar a darle sentido
a lo que ya hemos intuido en la lectura, así como a reconocer nombres propios o
elegir la acepción adecuada al tema del que se habla cuando busquemos alguna
palabra en el diccionario.
Por último, es recomendable
leer las notas que aparecen bajo el texto. Es muy propio de
los españoles no leer los prólogos de los libros, los manuales de instrucciones
y las notas a pie de página. Craso error porque, al final, nos acabamos “cargando”
el libro, la traducción o lo que nos caiga entre manos ya sea una aspiradora,
ya sea un ordenador. Así que deja de ser “español” y lee las notas a pie de
página o de texto porque muchas veces nos pueden aclarar algunas partes que no
hemos comprendido en la lectura inicial. Otras veces, sobre todo en griego,
pueden ayudarnos con el análisis de formas más difíciles. Una de las razones
para echar un vistazo a las notas es simplemente ser conscientes de que están
ahí. Muchos alumnos han perdido un
tiempo muy valioso o directamente han resuelto mal un texto por no darse cuenta
de que había notas, es decir, por no bajar la mirada del texto a traducir y
fijarse en “cosas menores”.
Este es el texto que vamos a usar como ejemplo:
2. División del texto en oraciones
Aunque
resulta tentador, es un gran error lanzarse a buscar palabras en el diccionario
desde el principio. Vale, sé que lo he dicho. No penséis mal y lleguéis a
la precipitada conclusin de que este lapsus viene de mi provecta edad. Es que
lo quiero repetir otra vez. ¿Vale? Es mucho más útil dividir el texto en partes
más pequeñas, más abarcables y, por tanto, más sencillas de traducir.
Dividiremos el texto en oraciones fijándonos en las pausas fuertes:
puntos, dos puntos, puntos y comas, signos de interrogación y un largo etc. Están ahí no por capricho, sino porque
responden a principios o causas sintácticos. En el texto impreso, basta con que hagamos una marca para
separarlas. Nuestro texto, entonces, quedaría dividido en dos oraciones:
3. Búsqueda de verbos
El
siguiente paso en nuestra traducción consiste en encontrar todas las formas
verbales, tanto las formas
personales como las no
personales. Llegados a este punto, conviene recordar que hay que
saber distinguir entre formas personales y no personales para dar este paso
correctamente. Como resumen:
- Los verbos en forma
personal son los que tienen desinencias personales:
- voz activa: -o/m, -s,
-t, -mus, -tis, -nt
- voz pasiva: -r/or,
-ris/re, -tur, -mur, -mini, -ntur
- pretérito perfecto de
indicativo: -i, -isti, -it, -imus, -istis, -erunt/ere
- Los verbos en forma
no personal son el infinitivo, el participio,
el gerundio, el gerundivo y el supino
Dentro de las formas no personales hay que prestar
especial atención a los infinitivos (que crean subordinadas) y a los
participios (que acompañan a un sustantivo y pueden también crear
subordinadas).
Hay una regla de oro: TANTOS VERBOS, TANTAS ORACIONES.
Dicho todo, nuestro texto, ya dividido en dos
oraciones, quedaría así:
4. Marcar los nexos
Si nos
encontramos con varios verbos en forma personal en una misma oración, estamos
ante una oración compuesta, lo cual suele ser bastante habitual.
Ahora tenemos que recordar lo que sabemos de sintaxis
en nuestra propia lengua:
Las oraciones compuestas son de tres tipos:
a)
yuxtapuestas,
b)
coordinadas
c)
subordinadas.
Salvo las
yuxtapuestas, que no tienen nexo, las coordinadas y subordinadas sí presentan
nexos o pronombres que las introducen. Para saber qué tipo de oraciones
compuestas tenemos, debemos encontrar los nexos para delimitar
aún más la estructura de nuestras oraciones. El texto quedaría así:
Después de señalar los nexos, tenemos que reconocer en
la medida de lo posible (porque hay nexos polivalentes como ut o cum)
qué oración coordinada o subordinada
introducen. Si lo hacemos en nuestras oraciones, nos quedaría este esquema:
tres oraciones coordinadas y una oración compleja con varias subordinadas:
5. Análisis morfológico de las palabras restantes
Al igual que con las formas verbales, muchas veces se
dice que lo primero que hay que buscar cuando hemos localizado los verbos y la
estructura de las oraciones es el sujeto. Yo creo que pueden analizarse directamente
todas las palabras restantes, entendiendo como análisis saber lo suficiente de
la morfología de una palabra para establecer su función en la frase. A medida
que vayamos consiguiendo soltura, este proceso nos será cada vez más fácil.
