Francisco
García Pavón, nacido en Tomelloso como su personaje Plinio, fue un gran escritor.
De él me hablaba mucho mi buen amigo José María, el sabio de Ávila, que me
recomendaba los casos de Plinio en aquel Tomelloso que tan bien supo retratar
don Francisco. Nadie como él ha pintado el paisaje manchego con esa soledad del
campo al que abandonaron los muchos emigrantes (migrantes los llaman ahora) que
se marcharon a las grandes ciudades. En su Cuentos
republicanos, echa el resto como escritor, pero en estos cuestos de El jardín de las boinas, muy elogiado
por el ya citado José María, no veo tanto al buen escritor como al narrador de
unas anécdotas algo casposas y de humor un tanto grueso. Vamos, que parecen chistes para señoritos en un casino
manchego. Sin embargo, que nadie se alegarme porque don Francisco García Pavón,
padre de Plinio, el guardia que llevaba en sus botones las iniciales GMT, es
decir, Guardia Municipal de Tomelloso y no Greenwich Mean Time, pese a estos
jardines extraños, es de los mejores escritores que movieron su cálamo en el
siglo XX español.
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