Quod nihilominus inventum constat a Parthis,
quibus consuetudo est, equorum gressus ad delicias
dominorum
hac arte mollire. Non enim circulis atque ponderibus
praegravant crura, ut tolutim ambulare
condiscant
sed ipsos equos, quos vulgo trepidarios,
militari
verbo tottonarios vocant, ita edomant ad
levitatem
et quaedam blandimenta vecturae ut astorconibus
similes videantur.
Vegetius- Digesta artis
mulomedicinae. 1.56.37
Por lo demás, consta que esto fue inventado por los
Partos
para los que es
costumbre
dulcificar por medio de este arte
el paso de los
caballos para deleite de sus dueños.
Pues no les cargan las patas con anillas y pesas
para que aprendan a andar en ambladura,
sino que doman a los caballos que vulgarmente
son conocidos como trepidarios y en lenguaje militar
como totonarios
para ser ligeros y de monta suave
de manera que
se parezcan a los asturcones.
Vegetius- Digesta artis
mulomedicinae. 1.56.37
Un jinete
galopa en su caballo, cuyo pelaje refleja la luz de plata de la luna, entre un bosque
de encinas y retamas. La noche y los árboles lo ocultan de sus perseguidores.
El jinete ha llegado hasta un río. Ve sus aguas crecidas, revueltas, del color
ocre de la tierra que arrastra, del color de la sangre que ha entrenan visto en
los cuerpos inertes de sus camaradas. Ve el peligro, pero no duda porque, en la
duda está la muerte , porque en ese peligro de cruzar el río estriba su
salvación. Siente a su espalda los cascos de los caballos que lo persiguen;
siente las voces de los jinetes; siente casi el viento que provocan los
caballos a galope tendido. Y baja a lacorriente.
Cuando el
agua del río le llega a las piernas, siente que el frío y el miedo le paralizan
el corazón. Sus perseguidores ya tienen que haber llegado a la orilla – piensa
como si un rayo le atravesara la cabeza. La fuerza del río es tan grande que
nota cómo lo arrastra la corriente, cómo el caballo, pese a ser un animal joven
y fuerte, no puede resistir el embate
feroz de las aguas heladas y
turbias; nota con espanto que él y su caballo son arrastrados por la fuerza
brutal de las aguas heladas y turbias sin que ni uno ni otro puedan hacer nada.
No quiere mirar atrás; no quiere ver cómo sus perseguidores ya están como él
luchando con la corriente. Cierra los ojos y espera lamuerte.
Mas de
pronto surge una isla en mitad del río, una isla que está separada tan sólo por
un pequeño canal que su caballo saltará como salta los arroyos cuando va con él
a cazar ciervos allá por la tierra de los pelendones. Nota cómo el caballo hace
pie en la tierra de la isla y cómo ambos salen de las gélidas aguas del río.
Cruzan la isla nacida en mitad de la corriente y el caballo, como si anduviera
por tierras pelendonas y un venado intentara librase de las lanzas delante de
sus ojos de azabache, salta el arroyo con un salto limpio, hermoso, que huele a
libertad. ¡Ya están en la otra orilla! ¡Ya puede mirar a sus perseguidores que,
contra lo que temía, se han quedado clavados ante la oscura corriente! Los ha
mirado con rabia, con ansia de venganza, pero él, librado de sus manos, ya
galopa por la tierra del otro lado del río. Sonríe cuando su caballo, con su
paso en ambladura, se aleja de la noche y de la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario