El otro
día, hablábamos de Inzenga cuando nos referíamos a Rimsky Korsakov y su “Capricho
español”. Pero ¿quién fue este músico que se dedicó a escribir este cancionero
que llegó hasta las manos de Rimsky Korsakov. Pues fue un músico madrileño que
nació en 1828 y que había tenido el buen gusto de marcharse a estudiar a París
en donde llegó a ser maestro auxiliar de coros en la ópera Comica. De regreso a
España, Inzenga estrenó zarzuelas de gran éxito. Antecesor de mi querido Luis
Celada, fue profesor en la Escuela Superior de Canto de Madrid. Sin embargo, su
gran obra fue ponerse a recopilar el folklore español. Estamos en pleno romanticismo-
en España, como siempre, en
fecha más tardía-, y la voz de los
hermanos Grimm y otros afamado filólogos resuenan con claridad: “Hay que
recoger las canciones y melodías del pueblo”; También Fernán Caballero defiende
esta recolección y denuncia que “ en todos los países cultos se han apreciado y
conservado no sólo los cantos, sino los cuentos, consejas, leyendas y tradiciones
populares e infantiles; en todos menos en el nuestro”. Inzenga se toma muy en
serio lo de recoger la tradición y crea en España el trabajo de campo, es
decir, el ir por oos pueblos recogiendo canciones, romances y cuentos
populares. Por este camino transitarían autores como Pedrell y fuera de España,
Bela Bartok o Kodaly. El libro de Inzenga Cantos populares de España fue, si no me equivoco, la primera
notación que se hizo en estas tierras del rico folklore con el que se deleitaba
el pueblo. Famosísimo fue, dentro de
este libro el capítulo que el autor dedicó a Galicia cuyos temas aún son
pieza obligada ara las agrupaciones de gaita como es el caso de la Alborada de Inzenga que fue la que
escuchó ( o leyó, no vamos a entrar en polémicas porque el calor de esta mañana
de junio es africano y tórrido) el marino ruso de marras. Luego ya vienen
Barbieri, Felipe Pedrell, Federico Olmeda, Antonio José, Agapito Marazuela y
hasta los chavales que, por los sesenta y setenta del pasado siglo, salían,
“cassette en mano” a recoger el folklore y para luego, con pequeños arreglos,
devolvérselo al pueblo. Sin embargo el que dio primero fue Inzenga y ya sabéis
que el que da primero da dos veces. Habría que decir que esta fiebre por el
folklore de los años sesenta y setenta tuvo en España a un padre que fue
Joaquín Díaz, el gran etnógrafo zamorano, que sí que había leído el cancionero de
Inzenfga . Pero es que don Joaquín merece, por lo menos, una entrada aparte. Al
menos por los muchos años que lo llevo escuchando.
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