El otro
día, hablábamos de Inzenga cuando nos referíamos a Rimsky Korsakov y su “Capricho
español”. Pero ¿quién fue este músico que se dedicó a escribir este cancionero
que llegó hasta las manos de Rimsky Korsakov. Pues fue un músico madrileño que
nació en 1828 y que había tenido el buen gusto de marcharse a estudiar a París
en donde llegó a ser maestro auxiliar de coros en la ópera Comica. De regreso a
España, Inzenga estrenó zarzuelas de gran éxito. Antecesor de mi querido Luis
Celada, fue profesor en la Escuela Superior de Canto de Madrid. Sin embargo, su
gran obra fue ponerse a recopilar el folklore español. Estamos en pleno romanticismo-
en España, como siempre, en
fecha más tardía-, y la voz de los
hermanos Grimm y otros afamado filólogos resuenan con claridad: “Hay que
recoger las canciones y melodías del pueblo”; También Fernán Caballero defiende
esta recolección y denuncia que “ en todos los países cultos se han apreciado y
conservado no sólo los cantos, sino los cuentos, consejas, leyendas y tradiciones
populares e infantiles; en todos menos en el nuestro”. Inzenga se toma muy en
serio lo de recoger la tradición y crea en España el trabajo de campo, es
decir, el ir por oos pueblos recogiendo canciones, romances y cuentos
populares. Por este camino transitarían autores como Pedrell y fuera de España,
Bela Bartok o Kodaly. El libro de Inzenga Cantos populares de España fue, si no me equivoco, la primera
notación que se hizo en estas tierras del rico folklore con el que se deleitaba
el pueblo. Famosísimo fue, dentro de
este libro el capítulo que el autor dedicó a Galicia cuyos temas aún son
pieza obligada ara las agrupaciones de gaita como es el caso de la Alborada de Inzenga que fue la que
escuchó ( o leyó, no vamos a entrar en polémicas porque el calor de esta mañana
de junio es africano y tórrido) el marino ruso de marras. Luego ya vienen
Barbieri, Felipe Pedrell, Federico Olmeda, Antonio José, Agapito Marazuela y
hasta los chavales que, por los sesenta y setenta del pasado siglo, salían,
“cassette en mano” a recoger el folklore y para luego, con pequeños arreglos,
devolvérselo al pueblo. Sin embargo el que dio primero fue Inzenga y ya sabéis
que el que da primero da dos veces. Habría que decir que esta fiebre por el
folklore de los años sesenta y setenta tuvo en España a un padre que fue
Joaquín Díaz, el gran etnógrafo zamorano, que sí que había leído el cancionero de
Inzenfga . Pero es que don Joaquín merece, por lo menos, una entrada aparte. Al
menos por los muchos años que lo llevo escuchando.
domingo, 30 de junio de 2019
sábado, 29 de junio de 2019
"IL DIVINO BOEMIO" Y MOZART EN BOLONIA
Quiero
hablaros hoy de un músico de esos que están en un segundo plano como esas
montañas que, sin ser los picos más altos de una región, nos guardan paisajes
inolvidables. Este músico, de nombre
Josef Myslivecek, nació en Praga un 9 de marzo de 1737. Era, por tanto, casi
veinte años mayor que Mozart que no nacería hasta 1756. Hijo de un molinero,
estudio con su hermano en un colegio de jesuitas en donde aprendió a leer y a
calcular, actividades necesarias para un buen molinero, pero también canto y
violín en donde el pequeño Josef destacó muy pronto. Los jesuitas vieron
enseguida que el hijo del molinero tocaba muy bien y le animaron a seguir por ese camino. En
1762, estrenaba en Praga seis sinfonías con un éxito tal que Josef pensó en
dedicarse para siempre a la música y dejar la rueda del molino para mejor
ocasión. Con una beca del conde Waldstein, parte para Venecia y decide quedarse
en Italia para siempre. Tuvo éxitos memorables con sus óperas y en varias de
ellas contó, con, ni más ni menos, que con Pietro di Metastasio como libretista.
Los italianos lo adoptaron y lo rebautizaron como Giussepe Venatorini, que debe
ser la traducción al italiano de su apellido;
pero no contentos con eso y, por
si fuera poco, le pusieron el sobrenombre con el que sería conocido en toda
Europa: il divino boemio. Martín
Llade, el gran donostiarra, nos ha contado el otro día que murió pobre, enfermo
y desfigurado por la sífilis aunque otras fuentes, más piadosas con el artista,
achacan la mutilación a un accidente que tuvo camino de Múnich invitado por el
Príncipe Elector del Palatinado, a la sazón Maximiliano I. Sin embargo, hay
algo en la vida del bohemio que no quisiera dejaros de contar.
