José Manuel Montero está representando estos días el
Falstaff de Verdi en su papel del Doctor Cajus. Esto es una noticia, pero no
reviste ninguna novedad. Sin embargo, si sigo adelante, veremos que José Manuel
Montero es alguien muy especial. Vamos a ello.
En
primer lugar, cuando un tenor acaba sus funciones en un teatro, puede hacer lo
que Plácido Domingo y regresar al escenario vacío para cantar un fragmento de
la obra que cantará en su próximo estreno; también puede marcharse a su casa a
descansar o coger un avión que le llevará a su próxima representación
operística. Pero Montero no hace nada de esto: nada más acabar la función, se
va la cama porque, al día siguiente, a
las cinco y media de la mañana, tocará
el despertador. ¿Para coger un avión? No, para irse a correr la maratón
sevillana. Con esto ya nos bastaría como curiosidad, pero es que Montero, que
ha abierto su caja de sorpresas, no para. ¿Qué tiene que ver un tenor con el
ejército? En principio nada, salvo que cante en los Coros del Ejército Rojo. Y
Montero, además de tenor, fue técnico de comunicaciones del Ejército español.
Bueno, se me puede refutar diciendo que Alfredo Kraus también estudió un
peritaje, pero creo que no es lo mismo porque Montero fue suboficial desde los
19 a los 26 años y, como él dice, combinaba la guerra electrónica con la
Escuela Superior de Canto de Madrid. Pero la cosa no para aquí y él mismo lo
cuenta: “Estaba con los amigos de viaje por Europa y, estando en Múnich en la
cafetería de la ópera, nos pusimos a cantar y me escuchó de forma casual el
director de la Escuela de Ópera, habló conmigo y me dijo que si tenía
formación, que le había gustado mi voz para una producción de Cosí fan tutte. Buscaba una voz como la
mía. Hice la audición. Y así empezó todo”.
Esto ya es, con perdón, la repera, pero la cosa sigue: como el tenor –
militar necesitaba seis meses para la producción, pidió cuatro meses de
excedencia que le daban por ley, otro de vacaciones y otro que le hicieron los
compañeros que, con el teniente coronel a la cabeza le decían: “Tú tira, Montero”.
¡Para que luego digan que los militares no tienen sensibilidad! Si todavía esto les parece poco, José Manuel
Montero, toledano de nacencia, en los periodos que no tiene producción
operística, se dedica al campo. Sí, han leído bien: al campo. Se sube en el
tractor y se pone a arar; se baja y poda los olivos y las viñas; se sube otra
vez y siembra. Luego, por la tarde, se pone a vocalizar, corre con los amigos
y, como colofón, hace la cena para esperar a su santa esposa que, cuando llega, se encuentra el plato humeante
sobre la mesa. Podría añadir que su dominio del alemán – se pasó quince años en
Alemania - le ha permitido grabar el Winterreise de Schubert; que domina el
ruso; que ha sido el primer español en
cantar el papel de Mime en el Sigfrido wagneriano y que, próximamente, debutará
en el papel de Egisto en la Electra de Richard Strauss. Les podría contar más
cosas, pero creo que no me van a creer y van a pensar que me lo estoy
inventando. En fin…
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