Érase
una vez un señor de Olot que trabajaba en las oficinas del Metro de Barcelona.
Cuando salía, el señor se iba a dirigir un coro en un conocido colegio de los
jesuitas en la Ciudad Condal. El señor cantaba bien, tan bien cantaba que los
compañeros de la compañía del Metropolitano el animaron a que se presentara a
un concurso de canto. Tenía a la sazón el buen señor treinta y dos años y se
decidió por el Francisco Viñas, uno de los mejores concursos de cantos en España.
Y el señor del Metro ganó el concurso y como fruto de ese triunfo recibió una
beca, viajó a Salzburgo y estudió en el Mozarteum,
el mismo lugar en donde estudiaron mis buenos amigos del alma Luis Celada, der
Kapelmeister, y Carmen Quintanilla. Y en
1975 ganó el primer premio de esa prestigiosa institución salzburguesa. Y el
señor del Metro debutó en el Metropolitan de Nueva York en el año 1979 y fue
entonces cuando aquel señor dejó aquellas oficinas del Metro y se entregó al
canto como única y afortunada dedicación. Muy reconocido fuera de España, este
señor cantó en Turín, Milán ( la Scala), Roma, San Francisco, Los Ángeles, el
Carnegie Hall, Berlín y un largo etcétera de ciudades. El señor del Metro se
puso a las órdenes de directores como López Cobos, James Levine, Abbado,
Giulini, Marriner, Pollini, Ros Marbá, en fin, toda una larguísima nómina de
grandes eminencias musicales. Ese señor se llamaba y se llama Dalmacio González Albiol y es uno de los
mejores tenores ligeros que ha dado España, un consumado especialista en papeles
rossinianos. Se le puede escuchar, por ejemplo, en la grabación que dirigió
Maurizio Pollini de La donna del lago
de Rossini en la que comparte cartel con Katia Riciarelli, Lucia
Valentini-Terrani o Samuel Ramey. Como curiosidad, decir que en España saltó a
la fama en 1983 cuando tuvo que sustituir a Carreras en un elisir d’amore en la Zarzuela madrileña. También la Caballé había
empezado con una sustitución y con la Caballé cantó en el Liceo de Barcelona la
Parisina d’Este de Gaetano Donizetti.
En la actualidad cuenta con setenta y nueve años y seguro que recuerda con cariño cuando trabajaba en el metro de
Barcelona. Los genios suelen ser gente sencilla y humilde.
Seguro que, como había trabajado en el Metro de Barcelona, acabó cantando en el Metropolitan de Nueva York.
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