Estamos
en Bolonia en 1770, con un Mozart de
catorce años y un Myslivecek de treinta y tres que ya había estrenado con gran
éxito IL Bellerofonte. El bohemio era ya miembro de la Academia
Filarmónica y el joven Mozart no tuvo sino palabras de elogio para el
compositor: “Rebosa vida, fuego y espíritu”. No se podía decir mejor, don
Wolfgang.
EL CONDE SISEBUTO
Este romance lleno de gracia y que, de
alguna manera, anticipa a La venganza de
don Mendo, me lo solía recitar a trozos el nunca muy
ponderado José González Folliot. Pepín se lo había aprendido en el colegio en
la segunda década del siglo XX. Folliot, que era madrileño castizo de la plaza
de Santa Ana, pero cuyos padres etran berciano y francesa de Burdeos, lo
recitaba con la misma gracia que recitaba el “Don Mendo” y era un placer
escucharlo con su zuma y su gracejo. Lo que no me contó nunca Pepín, quizás
porque no lo sabía, era que su autor había sido don Joaquín Abati y Díaz,
prolífico autor de comedias y de libretos de zarzuelas entre las que destaca
con luz propia El asombro de Damasco
con música del maestro Pablo Luna. Abati
- que era madrileño y que estudió en el Instituto San Isidro-, cursó Derecho, pero
nunca ejerció de abogado. Curiosamente, escribió un libro para los opositores, Temas de Derecho Adminitrativo, que ha ayudado a sacar las oposiciones a
varias generaciones de españoles, pero con el que su autor nunca sacó ninguna.
Fue colaborador con Antonio Paso y con Carlos Arniches, conocidos comediógrafos
de principios del siglo pasado. El texto
está lleno de sentido del humor y se pasa un ratillo agradable con sus ripios.
Eran tiempos aquellos en que la poesía era muy habitual entre todas las clases
sociales y así no era raro que los novios se escribieran cartas en verso. Os
dejo este juguetillo poético para que paséis un buen rato y os olvidéis de la
ola de calor africana que arrasa por estas fechas nuestro país. Ya veis, el
otro día vino hasta este blog el conde Belisario y hoy el Conde Sisebuto. La
vida es así. Por cierto, que el hecho de que apareciera Marmolejo, villa de
Jaén famosa por su balneario, se debe a que el escritor tomaba las aguas en
esta estación termal tal y como hacían muchos españoles de la época.
EL CONDE SISEBUTO
A cuatro leguas de Pinto
y a treinta de Marmolejo,
existe un castillo viejo
que edificó Chindasvinto.
y a treinta de Marmolejo,
existe un castillo viejo
que edificó Chindasvinto.
Perteneció a un gran señor
algo feudal y algo bruto;
se llamaba Sisebuto,
y su esposa, Leonor,
algo feudal y algo bruto;
se llamaba Sisebuto,
y su esposa, Leonor,
y Cunegunda, su hermana,
y su madre, Berenguela,
y una prima de su abuela
atendía por Mariana.
y su madre, Berenguela,
y una prima de su abuela
atendía por Mariana.
Su cuñado, Vitelio,
y Cleopatra, su tía,
y su nieta, Rosalía,
y el hijo mayor, Rogelio.
y Cleopatra, su tía,
y su nieta, Rosalía,
y el hijo mayor, Rogelio.
Era una noche de invierno,
noche cruda y tenebrosa,
noche sombría, espantosa,
noche atroz, noche de infierno,
noche cruda y tenebrosa,
noche sombría, espantosa,
noche atroz, noche de infierno,
noche fría, noche helada,
noche triste, noche oscura,
noche llena de amargura,
noche infausta, noche airada.
noche triste, noche oscura,
noche llena de amargura,
noche infausta, noche airada.
En el gótico salón,
dormitaba Sisebuto,
y un lebrel seco y enjuto
roncaba en el portalón.
dormitaba Sisebuto,
y un lebrel seco y enjuto
roncaba en el portalón.
Con quejido lastimero
el viento fuera silbaba,
e imponente se escuchaba
el ruido del aguacero.
el viento fuera silbaba,
e imponente se escuchaba
el ruido del aguacero.
Cabalgando en un corcel
de color verde botella,
raudo como una centella
llega al castillo un doncel.
de color verde botella,
raudo como una centella
llega al castillo un doncel.
Empapada trae la ropa
por efecto de las aguas,
¡como no lleva paraguas
viene el pobre hecho una sopa!
por efecto de las aguas,
¡como no lleva paraguas
viene el pobre hecho una sopa!
Salta el foso, llega al muro,
la poterna está cerrada.
-¡Me ha dado mico mi amada!
-exclama-. ¡Vaya un apuro!
la poterna está cerrada.
-¡Me ha dado mico mi amada!
-exclama-. ¡Vaya un apuro!
