Este poeta es, para mí, uno de los grandes poetas del siglo XX. Nació en Lituania en 1877, pero en 1896 su familia se asentó en París en donde Oscar Vladislas estudió. En 1899, publica su primer libro de poemas, El poema de las Decadencias. Volvió a su país en 1902. Entre 1906 y 1914 viaja por diversos países. Sigue publicando y tiene cargos diplomáticos representando a su país. En 1931, se representa su Miguel de Mañara en el Palacio de las Bellas Artes de Bruselas. Muere en 1939 en Fontainebleau en cuyo cementerio reposa.
Os propongo la lectura de este poema ahora que estamos en noviembre. Que lo disfrutéis y no olvidéis a este gran poeta. Por cierto, que el traductor, Manuel Álvarez Ortega, es un gran poeta cordobés cuya lectura os recomiendo. En otra ocasión no muy lejana, os pondré en este humilde blog un poema de este poeta que no merece ser casi un desconocido.
Nada sabes de tu pasado. Lo has soñado.
-Sí, seguramente lo has soñado.
Contemplo tu rostro entre la luz gris de la
lluvia.
Noviembre amortaja el paisaje y mi vida.
Nada sé y nada quiero saber de mi pasado.
Tus ojos me hablan de lejanas, brumosas
ciudades
que nunca conoceré
y cuyos nombres jamás oiré en tu voz.
Noviembre yace en mi alma y en toda la llanura.
Te veo desconocida a través de otro tiempo.
Son cosas hace mucho tiempo muertas
-
muertas
irremediablemente-,
músicas apagadas, lujurias marchitas.
Seguro estoy de que noviembre está tras la
puerta.
Veo vivir en tu corazón todo lo que tu corazón
olvida.
Tu alma está muy lejos, tu extranjera alma
es una noche de bruma,
de bruma y de sucia llovizna sobre los
arrabales,
donde la vida tiene el color frío de la tierra
y los hombres mueren sin haber conocido el
amor.
Tú me encontraste en otro tiempo, acuérdate,
sí, en otro tiempo, tristemente otro tiempo,
en el país de los viejos libros y las viejas
músicas,
en el crepúsculo azul de una tranquila casa
de letárgicas ventanas.
[…]
Es triste como un día de invierno en los
arrabales
de la ciudad, por donde la muerte camina
como la enfermedad y el duelo en un lugar
malsano,
como un ruido de pasos en una mansión extraña,
como la palabra antaño cuando la sombra cae
sobre el mar.
Nada quiero saber de tu pasado. Veo
apagarse el día,
el último día en tus manos y en tu rostro.
Déjame con la dulzura de ignorar los caminos
Por donde el azar supo hasta mí conducirte.
[…]
Es como si debieras abandonarme hoy
de pronto y para siempre
sin pensar en decirme de dónde vienes y a dónde
vas.
Llueve sobre los grandes jardines desnudos, tu
alma tiene frío,
noviembre
amortaja el paisaje y mi vida.
Milosz
(Traducción de Manuel Álvarez Ortega)
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