Sorprende
la poesía de Pureza Canelo. En ese desnudar la palabra, llega incluso a desposeer
los sintagmas del artículo con lo que esa desnudez, esa desolación, llega a su
grado máximo. Es poesía de la desposesión, de un golpe de voz que hiere en lo
más hondo, que nos deja con un sentido de soledad frente al mundo al entregarnos, como brasa ardiente, la
palabra en su desnudez. Pureza Canelo recorre un camino solitario, esquivo,
desolado, en donde la palabra refulge con una desnudez extraña, como un canto
pulido por el dolor y el amor en medio de un desierto. Yo asistí a una lectura suya hace unos años
en Ávila y, como ella misma avisó, su poesía no es para las masas. Con su
lectura, avanzamos por un universo hostil, pero, al final, sabemos que nos
queda la palabra.
Marzo
abre su azulejo
hacia
la luz que cegará.
Hierbas
a la espera
de
que se abra esa puerta
y
al galope.
En
la ciudad
veo
el huerto de una casa
abandonada
por los que allí
nacieron.
Olvido
se resiste
quiebra
el pensamiento
acumulado
en el horizonte.
Pozo
a la derecha
peral
centro de la savia
al
fondo tres higueras
palmera
cierra norte
sobre
mi cabeza la vid
y
a la izquierda un portal
enorme
de golondrinas
que
lo custodian.
Marzo
viene provocador
a
la ciudad
que
no me pertenece.
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