De pronto, algo que resbala
siente sobre su cabeza,
extiende el brazo, y tropieza
¡con la cuerda de una escala!
siente sobre su cabeza,
extiende el brazo, y tropieza
¡con la cuerda de una escala!
-¡Ah!…-dice con fiero acento.
-¡Ah!…-vuelve a decir gozoso.
-¡Ah!…-repite venturoso.
-¡Ah!…-otra vez, y así, hasta ciento.
-¡Ah!…-vuelve a decir gozoso.
-¡Ah!…-repite venturoso.
-¡Ah!…-otra vez, y así, hasta ciento.
Trepa que trepa que trepa,
sube que sube que sube,
en brazos cae de un querube,
la hija del Conde, la Pepa.
sube que sube que sube,
en brazos cae de un querube,
la hija del Conde, la Pepa.
En lujoso camerín
introduce a su amado,
y al notar que está mojado
le seca bien con serrín.
introduce a su amado,
y al notar que está mojado
le seca bien con serrín.
-Lisardo,…mi bien, mi anhelo,
único ser que yo adoro,
el de los cabellos de oro,
el de la nariz de cielo,
único ser que yo adoro,
el de los cabellos de oro,
el de la nariz de cielo,
¿qué sientes, dí, dueño mío?
¿no sientes nada a mi lado?
¿qué sientes, Lisardo amado?
Y él responde:-Siento frío.
¿no sientes nada a mi lado?
¿qué sientes, Lisardo amado?
Y él responde:-Siento frío.
Frío has dicho? eso me espanta.
¿Frío has dicho? eso me inquieta.
No llevarás camiseta
¿verdad?… pues toma esta manta.
¿Frío has dicho? eso me inquieta.
No llevarás camiseta
¿verdad?… pues toma esta manta.
-Ahora hablemos del cariño
que nuestras almas disloca.
Yo te amo como una loca.
-Yo te adoro como un niño.
que nuestras almas disloca.
Yo te amo como una loca.
-Yo te adoro como un niño.
-Mi pasión raya en locura,
si no me quieres me mato.
-La mía es un arrebato,
si me olvidas, me hago cura.
si no me quieres me mato.
-La mía es un arrebato,
si me olvidas, me hago cura.
-¿Cura tú? ¡por Dios bendito!
No repitas esas frases,
¡en jamás de los jamases!
¡Pues estaría bonito!
No repitas esas frases,
¡en jamás de los jamases!
¡Pues estaría bonito!
Hija soy de Sisebuto
desde mi más tierna infancia,
y aunque es mucha mi arrogancia,
y aunque es un padre muy bruto,
desde mi más tierna infancia,
y aunque es mucha mi arrogancia,
y aunque es un padre muy bruto,
y aunque temo sus furores,
y aunque sé a lo que me expongo,
huyamos…vamos al Congo,
a ocultar nuestros amores.
y aunque sé a lo que me expongo,
huyamos…vamos al Congo,
a ocultar nuestros amores.
-Bien dicho, bien has hablado,
huyamos aunque se enojen,
y si algún día nos cojen,
¡que nos quiten lo bailado!
huyamos aunque se enojen,
y si algún día nos cojen,
¡que nos quiten lo bailado!
En esto, un ronco ladrido
retumba potente y fiero.
-¿Oyes?-dice el caballero-,
es el perro que me ha olido.
retumba potente y fiero.
-¿Oyes?-dice el caballero-,
es el perro que me ha olido.
Se abre una puerta excusada
y, cual terrible huracán,
entra un hombre.., luego un can…,
luego nadie…, luego nada…
y, cual terrible huracán,
entra un hombre.., luego un can…,
luego nadie…, luego nada…
-¡Hija infame!-ruge el Conde.
¿Qué haces con este señor?
¿Dónde has dejado mi honor?
¿Dónde?¿dónde?¿dónde?¿dónde?
¿Qué haces con este señor?
¿Dónde has dejado mi honor?
¿Dónde?¿dónde?¿dónde?¿dónde?
Y tú, cobarde villano,
antipático, repara,
como señalo tu cara
con los dedos de mi mano.
antipático, repara,
como señalo tu cara
con los dedos de mi mano.
Después, sacando un puñal,
de un solo golpe certero
le enterró el cortante acero
junto a la espina dorsal.
de un solo golpe certero
le enterró el cortante acero
junto a la espina dorsal.
El joven, naturalmente,
murió como un conejo.
Ella frunció el entrecejo
y enloqueció de repente.
murió como un conejo.
Ella frunció el entrecejo
y enloqueció de repente.
