No
quisiera acabar este año sin contaros algo de Francisco Goyoaga, un jinete
español de los cincuenta que le dio a España numerosos triunfos en la hípica.
Mi conocimiento de Paco Goyoaga viene por la tienda que abrió en la calle
Lagasca por la que yo pasaba en numerosas ocasiones. Aquella tienda me revelaba
un mundo entonces muy lejano para mí y que lo asociaba con los niños ricos que
veía montar en tandas en el Club de Campo madrileño. Sin embargo, desconocía yo
entonces que hay otra hípica más sencilla, la hípica de los pinares de
Portillo, la hípica de los caballistas andaluces y castellanos, la hípica del
hombre del pueblo que con su sangre vaccea siente la llamada del caballo desde
su nacimiento. Vaya este recuerdo a Paco Goyoaga y a su mujer, Paula Elizalde,
también gran amazona.
miércoles, 31 de diciembre de 2014
DYLAN THOMAS
Para
terminar el año que se nos va hoy, me he releído a Dylan Thomas del que había
leído sus obras completas en el año
2010. He intentado leer algunos pasajes en inglés y es clara la diferencia que
hay al leerlo en castellano porque, al leerlo en su lengua original, se puede
seguir su ritmo, su poesía para ser declamada (Dylan Thomas se consideraba un
bardo galés). Se ven en sus versos los ritmos yámbicos que tan bien cuadran con
lo báquico. Además, he sabido que Bob Dylan, que se llama en realidad Robert
Zimmerman, se llama Dylan por este poeta. No te acostarás sin saber una cosa
más. Os dejo con uno de sus poemas más famosos.
Y la
muerte no tendrá dominio
Y la muerte no tendrá dominio.
Los hombres desnudos han de ser uno solo
con el hombre en el viento y la luna poniente;
cuando sus huesos queden limpios y los limpios huesos se dispersen,
ellos tendrán estrellas en el codo y en el pie;
aunque se vuelvan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar de nuevo surgirán,
aunque se pierdan los amantes, no se perderá el amor;
y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
Los que hace tiempo yacen
bajo los dédalos del mar no han de morir entre los vientos,
retorcidos de angustia cuando los nervios cedan,
atados a una rueda no serán destrozados;
la fe, en sus manos, ha de partirse en dos,
y habrán de traspasarles los males unicornes;
rotos todos los cabos, ellos no estallarán.
Y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
Y las gaviotas no gritarán en los oídos
ni romperán las olas sonoras en las playas;
donde alentó una flor, otra flor tal vez nunca
levante su cabeza a los embates de la lluvia;
y aunque ellos estén locos y totalmente muertos
sus cabezas martillearán en las margaritas;
irrumpirán al sol hasta que el sol sucumba,
y la muerte no tendrá dominio.
Versión de Elizabeth Azcona Cranwell
Los hombres desnudos han de ser uno solo
con el hombre en el viento y la luna poniente;
cuando sus huesos queden limpios y los limpios huesos se dispersen,
ellos tendrán estrellas en el codo y en el pie;
aunque se vuelvan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar de nuevo surgirán,
aunque se pierdan los amantes, no se perderá el amor;
y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
Los que hace tiempo yacen
bajo los dédalos del mar no han de morir entre los vientos,
retorcidos de angustia cuando los nervios cedan,
atados a una rueda no serán destrozados;
la fe, en sus manos, ha de partirse en dos,
y habrán de traspasarles los males unicornes;
rotos todos los cabos, ellos no estallarán.
Y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
Y las gaviotas no gritarán en los oídos
ni romperán las olas sonoras en las playas;
donde alentó una flor, otra flor tal vez nunca
levante su cabeza a los embates de la lluvia;
y aunque ellos estén locos y totalmente muertos
sus cabezas martillearán en las margaritas;
irrumpirán al sol hasta que el sol sucumba,
y la muerte no tendrá dominio.
