En esta entrada de
blog, el tema es la soledad cuyo zarpazo todos hemos sentido alguna vez y como
también siente ese Minotauro borgiano en ese maravilloso cuento que es La casa de Asterión, cuento que siempre
he tenido en los bastidores de mi alma desde que lo leí en aquel viejo libro de
Literatura española de 3º de BUP de don Fernando Lázaro Carreter. También Julio
Cortázar en su obra de teatro Los reyes
nos presenta un Minotauro humanizado contrastando con un Teseo inhumano y
cruel. Por otra parte, no es raro encontrar al Minotauro en juegos de ficción,
en series de dibujos animados o en juegos de rol lo que le ha llevado a ser muy
conocido incluso para públicos alejados de la mitología.
El asunto mitológico
arranca cuando Minos, rey de Creta, atacó Atenas porque su hijo Androgeo,
después de quedar campeón en una competición olímpica en la ciudad de Atenea, fue
asesinado. Su padre se dirigió contra esta ciudad que, en ese momento, sufría
una terrible peste. Conquistó primero Mégara y, finalmente, Atenas. Su victoria
llevaba consigo unas condiciones que los
atenienses derrotados tenían que cumplir y una de estas condiciones era que,
todos los años, Atenas tenía que mandar un barco con siete efebos y siete
muchachas como alimento para el Minotauro. Pasaron casi veinte años y llegó
Teseo que, bien porque él mismo decidió formar parte del tributo de los
atenienses al monstruo cretense, bien porque el propio Minos, sabedor del
aprecio que Minos sentía por Teseo, lo eligió para formar parte de la ofrenda
de ese año, se embarcó como uno más de los muchachos destinados al sacrificio.
El resto ya lo sabemos: Teseo, con la ayuda del hilo de Ariadna que le permitió
salir del laberinto que había construido Dédalo, mató al monstruo.
Desde
un punto de vista iconográfico, encontramos cerámica de pinturas negras en las
que ya se representa la lucha de Teseo contra el Minotauro y, a partir de esas
primeras expresiones, pinturas de diferentes épocas que llegan hasta nuestros
días. Así, en ese recorrido por la pintura que podríamos realizar, encontramos
la famosa taurocatapsia del palacio de Cnosos, frescos pompeyanos, obras de William
Blake , de Dalí y, en especial, de Pablo Picasso que trató tan profusamente
este tema lo cual dio lugar a una exposición en el Museo de Arte Reina Sofía
entre el 25 de octubre de 2000 y el 15 de enero de 2001 en la que se recogían
setenta obras que estaban vinculadas con este asunto. La mayoría eran
aguafuertes reproducidos en la revista Minotaure
y otros de la Suite Vollard. Picasso
crea leyendas diferentes en torno al Minotauro que hemos conocido gracias
a la pintora Françoise Gilot, compañera
del artista malagueño, y así podemos
decir que, para Picasso, los minotauros eran ricos habitantes de la
costa cretense en cuyas casas, atestadas de obras de arte y de bellas mujeres, se celebraban reuniones que terminaban a
menudo en orgías. Sin embargo, los domingos, los minotauros encontraban la muerte a manos
de gladiadores griegos. El mismo Picasso explicaba así su devoción por el monstruo de
Creta en una cita que es el epígrafe al programa de esta exposición: “Si se
señalaran en un mapa todos los itinerarios que he recorrido y se les uniera con
una línea, quizás apareciera un Minotauro”. No es rara esta vinculación del
malagueño con este mitad hombre, mitad toro si recordamos la vinculación que
tiene su obra con el toro y con la tauromaquia. Para algunos críticos, en una
serie de grabados aparecida entre finales de 1933 y mediados de 1934, podríamos encontrar un antecedente directo
del Guernica por el encuentro entre
el Minotauro y un caballo, la ceguera del monstruo y, en especial, por la obra
titulada Minotauromaquia que pongo como ilustración a esta entrada y
que es un antecedente directo al ya mencionado Guernica.
Espero
que con esto os deis por satisfechos en lo que respecta al Minotauro.
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