También quedó el conde loco
de resultas del espanto,
y el perro…no llegó a tanto,
pero le faltó muy poco.
de resultas del espanto,
y el perro…no llegó a tanto,
pero le faltó muy poco.
desde aquel día de horror
nada se volvió a saber
del conde, de su mujer,
la llamada Leonor,
nada se volvió a saber
del conde, de su mujer,
la llamada Leonor,
de Cunegunda su hermana,
de su madre Berenguela,
de la prima de su abuela
que atendía por Mariana,
de su madre Berenguela,
de la prima de su abuela
que atendía por Mariana,
de su cuñado Vitelio,
de Cleopatra su tía,
de su nieta Rosalía
ni de su chico Rogelio.
de Cleopatra su tía,
de su nieta Rosalía
ni de su chico Rogelio.
Y aquí acaba la la leyenda
verídica, interesante,
romántica, fulminante,
estremecedora, horrenda,
verídica, interesante,
romántica, fulminante,
estremecedora, horrenda,
que de aquel castillo viejo
entenebrece el recinto,
a cuatro leguas de Pinto
y a treinta de Marmolejo.
entenebrece el recinto,
a cuatro leguas de Pinto
y a treinta de Marmolejo.
FANNY GARRIDO
Francisca González Garrido nació en La Coruña en 1846. Su
nombre como escritora fue Fanny Garrido y, aunque de muy escasa producción, su
obra tiene una gran importancia en la literatura gallega. Algunos años más
joven que Rosalía de Castro, Fanny luchó con su escritura en un mundo de
hombres y estuvo casada con Marcial del Adalid, el gran músico coruñés del que
hemos hablado ha poco. Su marido musicó muchas de sus canciones con el buen
gusto habitual de este gran seguidor de Chopin. Cuando murió Marcial del
Adalid, Fanny tenía tan sólo treinta y cinco años y contrajo segundas nupcias
con el químico lucense José Rodríguez Mourelos. Muchas de sus obras están
firmadas como Eulalia de Liáns, que era el nombre del pazo familiar. Tradujo a
Heine y a Goethe y publicó Escaramuzas 1885; La madre de Paco Pardo
1898 y Batallas que, a la fecha de hoy, sigue inédita. Murió en el pazo
de Liáns en 1917.
Tan sólo he podio encontrar este poema
que fue musicado por Marcial del Adalid. Sin embargo, con tan sólo este
ejemplo., podemos hacernos una idea de la sensibilidad de esta poeta gallega
del siglo XIX. Por cierto, el poema está con la puntuación, signos ortográficos
y transcripción de sonidos que distan en algunas ocasiones del gallego actual.
Por ejemplo n’o porto por no porto; o en el plano fonético, fugiron
por fuxiron.
A bordo
Ti sentada mirabas por enriba da borda
As casas que n´o porto chegaban astr´o mare
Cubria a noite a terra e soyos no máis alto
Tres albres somellaban
Tres albres somellaban pantasmas c´o luar.
As casas que n´o porto chegaban astr´o mare
Cubria a noite a terra e soyos no máis alto
Tres albres somellaban
Tres albres somellaban pantasmas c´o luar.
Na túa yalma reñíase a loita derradeira
Antr´o novo deseyo
Antr´o vello terrore eu cá vista cravada
N´a tua cabeza
Enchía sin falarte
Enchía sin falarte
O teu peito d´amor.
Antr´o novo deseyo
Antr´o vello terrore eu cá vista cravada
N´a tua cabeza
Enchía sin falarte
Enchía sin falarte
O teu peito d´amor.
Ao fin teus
ollos levantaste con medo
Teu mirar veu fundirse n´a fogueira do meu
Destonces nosas almas por sempre se prenderon
E pra sempre fugiron
E pra sempre fugiron mon sosego e o teu.
Teu mirar veu fundirse n´a fogueira do meu
Destonces nosas almas por sempre se prenderon
E pra sempre fugiron
E pra sempre fugiron mon sosego e o teu.
domingo, 23 de junio de 2019
MARCIAL DEL ADALID
Nace Marcial
del Adalid en La Coruña en el año 1826. Diez años antes, en Polonia, había
nacido Chopin, el gran referente para este gran compositor gallego. Cuando
tenía dieciocho años, Marcial se marchó a París por ver si podía estudiar con
Chopin, pero no fue posible. Marchó para Londres en donde si bien no encontró
al gran músico polaco, sí que encontró a Ignaz Moscheles, músico bohemio, amigo
de Mendelssohn y discípulo de Beethoven. Mucho aprendió con él el coruñés y, no
contento con este aprendizaje, se volvió a París en donde parece, pero no se
sabe con certeza que recibió lecciones del propio Franz Liszt, el pianista más
famoso de la época., el que las multitudes se disputaban. Regresó a España y se
estableció en Madrid en donde escribió una ópera, Inese e Bianca, con libreto en italiano de Achille de Lauzières;
con su ópera debajo del brazo, regresó a París en donde intentó estrenarla sin
éxito. Se volvió a su pazo de Lóngora, en Oleiros, (La Coruña) y allí, muy apartado
del mundo musical, Marcial del Adalid se dedicó a la música dejándonos una obra
de gran delicadeza que bebe de Chopin, pero que no lo imita. De su pluma salieron
Baladas, Impromptus, Nocturnos, Scherzzos y Veinticinco poemas gallegos en los que puso música a poemas
de su mujer, Fanny Garrido, de la que
hablaremos en entrada aparte porque esta poetisa gallega muy poco conocida se
lo merece con creces. Murió en su pazo de Lóngora con tan sólo cincuenta y
cinco años, en 1881. El pianista de
Villaviciosa de Odón, Mario Prisuelos, le ha dedicado un disco fabuloso entre cuyos
temas os propongo escuchar su Lamento, una balada pata piano hermosísima que
demuestra la gran calidad del músico gallego. Si queréis oír a Mario Prisuelos, podéis pinchar en este enlace.