Versión de Elizabeth Azcona Cranwell
JESÚS DE MONASTERIO
Dice
el ya muy citado Llorente Fernández en la página 384 de su libro Recuerdos de Liébana, en el capítulo que
dedica a catálogo biográfico – bibliográfico lo siguiente:
don Jesús de Monasterio. ¿Quién
no sabe que, nacido en potes por los años 1835, es una gloria del arte musical,
y más bien una de las más honradas y legítimas glorias de España?
No le
quiero dar un disgusto póstumo al ilustre lebaniego y buen escritor, pero, si
hoy formulamos esa pregunta, la respuesta sería que nadie o, a lo más, algunos
melómanos muy escogidos conocen la figura del que fue gran violinista español,
uno de los más grandes junto con el pontevedrés Manuel Quiroga. El potesano
tocaba con un Stradivarius que le regaló la reina Isabel II y su catálogo, no
muy amplio, pero de calidad, os copio aquí por si queréis llegaros a algunas de
sus obras.
- Fantasía original española (1853), para violín y orquesta.
- Adiós a la Alhambra (1855), para violín y piano, inscrito dentro del movimiento alhambrista, pieza de virtuosismo
violinístico para salón, con una bella línea melódica. También realiza una
versión orquestal.
- Grande Fantaisie Nationale (1855), para violín y orquesta.
- Concierto en Si menor para violín y orquesta (1859; 2.ª versión de 1880), obra escrita con buena técnica
(violinística sobre todo, porque la orquesta desempeña un papel
secundario), con una estructura similar al Concierto para Violín de
Mendelssohn
y que se trata del único concierto para violín escrito en España en esa
época, e incluso en todo el siglo. Está en la línea de los conciertos
románticos de violín que componían los grandes virtuosos
de aquellos tiempos, como Henri Vieuxtemps o Wieniawski,
con una partición de violín solista de gran virtuosismo.
- Marcha fúnebre y triunfal (1864).
- Scherzo fantástico, compuesto en Madrid en noviembre de 1865, corregido en Potes
en septiembre de 1866,
y estrenado el 15 de marzo de 1868
por la Sociedad de Conciertos de Madrid,
bajo la dirección de Barbieri. Según la Revista
y Gaceta Musical (23-III-1868), el Scherzo “produjo
viva sensación en el público, que hizo repetir la pieza, llamando al autor
entre los más nutridos y prolongados aplausos” y Para Peña y Goñi, “tiene
todo el sabor de una pieza clásica impregnada de la savia moderna, porque
hay que decir, en honra del insigne artista, que no reconoce exclusivismos
estéticos y adora lo bello donde quiera que lo halla”.
- Melodía para orquesta (1872).
- Melodía para violín o violonchelo y piano (1874), dedicada a su amigo Víctor Mirecki.
- Estudio de concierto en si bemol (1875),
para arpa, oboe, clarinete, trompa y orquesta de cuerda.
- Sierra Morena (1877), para violín y
orquesta.
- Veinte estudios artísticos de concierto, por los que, el 21 de octubre de 1878,
recibe, en la Exposición Universal de París,
la Medalla de Plata dentro del apartado denominado "Organización y
material de la segunda enseñanza".
- Andantino expresivo (1881),
para orquesta de cuerda.
- Andante religioso, para orquesta de cuerda.
EL MARQUÉS DE MORANTE
Para
que no me llaméis pesado, voy a ir terminando la relación de personajes
lebaniegos tratados por Llorente Fernández con dos que considero fundamentales:
Joaquín Gómez de la Cortina y Jesús de Monasterio que cerrará esta colección de
entradas con sabor a orujo. Hijo de lebaniegos, don Joaquín nació en Méjico el
6 de septiembre de 1808. Su padre fue conde de la Cortina y Joaquín regresó a
Madrid en donde poseyó una amplia biblioteca de textos latinos. Fue marqués de
Morante al haber heredado el título paterno su hermano José y así figura en la
primera página de esa magna pobra que es el Diccionario
latino – español de don Raimundo de Miguel, el gran catedrático de latín
que se quedó ciego mientras traducía la Eneida. Es un ejemplo del indiano culto
e ilustrado que dedica su dinero a obras culturales. ¡A ver si cunde el ejemplo!
