Pues
resulta que la culpa era de Walt Disney, viejo fascista con el estúpido deseo
de ser inmortal. Por culpa del señor del bigotillo fascista al estilo de Franco
y de Hitler, tenemos esta sociedad de mierda. Servidor, que se crio con sus
películas, que ha llorado con la Sirenita y con Pocahontas, que se le partió el
alma con Bambi y que leyó con entusiasmo los libros en los que se reflejaban
estas películas, es un completo depravado sexual, un criminal, un machista sin
remedio y todo por haber visto tus películas, viejo congelado como una merluza.
Marta Fornés, una poeta valenciana, lo ha contado todo en un poema y yo he
dicho: ¡Tate, de ahí me vienen tantos vicios, tanta depravación, tanto machismo!
Si no hubiera llorado en el cine viendo El rey león, yo sería ahora un tipo que
respetaría a las mujeres y no sería un cerdo machista. Resulta que Blancanieves
practicaba la necrofilia, Cenicienta era una estúpida porque buscaba a un
príncipe azul que para algunos era un retrasado; Hércules porque, como todos
los héroes griegos, era un macarra, unos proxeneta, un lenón de comedia de Plauto
. Resulta que esas imágenes y esas canciones educaban en el machismo porque Blancanieves
tendría que haber abierto sus níveos muslos al príncipe y haber fornicado sin
rebozo por mucho que la putón de la madrastra y el montero lo hubieran
intentado impedir. Pocahontas era una india sin conciencia de su pueblo que se
entrega al fascista del capitán Smith. Muy mal, Walt, muy mal. Mis hijos ven
unos dibujos animados que son una mierda en los que unos niños monstruosos eructan
y peen, pero lo de Walt Disney era mucho peor. Por ejemplo, ¿a quién se le
ocurre sino al que asó la manteca el poner con música de la sexta de Beethoven
el encuentro amoroso entre los centauros y las centauras? Una mariconada
imperdonable, viejo asqueroso de Walt Disney. En la posmodernidad, ese
encuentro se hubiera resuelto en un bar de copas, leyendo las putas sombras del
Grey y con un par de coitos bien filmados y con sumo detalle como si la película
fuera un tratado de ginecología. Mis
hijos, a los que dejo ver las películas que llenaron mi infancia de historias,
se están alimentando, sin yo saberlo hasta ahora, hasta que Marta Fornés ha
escrito su poema, con bazofia que los convertirá en depravados. ¡Y todo porque
el viejo del bigote fascista no le dedicó una peliculilla a los amores de dos ninfas
lesbianas que hubieran sido impensables en la época en que se hicieron las
películas. (¿Cuándo vamos a dejar de juzgar la historia desde nuestro punto de
vista?¿Aguantaremos nosotros los juicios que nos hagan en los siglos venideros?
El poema no lo pongo porque no merece la pena. Sí la pena, la puta pena que me
da esta sociedad de mierda que estamos creando entre todos. De pena, oye, de
puta pena.
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