https://www.youtube.com/watch?v=Gt5nm9EIohs
https://www.youtube.com/watch?v=Gt5nm9EIohs
sábado, 22 de junio de 2019
EL CONDE BELISARIO Y LAS GRANADAS DE BOECILLO
A mí, el nombre de Belisario me
sonaba mucho porque, en Boecillo, hay un señor que cultiva unas granadas en su
huerto y tiene tan bizantino nombre. Cuando ya estudié la historia del Imperio
Romano de Oriente comprobé con sorpresa que el señor Belisario se llamaba como
ese gran general de Justiniano y, cuando he leído El conde Belisario, de Robert Graves, entonces he sabido muchas más
cosas sobre este gran militar y mejor ser humano. Graves nos presenta un
Belisario que nos recuerda continuamente al Cid: ¡qué buen vasallo si tuviera
buen señor! Todo lo que hace lo hace por su Emperador y éste, en uno de los
ejemplos de envidia y desagradecimiento más palmarios de la historia, se lo
paga con la peor moneda. Belisario sufrió, por las mentiras de los correveidiles de
palacio, prisión y destierro; y, por si esto fuera poco, hasta le cegaron y, como
mendigo, tuvo que salir a mendigar por las calles de Constantinopla para
vergüenza de “su Emperador”. Es este lamento que recoge el gran pintor francés
Louis David: el mejor general de Justiniano pidiendo limosna por las calles.
Por muchos perdones que el gobernante bizantino le concediera “graciosamente” a
Belisario, creo que se llevó a la tumba su odio absolutamente injustificado por
tan grande general.
Si
le sirve a usted de consuelo, Conde Belisario, le diré que un tocayo suyo en
Boecillo tiene unas granadas que en los otoños se llenan de perlas para honrar
la memoria de tan gran militar y de tan íntegra y buena persona.
LAS MÁXIMAS MÍNIMAS DE JARDIEL PONCELA Y EL TALIBÁN QUE NOS HABITA
He terminado de leer el otro día
las Máximas mínimas de Jardiel, una
colección de aforismos con los que te desternillas de risa. Sin embargo, una
sombra me ha sobrevolado mientras los leía: la sombra de lo políticamente
correcto. Pensaba que, si estos aforismos
de Jardiel se publicaran hoy, sería imposible que pasaran la férrea censura que
padecemos. Está bien que una sociedad crezca en estadios morales (Kolberg dixit,
pero en estos últimos años el sentido del humor se ha ido perdiendo. Estoy de
acuerdo con que un humor que escarnece no es humor, sino crueldad y que, en el
pasado, en algunas ocasiones, algunos chistes se “pasaban de rosca”. Sin
embargo, del chiste ofensivo (que no eran muchos) al férreo sistema de censura
que padecemos media un abismo. Sin ir más lejos, el otro día, al poner un tema
de Académica Palanca, “Me llaman mala persona”, el que hacía los comentarios
dijo que “ era una canción que alababa la violencia de género”. Pero vamos a
ver, por favor, que se trata de una broma, de un fulano al que han metido en la
cárcel por matar a su mujer, pero que el crimen es tan exagerado y tan absurdo
- estamos en el mundo del humor -, que pierde todo su valor “nocivo”. También
no ha mucho he visto a José María Yuste, Chema Yuste de Martes y Trece,
defender algunos sketchs de sus programas en donde se trataba de homosexuales
que jamás protestaron ni protestarán por esos programas. También Arévalo, el
humorista de las gasolineras, tenía chistes sobre mariquitas y jamás ningún mariquita
le denunció. Sobre esto, recuerdo a
Rafael Conde, El Titi, el impagable cantante valenciano, pero nacido en Toledo
que decía con mucha gracia: “Hay que joderse, toda la vida siendo maricón para
que ahora me llamen gay”
Nos
falta humor, encaje, sentido de la broma. Llevamos dentro de nosotros un
talibán, un censor, un familiar de la Santa Inquisición dispuestos a denunciar
a quien se pase una micra de los políticamente correcto que lo suelen decidir
los que son políticamente muy incorrectos.
