El
filósofo de Rasinari me ha parecido siempre uno de los mejores escritores en
francés del siglo XX. Con esta premisa por delante, no os resultará extraño si
os digo que la lectura de sus Desvaríos,
última obra que escribe en rumano, me ha provocado ese estremecimiento interno
que siempre me provoca Cioran aunque esta vez el estremecimiento ha sido menor
al leer la obra en castellano pues, para disfrutar a tope, a Cioran hay que leerlo
en francés. En este libro está su prosa diamantina (sé que no le hubiera
gustado esta palabra, pero qué le vamos a hacer) que nos va contando, casi
cantando en versos, la angustia de vivir, la angustia de la soledad, la
angustia de la soledad del ser humano en un mundo que no le tiene en cuenta
porque de nada nos vale pensarnos como reyes de la creación cuando no somos más
que unos seres vivientes más en esta duda que es la vida. Cioran deslumbra,
engaña y, a veces, pienso que es un gran embaucador, que con su prosa
delirante, cuasi divina, nos vende algo en lo que realidad no creía. No lo sé.
Su lectura no es recomendable en tiempos de pandemia, pero siempre merece la
pena leerlo y sufrirlo, sobre todo sufrirlo porque Cioran te apuñala con sus
palabras, te arranca de tus seguridades, de tus credos, de tu alegría. Por eso
es absolutamente necesario.
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