martes, 13 de noviembre de 2012

FERNANDO PINTO DO AMARAL
         De este buen poeta lisboeta también traduje y publiqué un poemario que publicó Paco en Ediciones Sequitur. La verdad es que, mientras duró nuestra “pareja de hecho literaria y editorial”, el amigo Francisco y un servidor publicamos cosas bastante interesantes: António Ramos Rosa, Filipa Leal, Pinto do Amaral y quedó en el tintero Gastão Cruz por razones muy prolijas de contar en este blog. A Gastão ya lo conocéis por los poemas que colgué de él y lo iréis conociendo mejor pues iré publicando alguna cosa más de este gran poeta portugués. Pero a lo que iba.  De Pinto traduje  A luz da madrugada y de este libro os traigo estos tres poemas. Seguro que os van a gustar.
LIBROS

Te despertó de nuevo la soberana
respiración de la lluvia
y acabas de subir una vez más
la escalera de caracol.
En el desván aún oscuro de esa casa
donde pasaste el verano
parecen desde siempre adormecidos:
ocupan las estanterías y a lo largo de los años
invadieron el suelo – silencioso
caos,
frontera de otros mundos que atraviesas
fuera del tiempo que te corresponde
como si ahora te hablaran
millares de voces mudas, cada vez más lejanas
y más cerca de ti.

Sin reparar en el nombre de los autores
-         ya muertos, aún vivos, no interesa –
lees apenas los títulos:
El Silencio y el Miedo, Espejo Ciego,
El Círculo Virtuoso, La Tarde Azul,
Estoy Escribiéndote desde un País Lejano,
A la Orilla del Abismo, Un Perro que Sueña,
Esta Noche se Improvisa,
La Muerte de Virgilio, Finisterra,
Todas las Almas, / Películas Tristes,
El Número de los Vivos, Casas Pardas,
Verdes Amores, Los Días del Abandono,
El Otoño en Pekín, Otoño en Sertã,
Los Principios del Fin, De este Mundo y del Otro,
Los Cuatro Ríos del Paraíso,
Querido Primer Amor, Laboratorio Mágico,
Un Hilo de Humo en los Confines del Mar,
El Otro que Era Yo, La Herida Abierta.

¿Quién conoce el secreto?
¿Quién sabe lo que te dicen esas páginas,
los millones de palabras que proliferan
en el abismo en donde viven?
Por más que lo intentes, no descifrarás
esa floresta de papel impreso,
su olvidado enigma.

Y mientras tanto, si afinas el oído,
te darás cuenta de que hablan aún hoy
de cosas muy simples:


de pasiones más o menos infelices,
de crímenes y castigos, de aventuras
vividas o soñadas por alguien,
de entusiasmos o de melancolías
-         de todo lo que quizás se resuma al final
en la certeza de la muerte
y en la ilusión del amor con que la vencemos.



MENTIRAS

Las de los niños, para no ser castigados;
las de los apasionados de una noche
cuando se prometen un amor eterno;
las de quien todo lo vende, cuerpo y alma,
para subir el precio de esos bienes;
las de los médicos, cuando comprenden
que ya nada es posible;
las de los candidatos a las elecciones;
las de los mejores actores, tan perfectas
que se vuelven verdad;
las de los sacerdotes de todas las iglesias
anunciando la salvación;

las más inofensivas o las más perversas;
las más piadosas o las más crueles;
las que todos descubren de un vistazo;
las que sólo se consiguen detectar
en un momento feroz de lucidez;
las que solamente se dicen por teléfono
cuando falta el valor de una mirada;
las que empiezan por pedir perdón
y engendran otras cada vez mayores
hasta que una sola vida se transforme
en dos o tres vidas paralelas;
las que explotan de repente, lavadas
por las lágrimas de una confesión;
las que perduran toda la vida
como un crimen perfecto
y las llevamos con nosotros para la tumba.

Sobre ellas se asienta desde siempre
lo que llamamos mundo, lo que llamamos
aún humanidad.

Como el sol o el agua, siempre fueron
imprescindibles para la vida humana
y Atlas las agradece
porque hacen más ligero, día a día,
el peso de sus hombros.



GUSANOS DE SEDA

A lo largo de este tiempo, tanto tiempo,
en que,  después de observar la vida,
quisiste sumergir todo tu cuerpo
en su sustancia más pastosa,
suponiendo que comenzabas a entenderla
cuando en su barro te parecía ver
tu propia alma,
sabías que tendría que llegar
una noche como ésta
en que todo parece estar vivido,
en que todos los cuerpos y todas las almas
no parece que tengan nada que enseñarte.

Te imaginas entonces otro destino
para lo que aún queda de tus días
cuando ves en una caja de zapatos
dos pequeñas criaturas, dos
gusanos de seda
que, saciados ya de las hojas de la morera,
comienzan a tejer serenamente
los hilos que darán forma a su capullo.

No te mientas a ti mismo: sé honesto
por lo menos esta noche y admite,
en lo más hondo de ti, que envidias esa suerte,
que en este instante tu mayor deseo
sería construir también tu capullo
tan suave y sedoso como el de ellos
pero resistente a todo
-         a los logros del amor o de la gloria,
a las tenebrosas ilusiones del mundo-
para que dentro de él nadie te viera
y todos te olvidaran
hasta el día en que te transformaras
en una pequeña mariposa blanca
que ninguno de tus más fieles amigos,
ninguna de las amantes más ardientes
fuera capaz entonces de reconocer.

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