He terminado de leer el otro día
las Máximas mínimas de Jardiel, una
colección de aforismos con los que te desternillas de risa. Sin embargo, una
sombra me ha sobrevolado mientras los leía: la sombra de lo políticamente
correcto. Pensaba que, si estos aforismos
de Jardiel se publicaran hoy, sería imposible que pasaran la férrea censura que
padecemos. Está bien que una sociedad crezca en estadios morales (Kolberg dixit,
pero en estos últimos años el sentido del humor se ha ido perdiendo. Estoy de
acuerdo con que un humor que escarnece no es humor, sino crueldad y que, en el
pasado, en algunas ocasiones, algunos chistes se “pasaban de rosca”. Sin
embargo, del chiste ofensivo (que no eran muchos) al férreo sistema de censura
que padecemos media un abismo. Sin ir más lejos, el otro día, al poner un tema
de Académica Palanca, “Me llaman mala persona”, el que hacía los comentarios
dijo que “ era una canción que alababa la violencia de género”. Pero vamos a
ver, por favor, que se trata de una broma, de un fulano al que han metido en la
cárcel por matar a su mujer, pero que el crimen es tan exagerado y tan absurdo
- estamos en el mundo del humor -, que pierde todo su valor “nocivo”. También
no ha mucho he visto a José María Yuste, Chema Yuste de Martes y Trece,
defender algunos sketchs de sus programas en donde se trataba de homosexuales
que jamás protestaron ni protestarán por esos programas. También Arévalo, el
humorista de las gasolineras, tenía chistes sobre mariquitas y jamás ningún mariquita
le denunció. Sobre esto, recuerdo a
Rafael Conde, El Titi, el impagable cantante valenciano, pero nacido en Toledo
que decía con mucha gracia: “Hay que joderse, toda la vida siendo maricón para
que ahora me llamen gay”
Nos
falta humor, encaje, sentido de la broma. Llevamos dentro de nosotros un
talibán, un censor, un familiar de la Santa Inquisición dispuestos a denunciar
a quien se pase una micra de los políticamente correcto que lo suelen decidir
los que son políticamente muy incorrectos.
Pues
al loro, don Enrique, que cualquier día le dan un disgusto del que no le salva
ni ese Dios que fumaba Muratti y que se hizo una tournée como un guiri cualquiera,
por esta España de nuestros pecados.
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