Germana
nació en Foix en 1488 y en 1505 se maridó con don Fernando el Católico, viudo
de doña Isabel desde el año anterior en que la muy Católica Reina dio el alma
en Medina del Campo. Contaba don Fernando 53 años y doña Germana tan sólo 18,
es decir, que los esposos se llevaban treinta y cinco años. Se celebraron las
velaciones en Dueñas, la villa botijera de Palencia, y el matrimonio se llevó a
cabo según el tratado de Blois en virtud del cual Luis XIII, rey de Francia,
cedía a su sobrina los derechos dinásticos del Reino de Nápoles y de Jerusalén
que retornarían a Francia si el rey Fernando y Germana no lograban
descendencia. A su vez, don Fernando, se comprometió a nombrar heredero al hijo
que naciera del matrimonio y esto provocó las iras de los nobles castellanos
que vieron en este matrimonio una maniobra para que Felipe y Juana no heredaran
la Corona de Aragón. El 3 de mayo de 1509 nació Juan de Aragón y Foix y con el
nacimiento de este niño se dividían los reinos de Castilla y Aragón, pero el
pobre niño murió a las pocas horas de nacer. Don Fernando quería un sucesor a
cualquier precio y empezó a tomar afrodisiacos entre los que se cuenta la cantárida
o mosca hispánica que provocaba, en pequeñas dosis, algunas molestias urinarias
y, sobre todo, una potente erección del pene. Como tal, fue muy usada en Europa
hasta el siglo XVIII, especialmente en Francia en donde se conocía como “los
caramelos Richelieu”. Sin embargo, tenía muchos efectos secundarios – no
olvidemos su efecto vesicante o creador de ampollas-, y ocasionaba en ocasiones
bastante elevadas la muerte del consumidor. Cuento esto porque la razón de la
muerte de don Fernando parece ser, según Fernández Álvarez, el una sobred00osis
de cantárida. Don Fernando dejó a Germana 50.000 florines y a su nieto Carlos
el encargo de que cuidara de su viuda pues “no le queda, después de Dios, otro
remedio sino sólo vos…”. ¡Y vaya si la cuidó!
Carlos viene a España con 17 años y se
encarga de su abuelastra, una mujer de 29 años, de buen ver y que aún no padecía
los problemas de obesidad que la acabarían matando años más tarde. Carlos-
siempre según Fernández Álvarez-, se
enamora de su abuelastra y organiza combates y banquetes en su honor. Estaba
cumpliendo el encargo de su abuelo de que no abandonara a su viuda y con tanto
celo lo cumplió que nació una hija de ambos, Isabel, a la que nunca
reconocieron, pero a la que Germana se refiere en su testamento como la
“infanta Isabel”. Así nos lo cuenta
Fernández Álvarez y así os lo recojo.
Germana acompaña entonces a Carlos a
Zaragoza y a Barcelona en donde iba a ser jurado como rey y, para lavar su
imagen, se casa a Germana con Juan de Brandeburgo-Ansbach, un caballero del
séquito personal de don Carlos. Pero Germana queda viuda y Carlos la casa
entonces con Fernando de Aragón, duque de Calabria, y nombra al matrimonio virreyes y
lugartenientes generales de Valencia en donde crearon una corte muy culta con
músicos, pintores y poetas que tuvo también su lado oscuro con un proceso de
refeudalización.
Pero nos salimos del tema que es,
principalmente, Germana que se nos murió en Liria a los 48 años de edad víctima
quizás de una hidropesía debida a su obesidad.
Germana le deja a Isabel un collar de perlas
gruesas que no son ni tres ni cuatro, sino ciento treinta y tres. Debido a esta
herencia, hay dudas sobre quién era esta mujer y de ellas trataremos en otra
entrada en la que veremos que, para don
Manuel Fernández Álvarez, era hija de Carlos I y de Germana de Foix tal
y como ya hemos dicho unas líneas más arriba.
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