In memoriam de
don Antonio Ruiz de Elvira
al que le hubiera
gustado mucho leer esta bobadica veraniega.
Soy wagneriano hasta la médula y
considero su música como de las mejores que se han compuesto nunca. Sin
embargo, tengo que decir algo que seguramente alguien ya ha dicho ya en algún
lugar, pero que, por si acaso, lo escribo en esta entrada bloggera. Cuando Tannhäuser va a ver al papa para
confesar el pecado de su estancia en el Venusberg, la montaña de las diosa
Venus, en donde se ha entregado al placer carnal, el papa le niega el perdón
exactamente con estas palabras:
Aquél ante quien yo
imploraba a Dios, replicó:
"Si tan pecaminosa es
la naturaleza de tu deseo,
si te has refocilado y gozado
en el fuego del infierno,
si has habitado en el reino de Venus,
¡estás maldito, por siempre!
Así como del báculo que me sostiene
jamás brotará una hoja,
ni ningún atisbo de vida,
de la marca del fuego del infierno
jamás nacerá para ti, la salvación".
Esto, con mis escasos conocimientos de
teología, es imposible. No hay pecado que no se pueda perdonar y el papa no
puede negar su absolución a nadie que esté arrepentido. Pero, ¿estaba
arrepentido Tannhäuser? Al principio del celebérrimo racconto di Roma,
cuando el trovador le cuanta a Wolfram su viaje a la ciudad santa, le dice que
" por ella, deseaba expiar con humildad e implorar la gracia negada".
Es decir, Tannhäuser va a Roma con un arrepentimiento incompleto pues no se
arrepiente de su pecado por amor a Dios - que sí hubiera sido un arrepentimiento
completo - sino por amor a Elisabeth. Pero esto no lo podía saber el papa
cuando le niega la absolución y este "detalle" era un asunto de
conciencia para el desgraciado vate que había recorrido Italia " con los
ojos vendados para no gozar de sus bellezas". Sea como fuere, ningún
pecado, si hay arrepentimiento, ya sea completo o incompleto, puede quedar sin
perdón. Recuerdo a este respecto las sabias palabras de un amigo jesuita ya
fallecido, el padre Jiménez - Berzal, que me dijo un día que el gran pecado de
Judas no fue el haber entregado a Cristo, sino el pensar que no había perdón
para ese pecado. Como sabemos, Tannhäuser muere perdonado por la intercesión de
Elisabeth y el báculo del papa florecido
así lo declara:
¡El Señor ha obrado un milagro!
¡Ha adornado con verdes hojas
el báculo sacerdotal!
¡Así florece la redención para el
pecador que arde en el infierno!
¡Anunciad que él encontró
la salvación con este milagro!
¡Desde arriba reina Dios
sobre este valle de lágrimas!
¡Es inmensa su misericordia!
¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Para,
ya en el final de la ópera, henchidos de emoción, decirnos los jüngeren
pilger, los jóvenes peregrinos que vuelven de Roma:
¡Dios ha concedido
la gracia al peregrino,
para entrar en el reino de los cielos!
Es
decir, que Dios le concede el perdón como al don Juan de Zorrilla y no como al
don Giovanni de da Ponte y Mozart que va al infierno de cabeza. Pero esto es ya
otra historia que tendrá su entrada. ¡Mein Gott, qué cosas se le ocurren a uno
en el verano!
Parece que Wagner no tenía mucha idea de teología católica, en efecto. Ese papa más bien parece un obispo cátaro. Siempre los herejes fueron los más rigoristas.
ResponderEliminar