En estos días de
mayo, voy a tratar de los cantantes que han configurado mi banda sonora original.
Como San Juan en su Evangelio recuerda cuándo conoció a Cristo, yo también
puedo daros pelos y señales de la tarde en que conocí a Joaquín Díaz. Había un
programa de Radio España de Madrid que se llamaba Leña en el que se escuchaba música llamada entonces folk. Sonó un romance, Corrido va el abad, y me deslumbró la voz y la manera de cantar de
Joaquín Díaz. Compré, a lo largo de los años muchos LP’s y a sí, en este momento, recuerdo el de Tierra de
Pinares, el de Palencia, el de Sanabria, las Canciones del Campo y, sobre todo,
aquella caja con varios discos en los que Joaquín Díaz recogió, editó y grabó
una buena cantidad de romances castellano. El libro de ese LP lo tengo tan
desgastado que creo que hasta le falta la grapa porque fue tanto lo que oí su
música que se convirtió durante algunos meses en mi único alimento musical.
Pero es tan grande la figura de Joaquín
que todo lo que se diga en esta entrada sobre él es poco. Creo, aunque no soy
musicólogo, que sin Joaquín no habrían
surgido grupos como el desaparecido Nuestro Pequeño Mundo, el Nuevo Mester de
Juglaría, Candeal, La Bazanca y tantos otros que a día de hoy siguen buceando
en nuestras tradiciones populares. Sin los estudios rigurosísimos de Díaz, la
totalidad del folklore castellano se hubiera perdido. Gracias a Joaquín se creó esa generación que con un magnetofón en mano recorrían los pueblos
recogiendo romances, cantares de trabajo o de boda y todo tipo de
manifestaciones populares. Es nuestro Pete Seeger español, pero nada tiene que
envidiar al americano y sí al revés. Gloria da el escucharle hablar sobre
folklore porque no hay en España quién sepa tanto y con tanto gusto y rigor lo
explique que “Quinito” como lo llamaban de pequeño las mujeres sanabresas.
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