En el cuadro se le ve de pequeño junto a su padre, natural del valle de Bedoya,
más en concreto de Salarzón en donde fue enterrado, en el lado del Evangelio de
la iglesia de San Juan Bautista, años más tarde don Joaquín.
BEATO DE LIÉBANA
San
Beato nació en Aniezo durante la segunda mitad del siglo VIII. Fue monje y abad
del monasterio de Santo Toribio de Liébana. Allí, en compañía de otro monje
paisano suyo llamado Eterio, escribió contra Elipando, arzobispo de Toledo y
contra Félix, obispo de Urgel, ambos arduos defensores del adopcionismo,
herejía que defendía que Cristo era hijo adoptivo de Dios. Sus escritos se
reúnen en una obra titulada Etherii et
Beati ad Elipandum epistolae. Con tanta lógica defendieron los lebaniegos
su teoría y su postura que el arzobispo Elipando les dijo: Nam numquam auditum est quod liebanenses toletanos docuissent, es decir,
“pues nunca se ha oído decir que unos lebaniegos vengan a enseñar a unos
toledanos”. En verdad, sorprende que Elipando, que tendría pocas razones para
refutar a los lebaniegos, recurriera a argumenta
ad personam, pero quizás el arzobispo no sabía por dónde salir de su
atolladero teológico y se decidió, dando muestras de escasa caridad, por el
insulto. Beato participó en el congreso de Frankfurt en el año 794 y escribió un
Tratado sobre el Apocalipsis que
dedicó a Eterio, su camarada del alma. Es fama que, para no quedarse atrás, le
llamó a Elipando testiculum Antichristi
que puede ser traducido, bien como “testiguillo del Anticristo”, con un matiz
despectivo, bien “cojón del Anticristo”, con un sentido claramente insultante
para devolver a Elipando el “detalle” al que hacíamos referencia líneas más
arriba . Fue obispo de Braga y dejó tan importante cargo para regresar a su Aniezo
natal en donde murió. Fue enterrado en el monasterio de Santo Toribio de
Liébana. Pese a haber escrito mucho y bien, sin embargo, su fama no se debe a
sus escritos, sino a que su tratado fue, desde el principio, bellamente
decorado con ilustraciones y eso dio lugar a los llamados Beatos, bellos libros
ilustrados con muy cuidadas ilustraciones en los que se copiaba el texto de su Explanatio o Tractatum in Apocalypsin. Si algien tienen curiosidad por ellos,
puede visitar la página de la editorial Moleiro, especializada en libros
artísticos.
LA ROMERÍA DE SANTO TORIBIO EN PALENCIA
Continúo
con este último Toribio para contar ahora el origen de una famosa romería
palentina cuya protagonismo ostenta. Ya hemos dicho que Toribio de Liébana fue
obispo de Palencia y que luchó contra el priscilianismo. Sin embargo, los
palentinos no lo recibieron bien y lo
expulsaron a pedradas de su ciudad. El santo lebaniego se refugió entonces en
la ermita de santa María del Otero, en el cerro en donde, muchos siglos
después, el escultor Victorio Macho colocaría su Cristo del Otero.
Así nos lo cuenta los
Breviarios antiguos de Palencia:
Ferunt autem, precibus huius
sanctissimi viri, civitatem pallentinam funditus esse eversam. Nam, cum ibi
contra hereticos priscilianistas saepius dimicando nihil proficeret, uno contra
eum tam laici quam clerici turpia commiterent, discedens inde quendam ascendit
aggerem, prope eamdem civitatem, ubi in honore Sti. Christophori altare
constructum erat. Cum autem Dominum exoraret, ut super civitatem suae potentiae
miraculum ostenderet, subito adveniente acerrima tempestate, fluvius Carrion,
ab alveo solito exiens, totam per circuitum urbem inundans arenavit.
Cuentan que, por medio de las
preces del santo varón, la ciudad de Palencia fue completamente destruida.
Pues, peleando allí de continuo contra los herejes priscilianistas y al no
conseguir ningún provecho, tras cometer contra él, tanto clérigos como seglares,
acciones indecentes, se apartó de allí y se fue a una cierta colina, cerca de la
ciudad, donde se había construido un altar en honor de San Cristóbal. Habiendo
pedido allí a Dios que sobre la ciudad mostrara un milagro de su poder, de
repente sobrevino una tempestad terrible y el río Carrión, saliéndose de cauce
habitual e inundando toda la ciudad, la llenó de arena.
Los palentinos,
entonces, subieron hasta la ermita para pedir perdón al santo y éste los
perdonó. En recuerdo de este hecho, los habitantes de Palencia siguen subiendo
cada 16 de abril, fiesta de Santo Toribio de Liébana, al cerro en donde está el
Cristo del Otero, para ser “apedreados” por las autoridades palentinas con
bolsas de pan y quesillo. La romería está calificada de interés turístico y
merece la pena acercarse a Palencia en ese día para verla y presenciar in situ el apedreamiento.
martes, 30 de diciembre de 2014
SANTO TORIBIO DE LIÉBANA
El
tercer Toribio es Santo Toribio de Liébana y nació en Turienzo. No sabemos su
año exacto de nacimiento, pero sí que su padre era Régulo de Armaño. De todas
maneras, su venida al mundo se calcula en el último tercio del siglo V, es
decir, setenta años después del nacimiento de Santo Toribio, obispo de Astorga.
Según parece, tomó el hábito carmelita en Italia y también en Italia se enamoró
de la Santa Regla de San Benito, regresando a su Liébana natal en donde, con
otros monjes, entre ellos su hermano san Caradoro, fundó el monasterio de Santo
Toribio de Liébana al lado de la antigua iglesia de San Martín que había pasado
a llamarse de Santo Toribio por el primero de ellos. Fue este Toribio el que
arrojó por tres veces su cayado desde la cima del monte Viorna, fundando el
monasterio en donde cayó el báculo por tercera vez y que dio la casualidad que
fue justo al lado de la antigua iglesia. Una vez hecha la fundación, Toribio se
rodeó de varios monjes, como el ya mencionado Caradoro y otros, como Lucrecio y
Tolobeo, que, aunque se opusieron a la fundación del monasterio pues eran
propiedad suya las tierras en donde iba a ser fundado, una vez que se reconciliaron
con el santo, hicieron vida cenobítica con él. Fue llamado a Palencia para ser
obispo y para luchar contra la herejía del priscilianismo, muy extendida por el
norte de España. Sobre su estancia en Palencia, haré una entrada aparte. San
Máximo, sobre su estancia en la ciudad del Carrión nos dice lo siguiente en un
bello dístico elegíaco:
Haereticos primum pulsavit
fulmine vocis;
post maledicit eis, inde
recessit ovans.
Su fecha de muerte es 593 y su
fiesta es el 16 de abril.
SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO
El
siguiente Toribio nos obliga a un salto
cronológico, pero al igual que Llorente Fernández, lo hago así para dejar en
último lugar a Santo Toribio de Liébana con quien me voy a extender algo más. Este
segundo Toribio nació en Mayorga de Campos en 1528, es decir, en el siglo XVI.