Pues
al loro, don Enrique, que cualquier día le dan un disgusto del que no le salva
ni ese Dios que fumaba Muratti y que se hizo una tournée como un guiri cualquiera,
por esta España de nuestros pecados.
GEORG SOLTI
Don Georg Solti era húngaro y formó
parte de aquella generación de directores cuya personalidad irradiaba desde el
podio hasta no sólo el patio de butacas, sino hasta la última localidad del
“gallinero”. Cuando Selz, Argenta, Celibidache, Berstein, Giulini, Solti o el
propio Karajan, con ese tupe que Dios le dio y que él se conservó, dirigían, se hacía un silencio, no de media hora, como
en el Apocalipsis de San Juan, sino de varios días. Fueron una generación de
directores de los que nunca, un buen aficionado a la música, se podrá olvidar.
Solti, nacido György Stern, había nacido en la
capital de Hungría en 1912. Su familia era judía y el padre decidió con buen
criterio cambiar el nombre a su hijo y germanizarlo: Georg. Después, le añadió,
en lugar de Stern, que señalaba su origen judío, el nombre de una aldea húngara:
Solti. Sin querer, don Móricz Stern le acababa imponer a su hijo el nombre
artístico con el que sería conocido. En
Budapest estudió con Ernö Dohnányi y los
renovadores Zoltan Kodaly y Bela Bartok. Un día, Georg, viendo dirigir a Erich Kleiber, tomó la
decisión de ser director de orquesta. No
obstante, era un gran pianista del que se conservan grabaciones tocando solo o
con otros acompañantes como Georg
Kulenkampff y diferentes sonatas para violín de Brahms o Mozart . Solti
fue un director muy querido en Londres, no
mucho al principio pues venía con la manera de hacer de Múnich, pero sí cuando
los londinenses se acabaron dando cuenta de que estaban ante un gran músico. Al
final, la misma reina Isabel le acabó concediendo la Real Orden del Imperio
Británico y, desde entonces, Solti fue Sir Georg Solti. También fue el gran director de la OSC, la
Orquesta Sinfónica de Chicago cuyas grabaciones son absolutamente
imprescindibles.
Solti
se nos fue en 1997, mientras descansaba en su casa de Antibes, viviendo de tal
manera que la muerte fuera una injusticia (como dijo Camus).
Por desgracia,
de toda esta pléyade de maravillosos directores, tan sólo alcancé a ver a
Solti. Fue una tarde en Madrid y tocó la octava de Beethoven y otras dos piezas
que no recuerdo ahora y tampoco ha lugar a que me ponga a tirar de archivo. Aquella
tarde noche, Solti nos tocó de propina la Egmont de Beethoven y todavía
recuerdo cómo sonaron aquellas trompetas en un pasaje de la obertura que
ensalzaba al héroe de los Países Bajos. Y también recuerdo cómo, don Goerg, nos
dijo, - según me tradujo un señor del público versado en lenguas anglosajonas,
que, aunque éramos el público más tosedor del mundo, nos iba a dar esa propina.
¡Pues anda que si llega a venir a Valladolid y se sube al podio del Auditorio
Miguel Delibes, que últimamente parece un hospital de tuberculosos, me le pega
un pasmo!
¡CÓMO CANTAN LOS POETAS ANDALUCES DE AHORA!
Hace ya muchos años, los chicos
y chicas de Aguaviva grabaron un disco que se llamaba ¿Qué cantan los poetas andaluces de ahora? que era y es un poema de
Rafael Alberti. Este disco fue para mí de culto porque no había “progre” que se
preciara que no lo tuviera y un servidor siempre quiso ser progre e imitar a
sus mayores. Esta tontería viene a cuento porque la lectura de Rafael Adolfo
Téllez con esa Soledad del aguacero y
de Alejandro Simón Partal con sus Himnos
abdominales, ambos andaluces, me confirman algo que llevo repitiendo desde
hace mucho en este humilde blog: que el ser andaluz ya es un grado para ser
poeta. Estamos ante dos libros distintos: el de Téllez más “lírico”, más en la
poesía del sentimiento (¿acaso hay poesía sin sentimiento?), más de la imagen
lírica; el de Simón Partal, más en la
línea de la poesía más joven que se está escribiendo en España hoy que, por
cierto, es de un alto voltaje literario. Dos andaluces que escriben muy bien y
que me hacen cambiar la pregunta de Aguaviva por una exclamación: ¡Cómo
escriben los poetas andaluces de ahora!
lunes, 17 de junio de 2019
EL TXIKITO DE OTXANDIANO
Esta
es la historia de un txiquito de Ochandiano que, a los siete años se fue con sus padres a Medina
de Pomar, en Burgos, en donde empezó a estudiar música. Como el txiquito prometía,
fue para Burgos y allí estudió en su conservatorio. Cuando le tocó ir al servicio
militar, el txikito se las había apañado, sacando unas oposiciones a una banda
militar, para ir como músico y en aquella banda coincidió con otros miembros de
la Generación del 1951 como Cristóbal Halfter, Manuel Angulo o Ángel Arteaga.
