jueves, 17 de enero de 2019

GABRIEL ARESTI


Recuerdo mucho a Gabriel Aresti del libro de Literatura de 3º de BUP en el que, junto al poeta de Bilbao, figuraban Celso Emilio Ferreiro, mi gran Celso Emilio, y Salvador Espriú, un gran poeta pese a Josep Pla que decía que era un cuco y que oscurecía lo que escribía. En fin, quiero hablaros de Aresti y cómo desde unos años a esta parte, ya nada se oye de su poesía, tan en boga y con numerosos discos durante la Transición. Yo recordaba de él el celebérrimo "Defenderé la casa de mi padre" o el "Gritando desde el muelle de Zorroza" y, cuando ETA secuestró a una de sus muchas víctimas y la dejó abandonada en el muelle de Zorroza, me acordé del poema de Aresti y recuerdo cómo me sorprendí entonces que los telediarios no hicieron mención a los celebérrimos versos de don Gabriel. Es que todavía no me había dado cuenta de que a la poesía no le hace caso nadie. Pero vamos al cuento que la entrada es breve y lo que tengo que escribir es mucho.  ¿Que cómo he encontrado a Aresti? Pues la verdad, qué queréis que os diga, muy envejecido. Esos poemas que arrastraban masas en los setenta y ochenta me parecen ahora, treinta años después, tan poco poéticos y tan prosaicos, tan llenos de una sencillez tan pedestre que dudo sinceramente de que sean poesía. Maldan behera (Pendiente abajo) es una alegoría que, pese a los muy documentados intentos del Profesor Atienza, no hay cristiano que entienda nada. Harri eta herri (Piedra y pueblo) también está plagada de alegorías que me parecen poco hermosas, farragosas, de poco calado. Tan sólo me ha gustado la parte final del Harri eta herri, esos poemas que Aresti  supone escritos por  el secretario de Astepe. Me parece la de Aresti una poesía fría, hecha con los aceros de la margen izquierda del Nervión. Comparado con Celaya o con Blas de Otero, de los que habla Aresti, uno tiene la sensación que si el bilbaíno se decantó por el euskera, fue, básicamente, ( y a ello alude veladamente Atienza) porque nada tenía que hacer escribiendo en castellano. Es decir, que, si Aresti hubiera escrito en la lengua de Castilla, no se hubiera comido un rosco. Para ser  absolutamente franco, os diré que, al leer lo de “defenderé la casa de mi padre”, he sentido la emoción que siempre me han producido esos versos. Sin embargo,  de "la casa de mi padre" os quiero hablar en otra entrada.


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