Así pues, le separan diez siglos del primer Toribio tratado. Se llamó Toribio
Alfonso de Mogrovejo y Robledo y llegó a ser Arzobispo de Lima. En Perú, tiene un culto muy fervoroso y
extendido. Su fiesta se celebra el día 23 de marzo porque en una fecha tal pasó
a la casa del Padre en el año de 1606. Por cierto, para algunos historiadores,
su fecha de nacimiento es 1538. En Mayorga de Campos, su pueblo natal, tiene un
monumento. Como es un santo que puede ser buscado en los santorales al uso,
considero innecesario el seguir dando datos que se pueden encon
trar con
facilidad. Hasta aquí el segundo Toribio.
SANTO TORIBIO, OBISPO DE ASTORGA
En el
siglo III, había en Liébana una familia cristiana que eran de Mogrovejo.
Toribio, apodado el bueno, se marchó al pueblo de Mayorga de Campos y allí
contrajo matrimonio con Beatriz. Un bisnieto de esta pareja será Toribio,
obispo de Astorga, que nació en la gallega Betanzos hacia el año 400. Con el
correr del tiempo, peregrinó a Jerusalén en donde recibió un trozo considerable
del Lignum Crucis. Sabemos también que este Toribio fue obispo de
Astorga (Asturica) y es así como se le conoce en el santoral católico. Es muy
celebrado en el pueblo leonés de Valdefuentes del Páramo y su fiesta es en la
Octava de Pascua, es decir, el lunes siguiente al lunes de Pascua. Ya en el
siglo VIII, reinando Alfonso I, el Católico, su cuerpo fue trasladado a la
iglesia de san Martín que el santo había fundado en la tierra de sus bisabuelos
en Liébana. Sobre su retiro en Liébana y la fundación de la iglesia de San Martín
, Llorente Fernández aporta el siguiente texto latino:
Caeterum
amore solitudinis in reconditam provinciam liebaniensem se recepit, ac in
ecclesia Sancto Martino dicata, quam a fundamentis construxerat, brachium
sanctissimae Christi crucis, aliasque reliquias, quas ab Hierosolymis
aportaverit, colocavit; ac ibi sancte quievit, cuius veritatem miracula crebra
testantur.
Por
lo demás, con el afán de la soledad se retiró a la recóndita provincia de la
Liébana y en la iglesia dedicada a San Martín, que había construido desde sus
cimientos, depositó un brazo de la santísima cruz de Cristo y otras reliquias
que se había traído de Jerusalén; y allí descansó en santidad cuya verdad dan
testimonio sus abundantes milagros.
Sin embargo, no todos los autores en la actua
lidad son del
parecer de este texto latino, pues lo que parece es que su cuerpo sí fue
llevado en tiempos de la invasión musulmana, pero se niega el que el santo visitara,
viviera y muchos menos que construyera
en la Liébana ninguna iglesia.
Y con esto hemos deslindado el Toribio, Obispo de Astorga de
los otros Toribios de quienes trataré en las siguientes entradas.
ILDEFONSO LLORENTE FERNÁNDEZ
Como
al César hay que darle lo que es del César y a Dios lo que es de Dios y también
por aquello que dicho en latín queda tan mono de suum cuique, antes de pasar a tratar en varias entradas de célebres
personajes lebaniegos, es necesario que os haga saber que la información la he
sacado de un autor lebaniego del siglo XIX que se llamó Ildefonso Llorente
Fernández, un buen escritor que se dedicó a investigar sobre su tierra natal y
que escribía en El Cántabro, un
periódico regional de Torrelavega. El libro se llama Recuerdos de Liébana y se publicó en Madrid, en la imprenta y
fundición de M. Tello en el año 1882. La versión que he usado es el facsímil de
la librería Máxtor de Valladolid que compré en el mismo Potes. Una vez
reveladas meine Quellen, paso a
enumerar los temas o personajes de los que quiero tratar:
1. Santo
Toribio, obispo de Astorga.
2. Santo
Toribio de Mogrovejo.
3. Santo
Toribio de Liébana
4. Beato
de Liébana
5. La
fiesta palentina del pan y del queso
6. Don
Joaquín Gómez de la Cortina.
Espero
poder llevar a buen fin todo lo que os quiero contar ad maiorem Liebanae gloriam.
domingo, 28 de diciembre de 2014
ADONIS Y LA GRAN BABILONIA
Con mucho que deber a Lorca,
Adonis escribió este Epitafio para Nueva
York en 1971. Como el granadino, el libanés se fue a la gran Babilonia y
expresó esa deshumanización que reina por
las calles neoyorquinas. La escritura de Adonis, quizás el mejor poeta árabe
vivo, es deslumbrante, con versos vibrantes y luminosos. En sus poemas se ve la crueldad, la confusión, la insolidaridad
de la Gran Manzana que, también y curiosamente, despierta una atracción fatal a
todos los artistas. ,Me gustan muchos estos versos del poema, ¡cómo no!, a Walt
Whitman:
Walt
Whitman,
veo
mensajes que por las calles de Manhattan van hacia ti
volando. Cada mensaje es un carro lleno
de perros y gatos.
Ésta es la era americana: El siglo
veintiuno para los gatos
y los perros; para los hombres, el
exterminio.
LUIS CANDELAS, EL BANDIDO DE MADRID
Luis
Candelas era de Lavapiés y, en ese barrio popular madrileño en el que hoy se
hacen fiestas chinas, pasó sus primeros años. Hijo de un zapatero, Luis muestra
pronto sus cualidades como líder peleando con Paco el Sastre que, más tarde, formará parte de su banda. Buen
amador, Candelas se casó con Manuela, una zamorana, a la que muy pronto abandonó
por otras muchas. Sin embargo, lo más curioso de este personaje es su desdoblamiento
en Luis Álvarez de los Cobos, respetable criollo peruano, que enamoraba a
damiselas de buena familia. Con una de ellas, con Clara, Candelas planeó, que
con un rasgo de amor y de honradez le había dicho quién era en realidad,
fugarse de España y marcharse a vivir a Londres, pero la muchacha, ya de camino
a Gijón, empezó a sentir nostalgia de Madrid y Luis Candelas, todo un
caballero, regresó con ella con la idea de que quizás, una vez que se viera
otra vez en la capital, Clarita recapacitaría y se volvería a escapar con él,
esta vez camino de Lisboa. Sin embargo, Candelas fue reconocido en la posada de
Alcazarén y detenido por el Sargento de la Milicia Nacional de Olmedo. Candelas
murió serenamente en el garrote vil y según lo afirman testigos presenciales de
la ejecución, pronunció estas curiosas palabras: ¡Sé feliz, patria mía! No
sabemos por qué le vino este arranque patriótico al ladrón que robaba a los
ricos y se lo daba a los pobres y que nunca, en ninguno de sus muchos asaltos,
derramó una gota de sangre, tal y como él mismo se lo hace saber a la regente
María Cristina en su petición de indulto. Sin embargo, no deja de ser algo extrañas sus últimas
palabras. Visto desde la perspectiva actual, muchos hay en nuestra España que
han robado más que Candelas y que siguen tan campantes por las calles de sus
ciudades o por los puertos de las Bahamas disfrutando de buenos yates. Pero eso
ya es otra historia que no vamos a tratar. Lo que sí tengo que tratar es que la
biografía que he leído de Candelas es de Antonio Espina, un autor del que
volveremos a hablar porque creo que ha sido injustamente olvidado.