El txikito de Otxandiano fue, poco a poco, convirtiéndose en un grandísimo
músico y empezó a componer un catálogo envidiable del que voy a extraeros tan
sólo varias obras:a partir de 1980:
Variantes combinadas
(Música de cámara); Sinfonía número 2.; Galatea, Rocinante y Preciosa;
Koankinteto; Variantes combinadas. : Sinfonía número 3. o su Scherzo y
Fantasías.
Compuso la música para ochenta y
dos películas, pero hay una serie que para una generación de españolitos
resulta absolutamente inolvidable: Verano
Azul del también vasco, de Lasarte, Antonio Mercero. Bueno pues ya sabéis
ahora que el txikito de Otxandiano fue el compositor de esa banda sonora que en
ocasiones aflora en las tardes de verano cuando nos creemos que estamos con los
chavales de la pandilla cantando con Chanquete. Ya os dejo porque me pongo
sentimental.
¡Se me olvidaba! El txiquito de
Otxandiano se llamaba Carmelo Bernaola.
OTTORINO RESPIGHI O SER FASCISTA SIN SERLO
Hay
gente que tiene mala suerte en la vida y que, por mucho que se lo “curre” no
llegan ni de lejos a donde otros, que, con un poco más de suerte y con el mismo
talento, llegan y triunfan. Fijaos sino en el pobre Respighi que se dedicó a la
musicología, que rescató obras de Monteverdi y de autores italianos del XVI y del
XVII y que, como compositor, se nos puso a dibujar con música los paisajes de
Roma. Tuvo también la fortuna de poner en los atriles los arreglos sobre suites
antiguas del XVI, una obra que, si le gustaba al maestro López Cobos, digo yo
que por algo sería. Por cierto, os recomiendo esta misma obra, la Suite
antiguas, en versión pianística del propio Respighi. Os encantarán y no me
daréis las gracias. Sin embargo, este pobre músico italiano tuvo mala suerte
pues el Duce, cuando Respighi ya había muerto, se fijó en su música y la usó
para potenciar “lo italiano” como Franco hizo en España con otros compositores
para realzar “ lo español”. El resultado es que, cada vez que se nombra a Respighi
y especialmente cuando los que los nombran son gentes de poca cultura musical
que viven de la frase hecha y del slogan
barato, se asocia a don Ottorino con el fascismo italiano. Y de ahí que ,
cuando uno se lo pone a un amigo, el amigo te espete: “Sí, puede que sea un
buen músico, pero colaboró con Mussolini”. Y punto pelota.
Por
favor, quitaos los prejuicios que podáis tener sobre este músico y poneos a
escuchar a un gran orquestador y a un gran músico que recibe un trato injusto
por lo que quizás nunca fue. Dejad libres los oídos y disfrutad, por favor.
EL MARINO RUSO QUE LLEGÓ A FERROL
Un marino
ruso llega al puerto de El Ferrol. El marino ruso ya había estado en España
allá por 1864 cuando era cadete de la Armada Rusa en el buque “Alma”. Ahora
estamos en 1880, ha venido en el “Livadia”, se baja del barco, está unos pocos
días y regresa a bordo. Habrá visitado tabernas, habrá escuchado una gaita en
alguna romería y a algún paisano entonando un alalá. Poco más. Cuando este
marino regresa a su tierra, guiado por la fama de la Sinfonía española de Lalo, se decide escribir un Capriccio Español. Creo que no hace
falta que os diga que el marino ruso era Nikolai Rimsky Korsakov, el mejor
orquestador del siglo XIX según se repite de boca en boca. En dicha obra
aparece, sobre todo, folklore asturiano y una canción andaluza. Vamos por
partes.
Los temas asturianos son la Alborada asturiana para gaita y tambor, la Danza prima asturiana ¡Válgame Señor San Pedro! y el Fandango
de Pendueles. Las tres canciones asturianas están recogidas en el
Cancionero de Inzenga del que hablaremos en una entrada aparte. Además tenemos
un fandango asturiano del que os hablaré unas líenas más abajo por la relación
que tiene con una película de Pedro Almodóvar. La canción andaluza es Permita la Virgen pongas tu querer. Desde entonces, este Capricho español sigue sonando y es, desde luego muy famoso. Se me
viene a las mientes la escena de Mujeres
al borde de nervios en la que Carmen Maura quema la cama; pues bien, la música
que suena pertenece al Fandango de Pendueles del que ya hemos
hablado y que forma parte del Capriccio
Este Fandango también proviene del
cancionero de Inzenga.
