Hace
muchos años que leo a Ismaíl Kadaré, un grandísimo escritor albanés traducido
de manera magistral por Ramón Sánchez Lizarralde, un señor de Valladolid del
que hablaré para el mes que viene. En su libro Esquilo, Kadaré mantiene esa
tesis apasionante de que la tragedia griega no procede de la fiesta, sino que
viene de los ritos funerarios. Los primeros coros trágicos serían las plañideras
del entierro y el muerto el protagonista (en el sentido etimológico del término).
Me parece más que posible esta teoría apoyada en la similitud entre griegos y
albaneses y en un pasado oral común.
Sin
embargo, quiero hacer hincapié en una teoría que me ha sorprendido y de manera
muy grata. Si recordáis, Clitemnestra, tras haber pasado tiempo del asesinato
de su marido, saca la malla – túnica o la túnica –red llena de sangre. Y surge
la pregunta que algunos lectores se habrán hecho: ¿por qué conservaba
Clitemnestra la túnica-red manchada con la sangre del marido y por tanto,
prueba incriminatoria de primer orden? Lo normal es que se hubiera deshecho de
ella nada más haber cometido el asesinato
de Agamenón. Pues Kadré nos da una respuesta basándose, ni más ni menos que en
el Kanun, el código milenario albanés en donde el asesino guardaba la camisa del
asesinado porque el muerto “ se comunicaba” con los vivos por medio de las
manchas de sangre que variaban de color dependiendo de los mensajes. Es más,
Esquilo nos dice que la reina, antes de la llegada inminente de Orestes, estaba
preocupada, casi llena de terror y lo atribuye a un sueño, a un mal sueño.
Kadaré sostiene la tesis de que la idea del sueño viene porque Esquilo usó
diferentes leyendas, pero que la verdadera preocupación de la reina venía
porque había visto una variación en las manchas de sangre en la túnica del
Atrida.
Tiene
Kadaré otras teorías sobre la Orestíada que merecen la pena que vayamos viendo,
pero, poco a poco, porque cada día tiene su afán.
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