DON PELAYO ERA LEBANIEGO
Me
perdonaréis si me llevo el agua a mi molino, pero afirmo, desde las páginas de
este blog, que don Pelayo no era asturiano, sino que era lebaniego, más en
concreto de Cosgaya en donde nació como fruto de la unión del duque Favila y de
doña Luz que era pariente, a su vez, del rey godo don Rodrigo. Y esto no lo
afirmo a humo de pajas sino que sigo al muy ilustre historiador lebaniego,
Ildefonso Llorente Fernández, que, en su libro, Recuerdos de Liébana, aporta ni más ni menos que diecisiete motivos
que demuestran que tan famoso rey, iniciador de la Reconquista, no nació en las
Asturias de Oviedo, sino en la comarca lebaniega. Obviamente no voy a referir
una por una las diecisiete pruebas, pero sí deciros que todas están basadas en
textos y documentos históricos. Es más, puesto que don Pelayo fue nombrado rey
antes de la batalla de Covadonga, su nombramiento tuvo lugar en tierras
montañesas y no asturianas y, desde estas tierras lebaniegas, acompañado por
una magna hueste de guerreros también lebaniegos, se encaminó a la cercana
Covadonga para plantarle cara a los moros. Por si fuera poco, Llorente Fernández
afirma que también el rey Silo, hijo de Froyla y de Gotina, que estableció su
corte en la asturiana Pravia, era también de la Liébana, más en concreto de Camaleño.
Supongo que habrá amigos asturianos que no estén de acuerdo con esta teoría,
pero os recomiendo una lectura desapasionada del texto de Llorente. Por cierto,
que recuerdo que la primera persona que me habló de este asunto fue un buen
montañero de Peñalara que se llamó Fernando Sobrino. Entonces no le hice mucho
caso, pero ahora, con el paso de los años y las pruebas históricas que aporta
el mencionado autor potesano creo , cada día von más firmeza, que don Pelayo
era lebaniego.
miércoles, 24 de diciembre de 2014
LA NIÑA DE LUZMELA
Tras
la lectura de La niña de Luzmela, las
historia de esa huerfanita que es maltratada por la familia de doña Rebeca y
que será rescatada por ese príncipe en forma de médico que es Salvador, uno
podría pensar que doña Concha Espina había escrito un folletín al estilo de los
de Pérez Escrich y que, por tanto, estamos ante una obra de escaso nivel literario.
Sin embargo, no podemos hacer tal afirmación porque en literatura lo que debe
importarnos es el cómo se escribe y no el qué se escribe. Y así, aunque la obra
en cuestión tenga un argumento folletinesco, si su “modo” es “literario”
(utilizo estas palabras con sumo cuidado) podemos afirmar que estamos ante una
obra literaria. En La niña de Luzmela,
el paisaje se adapta a los sentimientos de la pobre huérfana y el estilo de
doña Concha, limpio, con un lenguaje elegante y con un punto de arcaísmo, dan
una pátina de buena literatura a un tema que, en otras manos, hubiera devenido
un folletín. Uno siente las fatigas de esta Cenicienta decimonónica y se alegra
con ese final feliz que espero que me perdonéis que os revele. Ya la nétigua no
vuela por los cielos de la niña y el amor de Salvador la protegerá para
siempre. Un bello final para una novela ambientada en el mundo cántabro. Y ,
por cierto, la nétigua, es la lechuza en el vocabulario de lo que en tiempos de
Concha Espina se llamaba La Montaña.
martes, 23 de diciembre de 2014
EL BUEY SUELTO...
Ya conocéis mi afición por los
libros del santanderino Pereda y cómo esa devoción, pues la puedo llamar así,
me va llevando a la lectura sosegada de sus obras. Esta última que he leído, El buey suelto… me ha gustado mucho aunque
bien sé que su argumento y “tesis moral” están muy lejanos de este post-post
modernismo. Defender en una novela el matrimonio católico y ponerlo como fuente
de felicidad frente a la egoísta soltería de don Gedeón hace que la novela sea
políticamente incorrecta y que entre en el índex de los intelectuales post-post
modernos. Sin embargo, el pensamiento de los posmodernos ya hace tiempo que me
dejó de interesar pues mis caminos no son sus caminos. Yo me quedo con mi Pereda
y ellos que se queden con su Deleuze. Amen
miércoles, 17 de diciembre de 2014
JOSÉ SEMPERE
La verdad,
hay cosas que no acabo de entender y una de ellas es por qué un hombre con esta
voz no es sólo más conocido sino uno de los primeros espadas de la ópera. Yo lo
vi hace ya muchos años en una Lucia
que se representó en el Teatro de la Zarzuela, el único teatro en Madrid en
donde se representaba, pese a su nombre, ópera y, mucho tiempo antes de que se
abriera el magno coliseo de los Caños del Peral. Entonces el tenor que me ocupa
estaba en su apogeo y nos regaló un Edgardo de auténtica antología junto a una
Mariella Devia, gran soprano también muy poco conocida. La voz de
este alicantino me recuerda, al igual que su repertorio, al maestro Kraus
porque no es un tenorino, sino que
sus notas medias y bajas son también de gran calidad. Estoy hablando de un señor de Crevillente que se
llama josé Sempere y que tras estudiar en el Liceo de Barcelona se marchó a
Italia en donde estudió con Marco Ferrari y recibió clases de Giulietta
Simionato, Magda Olivero y Carlo Bergonzi,. Ganó, entre otros, el concurso de
voces verdianas de Bussetto y el premio Mario del Mónaco de Florencia. Ha
cantado en todos los teatros de ópera del mundo y ha cosechado éxitos que, si
no fuera por razones que quedan fuera de lo estrictamente musical, sino a la
cima de la l´rica, a ser un tenor conocido
por un público mucho más amplio. A Sempere le gusta la voz de Björling y eso ya
dice mucho de él y, como dice en la página web de producciones Guridi, de donde
saco gran parte de la información de esta entrada,
A Sempere, menos aún que a otros,
nadie le ha regalado nada. Ha hecho su camino un poco en solitario, puliendo
aristas, como suele decirse, abrillantando superficies, cepillando las máculas
de polvo, para convertirse en el cantante que es.
Tras casi veintiún años de aquella
representación, aún lo sigo recordando en aquella fabulosa Lucia que se escuchó
en Madrid. Si José Sempere no ha llegado adonde debería con todo mérito haber
llegado, quizás se deba a los padrinos a los que se refería mi abuela Patro
cuando decía aquello de que “los que los tienen se bautizan y los que no, no”.
Por cierto, que yo le decía siempre, porque había leído aquella respuesta
lapidaria de don Casto Méndez Núñez, el ilustre marino español, que prefería
honra sin padrinos que padrinos sin honra. Como lo políticos de siempre.
miércoles, 10 de diciembre de 2014
LUISITO EL DE POZALDEZ
Era pequeño de cuerpo y en el Siglo de Oro hubiera sido un
pícaro de buen corazón, incapaz de engañar a nadie. Luis García Mongero era tan
sólo un juglar que llevaba sus coplas y su alegría por donde quiera que iba. Yo
no lo conocí aunque vivió hasta el año 2005 en que se subió a los cielos para
seguir cantando coplillas, pero mi padre y mi abuelo lo recordaban mucho y
siempre me hablaban de este personaje que no pasará a los libros de historia,
pero que forma parte de la historia de la provincias de Ávila, Salamanca,
Valladolid y Zamora. Según mi abuelo Luis, este buen hombre llegaba, más o menos, hasta Laguna desde el
Pinar de Antequera y a Boecillo, desde Viana; hasta ambos pueblos viajaba Luis
en tren, que era su medio favorito. Pero recorría otros muchos lugares echando
sus coplillas y sus bailes. Si en una entrada anterior hablábamos de John
Balan, en esta os quiero hablar de Luisito el de Pozaldez. Ahora les llamarían
frikis, pero antes eran hombres sencillos, buenas gentes, que contra nadie
atentaban y que repartían alegría de gratis entre sus paisanos. Y eran tan
machadianos que un día como tantos descansaban bajo la tierra. ¿No os parece
bastante?
Suscribirse a:
Entradas (Atom)