Recuerdo mucho a Gabriel Aresti del libro de Literatura de 3º de BUP
en el que, junto al poeta de Bilbao, figuraban Celso Emilio Ferreiro, mi gran
Celso Emilio, y Salvador Espriú, un gran poeta pese a Josep Pla que decía que
era un cuco y que oscurecía lo que escribía. En fin, quiero hablaros de Aresti
y cómo desde unos años a esta parte, ya nada se oye de su poesía, tan en boga y
con numerosos discos durante la Transición. Yo recordaba de él el celebérrimo
"Defenderé la casa de mi padre" o el "Gritando desde el muelle
de Zorroza" y, cuando ETA secuestró a una de sus muchas víctimas y la dejó
abandonada en el muelle de Zorroza, me acordé del poema de Aresti y recuerdo
cómo me sorprendí entonces que los telediarios no hicieron mención a los celebérrimos
versos de don Gabriel. Es que todavía no me había dado cuenta de que a la
poesía no le hace caso nadie. Pero vamos al cuento que la entrada es breve y lo
que tengo que escribir es mucho. ¿Que
cómo he encontrado a Aresti? Pues la verdad, qué queréis que os diga, muy
envejecido. Esos poemas que arrastraban masas en los setenta y ochenta me
parecen ahora, treinta años después, tan poco poéticos y tan prosaicos, tan
llenos de una sencillez tan pedestre que dudo sinceramente de que sean poesía. Maldan behera (Pendiente abajo) es una
alegoría que, pese a los muy documentados intentos del Profesor Atienza, no hay
cristiano que entienda nada. Harri eta
herri (Piedra y pueblo) también está plagada de alegorías que me parecen
poco hermosas, farragosas, de poco calado. Tan sólo me ha gustado la parte final
del Harri eta herri, esos poemas que
Aresti supone escritos por el secretario de Astepe. Me parece la de
Aresti una poesía fría, hecha con los aceros de la margen izquierda del
Nervión. Comparado con Celaya o con Blas de Otero, de los que habla Aresti, uno
tiene la sensación que si el bilbaíno se decantó por el euskera, fue,
básicamente, ( y a ello alude veladamente Atienza) porque nada tenía que hacer
escribiendo en castellano. Es decir, que, si Aresti hubiera escrito en la
lengua de Castilla, no se hubiera comido un rosco. Para ser absolutamente franco, os diré que, al leer lo
de “defenderé la casa de mi padre”, he sentido la emoción que siempre me han
producido esos versos. Sin embargo, de
"la casa de mi padre" os quiero hablar en otra entrada.
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