En
estos días de verano, tranquilos y apacibles, es el mejor tiempo para leerse
esos poetas que no podrías leer a lo largo del año porque nuestra disposición
mental, menguada por la “lucha de clases”, no está para muchos trotes. Encontré
a Ignacio de Luzán en esa colección de Ediciones Simancas que se llama El
Parnasianillo y me adentré, sin dudar, en este poeta del XVIII. Me han gustado sus poemas mitológicos y os
copio este fragmento de su Hero y Leandro para que comprobéis que, quizás,
Luzán no es tan sólo un poeta olvidable del neoclasicismo.
Agotadas las fuerzas,
sin aliento, sin tino,
y del farol amado
el claro norte extinto,
viendo por todas partes
presente a los sentidos
de la pálida muerte
el bárbaro cuchillo,
a las ondas se vuelve
trémulo y semivivo,
hallar piedad pensando
donde nunca la ha habido:
Ondas, si darme muerte
es decreto preciso,
no a la ida, a la vuelta
matadme a vuestro arbitrio.
Las crueles ondas niegan
al ruego oídos
y le sepultan dentro
de su profundo abismo.
Entonces, exhalando
el último suspiro,
tres veces a Hero llama
con lamentable grito (…)
sin aliento, sin tino,
y del farol amado
el claro norte extinto,
viendo por todas partes
presente a los sentidos
de la pálida muerte
el bárbaro cuchillo,
a las ondas se vuelve
trémulo y semivivo,
hallar piedad pensando
donde nunca la ha habido:
Ondas, si darme muerte
es decreto preciso,
no a la ida, a la vuelta
matadme a vuestro arbitrio.
Las crueles ondas niegan
al ruego oídos
y le sepultan dentro
de su profundo abismo.
Entonces, exhalando
el último suspiro,
tres veces a Hero llama
con lamentable grito (…)
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