Que se sepa, el marino ruso ya no
volvió a nuestro país y no hizo nunca lo que hizo su compatriota Glinka que sí
que recorrió España y fue anotando canciones populares como un Joaquín Díaz
cualquiera. Eso sí, el Capricho le quedó precioso y es una gozada escucharlo.
Os lo juro.
viernes, 14 de junio de 2019
LA PRINCESA Y LOS FIORDOS
Hace muchos años,
tuve la suerte de conocer Covarrubias, en las tierras burgalesas de Mío Cid.
Dentro de la colegiata, hay una tumba con una campanita de la que cuenta la
tradición que, si una chica se quiere casar, deberá tocar la campanita y un
príncipe llegará a su vida. Y toda esta curiosa tradición viene porque la chica
que está enterrada es la princesa Cristina de Noruega, a la que mandaron para
España a casarse con un hijo del rey Alfonso X “El Sabio”. La muchacha, tras un
largo viaje por mar y por tierra, se llegó hasta Soria y, desde Soria, a Sevilla. A mí siempre me produjo una honda
pena esta pobre princesa que murió sin volver a ver las tierras de su norte, de
ese norte que también es el mío, de ese norte con el que yo soñaba en mi infancia
lejana. Estoy convencido de que Cristina murió de saudade en su jaula de plata del palacio sevillano en el que vivía.
Me he decidido a escribirle este poema por si alivio su espera de los crujidos
del bosque en primavera.
CRISTINA DE
NORUEGA
Nieve y fiordos
regresan a mis sueños
frente al viento
de fuego que enciende Sevilla.
De nada me valen
las altas palmeras,
ni el río que
lleva los barcos al mar
si no puedo
volver al blanco silencio del bosque.
No quiero esta
luz que araña mis ojos
claros y
profundos como el remanso de un río.
Sé que pronto
moriré añorando los días
de hielos oscuros
y auroras ocultas.
Caminante, si es
que un día pasas por mi tumba,
peregrino al azar
tu alma sin dueño,
en la santa
Covarrubias que besa el Arlanza,
recuerda que en
ella añora Cristina
los lentos
crujidos de la primavera del roble.
martes, 4 de junio de 2019
EL SEÑOR DEL METRO QUE CANTA COMO LOS ÁNGELES
Érase
una vez un señor de Olot que trabajaba en las oficinas del Metro de Barcelona.
Cuando salía, el señor se iba a dirigir un coro en un conocido colegio de los
jesuitas en la Ciudad Condal. El señor cantaba bien, tan bien cantaba que los
compañeros de la compañía del Metropolitano el animaron a que se presentara a
un concurso de canto. Tenía a la sazón el buen señor treinta y dos años y se
decidió por el Francisco Viñas, uno de los mejores concursos de cantos en España.
Y el señor del Metro ganó el concurso y como fruto de ese triunfo recibió una
beca, viajó a Salzburgo y estudió en el Mozarteum,
el mismo lugar en donde estudiaron mis buenos amigos del alma Luis Celada, der
Kapelmeister, y Carmen Quintanilla. Y en
1975 ganó el primer premio de esa prestigiosa institución salzburguesa. Y el
señor del Metro debutó en el Metropolitan de Nueva York en el año 1979 y fue
entonces cuando aquel señor dejó aquellas oficinas del Metro y se entregó al
canto como única y afortunada dedicación. Muy reconocido fuera de España, este
señor cantó en Turín, Milán ( la Scala), Roma, San Francisco, Los Ángeles, el
Carnegie Hall, Berlín y un largo etcétera de ciudades. El señor del Metro se
puso a las órdenes de directores como López Cobos, James Levine, Abbado,
Giulini, Marriner, Pollini, Ros Marbá, en fin, toda una larguísima nómina de
grandes eminencias musicales. Ese señor se llamaba y se llama Dalmacio González Albiol y es uno de los
mejores tenores ligeros que ha dado España, un consumado especialista en papeles
rossinianos. Se le puede escuchar, por ejemplo, en la grabación que dirigió
Maurizio Pollini de La donna del lago
de Rossini en la que comparte cartel con Katia Riciarelli, Lucia
Valentini-Terrani o Samuel Ramey. Como curiosidad, decir que en España saltó a
la fama en 1983 cuando tuvo que sustituir a Carreras en un elisir d’amore en la Zarzuela madrileña. También la Caballé había
empezado con una sustitución y con la Caballé cantó en el Liceo de Barcelona la
Parisina d’Este de Gaetano Donizetti.
En la actualidad cuenta con setenta y nueve años y seguro que recuerda con cariño cuando trabajaba en el metro de
Barcelona. Los genios suelen ser gente sencilla y humilde.
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