Hoy
se cumplen dieciséis años de la muerte de mi abuela Patro, tantas veces citada
en este blog, que murió un veintitrés de diciembre porque le dio la gana,
porque los de Chamberí se mueren dónde, cómo y cuándo quieren, más o menos como
nacen los de Bilbao. Nadie puede alegar un pedigree
más chamberilero pues naciste en la calle de San Bernardo, viviste en Fernández
de los Ríos y pasaste la guerra en la calle del Castillo, casi en la esquina de
Raimundo Lulio que es como llaman los de Chamberí a Ramón Llull. En tu juventud,
ibas a la kermés de la plaza de los Chisperos o a la del solar que más tarde
ocuparía el mercado de Alonso Cano adonde tantas veces fui contigo a comprar. Durante
la guerra (la puta guerra), dejabas la kermés con tu hermana Carmen para ir a ver si estaba tu
padre entre los muertos que gentes sin alma iban amontonando en el conocido
como “campo de las calaveras” que después fue el estadio Vallehermoso y ahora
me dicen que son pisos. Patro era un ciclón de la naturaleza que le paraba los
pies a todo bicho viviente: a un cartero que se quiso propasar y se llevó un
par de “yoyas”; a una señora que se
quiso colar en el puesto de Julio, el frutero del mercado; a un
carterista que le quiso robar el bolso sin saber que a una de Chamberí no se la
toca o, para no alargarme en demasía, a un portugués que quiso ocupar el sitio que ella me guardaba, en el centro de Vila Real, para que yo aparcara ese Clío que todavía anda
lozano por la estepa castellana. Dotada de una inteligencia natural, no pudo
estudiar más que hasta los doce años que fue cuando su padre la puso a trabajar
en la imprenta que regentaba. Eran otros tiempos y Patro había ido a un colegio,
cerca del Homeopático de San José, en Eloy Gonzalo, a estudiar
las cuatro reglas y a que le enseñaran "sus labores" para lo que
llevaban - aquellas niñas de los años veinte- , metidito en una bolsa, un
pucherito de porcelana. Pero aquel padre también la llevaba a los estrenos de
las zarzuelas y a ver a la Xirgu y así Patro vio algunos estrenos de Lorca en
Madrid. Ahora comprenderéis por qué mi afición desmedida por Lorca y su teatro:
por los recuerdos de aquellas noches lorquinas en el Madrid de los treinta de
las que tanto me contaba.
Vivir
con ella me enseñó que a los problemas hay que plantarles cara con decisión,
que no valen las medias tintas, que a la vida hay que echarle redaños porque si
no, como a los camarones, te lleva la corriente.
Cuando
se cansó de estar por este mundo, se marchó al Chamberí celeste para
encontrarse con su Luis, al que había conocido en el Campo del Moro, con su
padre, con su hermana Carmen y con su hermano Antonio. Allí seguirán hablando
de los veranos en Titulcia, en aquel viejo molino en donde desayunaban tomate
con pan y de aquel arroyo en donde iban a lavar la ropita de las muñecas. Un
día, en aquel verano del 36, vieron a su padre venir en un burro desde la
estación de Ciempozuelos y cruzar el puente de hierro sobre el Tajuña. Les
extrañó tanto que fueron corriendo a buscarle y el pobre José María, lleno de
rozaduras por el viaje asnal, les contó que había empezado la guerra, la puta
guerra de la que todavía seguimos hablando como si el tiempo se hubiera
detenido en aquel puente de hierro que unía el infierno de las bombas con el
paraíso del río y el molino.
Hoy hace ya dieciséis años que te
fuiste, pero no porque te lo mandaran, sino – como ya he dicho antes-, porque
te dio la real gana, porque a ti, que habías ido con tu padre a ver cómo se proclamaba
la República en la Puerta del Sol, que habías escuchado, forzada por una vecina
que era “chivata” del PCE, a la Pasionaria y que habías oído decir al general Miaja por la radio que “ no pasaba nada y que, si pasaba, no
importaba”, nadie te daba órdenes; porque con tu dialéctica parda habrías
parado en seco a esa chica que dice que es de Chamberí y a la que los
madrileños, que nunca confiesan que la votan, le acaban regalando la
presidencia de la Comunidad.
Sé con certeza y os aviso a todos porque
sé que puede eso y más, que el día que
se le ponga entre ceja y ceja, se vuelve al Chamberí terrenal y pone un poco de
orden en este caos que es esta España llena de aprovechados que en un bando y
en el otro hacen el agosto llenándose la boca y el bolsillo con el pobre
pueblo. Ya no quedan chamberileras de verdad y estás haciendo mucha falta,
Patrito, para decirle cuatro cosas al lucero del alba. No tardes que esto
va a peor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario