sábado, 30 de enero de 2021

LAS COÉFOROS DE ESQUILO, RUBÉN DARÍO, LORCA Y LA ALAMEDA DE MARÍN

 


Nos decía siempre el profesor Lasso de la Vega: ¡Las coéforos, decid siempre las coéforos! Se refería, claro está, a la tragedia de Esquilo que forma parte de la trilogía conocida como la Orestíada. Y es que es habitual encontrar traducciones, incluso traducciones de fuste, a en cuya portada aparece   Las Coéforas, la forma que irritaba sobremanera al erudito murciano. Para solventar dudas, vayamos al griego.

         Αἱ χοηφόροι, que, traducido al castellano, significa “las que llevan las libaciones” porque Χοή  –ης, significa en griego “libación”. Así el diccionario de Pabón recoge la expresión griega χοὰς τυμβεύειν con el significado de “derramar libaciones sobre una tumba”. Χοηφόρος – ον es un adjetivo de dos terminaciones cuya primera forma nos sirve en griego tanto para el masculino como para el femenino de donde tenemos la forma αἱ χοηφόροι con una traducción de “las coéforos”. ¿Por qué, pues,  pronunciamos entonces coéforas? Pues por una mala traducción del francés Les Choéphores, obra cuasi divina de Darius Milhaud con versos de Paul Claudel,  y quizás arrastrados por otra palabra griega que hace referencia a las muchachas vírgenes que en las fiestas de las Panateneas, las fiestas “patronales” de Atenas,  llevaban un canasto con ofrendas. Seguro que habéis descubierto que hablo de las canéforas, esas púberes a las que Rubén Darío inmortalizó en ese archiconocido verso de su Responso a Verlaine:

que púberes canéforas te ofrenden el acanto

del que un alumno LOGSE, al igual que exclamó Lorca en genial boutade,  no entiende más que el “que” y el “te”. Fijaos que Rubén, tan francés él, utiliza “canéforas” y no “canéforos” como debería de haber usado pues también esta palabra proviene de un adjetivo en griego de dos terminaciones cuyo masculino y femenino son los mismos. También del francés nos viene el acento esdrújulo y no llano que es el acento que lleva en la palabra griega.

         De pequeño, en Marín, mientras paseaba de la mano de mi abuelo por la alameda, niño entre rosas de oro, pasaban muchas mujeres que llevaban canastos en la cabeza y yo, ignorante en mi paraíso, no sabía que estaba viendo pasar a diligentes canéforos.

         Ya sé que esto no va a ninguna parte, que no da dinero, que Lasso hace muchos años que murió, pero es que os lo quería contar.

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