De mi
amigo Senén he escrito muchas veces, pero le debía una página entera de mi
blog. Cuando alguien ha conocido aquella librería que hace esquina en el Grande
de Ávila y cuando alguien lo trató, no lo ha podido olvidar. Era el invierno crudo abulense y en
aquella esquina las luces de la librería eran un faro de lletraferits en donde nos reuníamos para hablar con él que, además
de librero era, como pasaba antes con estos profesionales, lector impenitente.
¡Cuántos libros desmenuzados en aquella pequeña tienda! Libros de historia,
música de jazz, clásica, los escritos de Fernando Aramburu que, a mí, ya lo
sabes amigo Senén, nunca me gustaron. Te tenías que haber quedado unos años
más, Senén, para haber seguido ilustrándonos con tus lecturas y con tus
colaboraciones en la SER. Yo ahora ya no vivo en Ávila, pero cuando regreso
siempre más tarde de lo que hubiera querido, sigo visitando tu tienda en la que
sigue Sonsoles, tu viuda, y tu hijo. Hablamos un rato de ti y yo me vuelvo para
el tren que me traerá a Valladolid, a mi Duero. Tú te quedas allá en tu Adaja,
pero, recuerda que pese al dicho de que el Adaja ataja, se acaba encontrado en
Villanueva con mi Duero. Un abrazo en tu universo de libros que también es el
mío. Un abrazo desde nuestra única patria.
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