Pero para coger soltura ES NECESARIO
PRACTICAR TODOS LOS DÍAS. En ninguna asignatura vale el atracón antes del
examen, pero en griego y en latín aún menos. Por favor, traduce todos los días.
Ya sé que tienes Historia que abarca desde el Big Bang a Pedro Sánchez, pero
dedícale un cuarto de hora diario a traducir. Dejadme que os cuente una
historia (regresa el abuelo Cebolleta y sus historias) que viví con uno de los
pianistas que antes mencionaba.
En una
ocasión en que Vladímir Askhenazy visitó España y fue a los estudios de Rasio
Clásica en donde le iban a entrevistar. Ya era, desde hacía muchos años, un
reputado pianista con más de cien grabaciones y miles de conciertos. ¿Sabéis lo
primero que hizo al llegar a los estudios de RNE? Pedir un piano porque tenía que
estudiar las ocho horas (sí, has leído bien, ocho horas) que le dedicaba al
piano cada día. Paco de Lucía también estudiaba ocho horas diarias y don Ángel
Peralta, eximio rejoneador, montaba a caballo ocho horas diarias para luego, en
la plaza, ser el rejoneador que fue. El genio viene del trabajo y sin trabajo,
no hay genialidad. Mozart era un genio, pero le dedicaba también muchas horas a
la música. Durante la carrera, conocí a
muchos compañeros “genios” que se agotaron porque su fuego era muy vivo y en la
vida lo que hay que procurar es “dejar brasa”.
Las vidas son procesiones largas y, como decía mi abuela Patro, hay que saber conservar el cirio. Vale, se calla
ya el abuelo Cebolleta y volvemos a los “consejitos”
De nuestro texto, pongo
sólo como ejemplo de análisis la última oración, por ser la más compleja:
6. Búsqueda en el diccionario
Es este el momento de usar el diccionario, cuando
tenemos clara la estructura y la organización del texto. De nuevo, si tenemos
una buena base de vocabulario, esta fase (y todas las anteriores) se nos hará
mucho más sencilla. Hay que tener
especial cuidado para elegir los significados de las palabras que mejor nos
vienen para la traducción. Para ello, es importante conocer bien el
contexto en el que nos movemos, mediante lo que sabemos por el propio texto y
por la introducción o las notas que se ofrecen.
7. Redacción de la traducción
Por último, debemos escribir nuestra traducción. A la
hora de pasar el texto a nuestra lengua tenemos que tener en cuenta que orden
de palabras no siempre coincide, que algunos tiempos verbales no se usan igual
o que en latín no hay artículos, entre otras cosas. En definitiva, tenemos que ser conscientes de las diferencias entre una
lengua y otra y adaptar el mensaje en latín lo mejor posible al castellano.
Se suele decir que hay que intentar ser lo más literal posible, pero
modificando el texto lo suficiente para salvar esas diferencias que harían el
texto muy extraño a nuestros oídos. Una traducción que “no suena en castellano”
es, de entrada, una mala traducción. También te recomiendo que no seas pedante.
Si en el texto te pone “lo que pasa en la calle”, no digas “los eventos
consuetudinarios que acontecen en la rúa”. (Le he robado la cita a don Antonio
Machado, pero los versos son de los lectores, no de los poetas) Finalmente,
nuestro texto quedaría así traducido:
Los helvecios ya habían llevado sus tropas por los
desfilade
ros y el territorio de los secuanos, habían llegado al territorio de
los eduos y asolaban sus campos. Los eduos, como no podían defenderse ellos
mismos ni sus cosas, envían embajadores a César para pedir su ayuda.
Por favor, REDACTA BIEN. Dice Fernando Savater,
gran filósofo donostiarra, que “los seres humanos estamos más cerca de los
cuentos que de las cuentas”, es decir, que nos gustan las historias bien
contadas.
Vale, pues esto es todo. Puedes seguir oyendo a Anuel, a
Quevedo, a Mozart o al repartidor de butano que viene silbando un pasodoble;
puedes seguir jugando con la Play, viendo un partido (nada que objetar pues yo
también los veo) o leyendo a Wittgenstein,
a Sartre o a Camus. O puedes estarte tumbado plácidamente viendo las nubes que
pasan. Puedes hacer lo que te de la real gana, pero dedica un tiempo a leer
estos consejos y, sobre todo, a preparar con tiempo tus asignaturas (que vienen
del verbo latino assignare, es decir, lo que cada uno tiene asignado en
el plan de estudios.
Espero, de todo corazón, que estos consejos te sirvan para
algo.
Un saludo de tu muy esforzado profesor.